Cálmate, dulce Carlota

El comienzo es de serie B con autocine y hamburguesa, luego parece que vaya a ser una película de detectives recurriendo a un periodista de la tercera edad, posteriormente estamos ante una historia de fantasmas y necrofilia, y entonces entra en escena Olivia de Havilland -qué guapa y luego qué mala-, y al poco, y como si la trama ya no estuviese suficientemente tensada, se invierte la predisposición a juzgar negativamente a los personajes y se alcanza el final justiciero que permite equilibrar tanto barroquismo narrativo. Así pues, hemos pagado una entrada para ver varias películas. Magnífico negocio. Y de regalo, tras bajar el telón nos acosa toda la tarde en la memoria el sonsonete de una canción melosa de amor póstumo interpretada en un clavicordio ("Hush, hush..."). Arrebatadora y arrebatada, Bette Davis –qué ojos: Lunática y elegante, sureña y caprichosa, violenta y frágil, ridícula y grandiosa, qué pena que ya no estés. La muerte, la niveladora, se excede con personas así.

Con este reparto es complicado que algo salga mal. Ésta debe ser de las pocas películas en que sientes lástima por B. Davis, cuando en la mayoría de sus películas ocurre lo contrario, sientes lástima por las personas que la rodean. Algo parecido pasa con Olivia de Havilland y J. Cotten; quizá sea una de las circunstancias para que la película resulte soberbia. Quizá no estemos acostumbrados al intercambio de papeles, donde actores y actrices que siempre han sido dulces y bondadosos sean aquí lo contrario y viceversa. Por eso las glorias del pasado renacen para darnos una lección de cine.

El inicio de la película es rotundo. Pero es que el final es un macetazo.

Bette Davis, siempre por encima del bien y del mal comparte escena con otra grande, Olivia de Havilland, ambas en edad madura y en la consagración de sus carreras como dos de las grandes intérpretes del siglo.

Davis repite su trabajo en ¿Qué fue de Baby Jane? Trastornada, atrapada en recuerdos de infancia y juventud, jugando a ser la damita que presentaron en sociedad a sus quince cuando ya las arrugas y los surcos descomponen su rostro.

El papel de Olivia es sorprendente. Es ella tan dulce, como perverso su personaje, de ahí el encontronazo. No es una Anne Baxter de la vida en "Eva al desnudo", de la cual en seguida observas un ego que pisa cadáveres, no. Olivia todavía te hace dudar durante un buen rato.

La historia en sí es casi un remake de la primera de Aldrich ¿Qué fue de Baby Jane? Los escenarios son los mismo, las pintas de la Davis también, su locura y triste vida más de lo mismo. La sorpresa consiste en aderezar la narración con toques de suspense, muertos que regresan, una mano amputada, un piano que suena en la madrugada, un susurro: hush hush Charlotte... Componentes que hacen mucho por concentrar la atención del espectador. Durante dos horas no quieres saber nada más, así se acabe el mundo.

Brillantes intrepretaciones. Duelo a muerte entre Olivia y Bette y excelente guión.
Sin embargo, esta película queda menoscabada por pasar por ser el mayor SPOILER que el propio Aldrich le hizo a su Baby Jane.

189/03(05/07/10) Dos años después del gran éxito de Robert Aldrich ‘Que fue de Baby Jane?’ quiso repetir formula con un relato que guarda bastantes similitudes con ella, de hecho pretendía que fuera la misma pareja protagonista, pero Joan Crawford le falló y el papel tuvo que hacerlo Olivia de Havilland, la eterna Melania de ‘Lo que el viento …’. El film es un turbador relato que no le llega a ‘Que fue de ..?’, pero te mantiene atrapado en su gótica atmósfera, donde los misterios, mentiras y locura se entremezclan derivando en un desenlace demasiado precipitado, que no está acorde con el tono sereno de la película. Uno de los grandes pilares de la cinta es su tenebrosa puesta en escena, donde la fotografía en glorioso blanco y negro de Joseph Biroc es un actor más que con sus sombras y sus tonos oscuros crea una fantasmagórica atmósfera que bebe del expresionismo alemán que sirve para marcar a los personajes, así como unas tomas que buscan estrangular al espectador con contrapicados, tomas cenitales y anguladas, magistral. El rol de la gran Bette es una copia difusa de ‘Que fue de ...?’, es decir una mujer que navega por la locura, recluida en una gran casa, está anclada en el pasado y atormentada por los demonios de lo que una noche hace décadas pasó, igualito que en el film antes mencionado, y como no la Davis lo borda. Es un relato que aúna melodrama y terror, con crímenes macabros, pasiones ocultas, ambiciones, envidias, celos, cuerpos mutilados, pesadillas malsanas, esto va tejiendo una telaraña asfixiante que hace te sientas participe de su enrarecido clima. A Joseph Cotten lo encuentro desaprovechado, encuentro que lo hizo con desgana, no aporta todo su potencial, así como a Olivia de Havilland no termino de creérmela la veo forzada. El resultado del conjunto es una buena historia de suspense que te atrapa en su maravillosa puesta en escena y te decepciona en su tramo final. La escena final me recuerda a otra de una Obra Maestra, lo comentaré en spoiler. Fuerza y honor!!!

A veces el peligro de las buenas interpretaciones es que se coman el bosque de la historia. No es el caso de esta excelente película de Robert Aldrich que remata, esta vez sí, con un final inolvidable.
En "Canción de cuna para un cadáver", una vez más, la locura gana en estabilidad a la avaricia y el recuerdo, aunque sea el de un loco amor, es más fiel y fuerte que la torticera y cruel realidad.

Las estupendas actrices (Bette Davis, Olivia de Havilland y Agnes Moorehead) y su sólido partenaire (Joseph Cotten) construyen un drama con todos los alicientes de los grandes relatos sureños, en los que la maldad, la falsedad, la hipocresía y la ambición campan por sus fueros.

Cuando vea esta película no se precipite a la hora de llegar a conclusiones, aunque si es un veterano de la oscuridad y las palomitas sobra este consejo, porque usted y yo sabemos que en el cine las apariencias siempre engañan.