Hacia rutas salvajes

Me ha sorprendido mucho este film de Sea Penn. Tenía el conocimiento de que Sean Penn proporcionaba un mínimo exigido de calidad pero es que este film hace que se reafirme como el gran cineasta que es y sobrepase las expectativas. Y no solo eso, sino que en la mirada de esta maravilla no importa lo más mínimo que no halla una escena que no dure más de 6 o 7 segundos, lo importante es la belleza lírica de la película, y la fotografía es impresionante. La idea absoluta de felicidad se contonea libremente hasta que la misma libertad nos hace esclavos de lo que acontecemos.

Para quien desee una crítica simple y directa, sin saber nada de la película, lea lo siguiente....

- Fotografía MARAVILLOSA
- Actuaciones MAGISTRALES
- Sonido ENVOLVENTE, te sientes dentro de la peli
- Si te gusta la madre tierra, esta es tu pelicula
- Emociones al por mayor....de todo tipo, experimentarás...hasta el final
- Excelente final,... inesperado
- Lenta pero hermosísima, magistral

Nunca pongo nota 10 porque he sido siempre exigente con el 7° arte, sin embargo, con esta pelicula me he sentido identificado en un 100%.

Es triste que directores como Sean Penn se embarquen en proyectos como éste.
Una película que lejos de ser lo profunda que quiere aparentar, muestra el arrebato infantil de un joven adinerado que de pronto siente la "llamada de la naturaleza" y decide que para ser feliz lo que tiene que hacer es quemar su dinero y dedicarse a deambular en busca de la verdad interior...Un cuento de Jack London de principio a fin...

Lo único que salva a esta película de ser una fiel candidata a la hoguera de San Juan, es la estupenda banda sonora de Eddi Vedder, la fotografía y el apropiado final...que por otro lado uno desea viendo la actuación de Emile Hirsh en el papel protagonista.

Claro que esto...es sólo mi humilde opinión... :-)

Procuraré ser sintético, pero no he podido aguantar dejar un pequeño comentario leyendo las críticas. “Hacia rutas salvajes” no es una película sobre la búsqueda de la libertad y la felicidad, sino de cómo puedes perderlas sólo con empecinarte ciegamente en ello. El protagonista de la película va encontrando todo eso durante su vida pero se empeña en romper con todo lo bueno que ésta le ha ido ofreciendo, pues su objetivo es otro: Alaska, su imaginario paraíso terrenal. Allí, sólo, más colgado que nunca (no es ni plato del gusto de los osos), se da cuenta de su error y esa naturaleza idílica que sólo estaba en su cocorota de niño tonto se convierte en su perdición.

La dirección es tosca, el prota es malillo, los secundarios elevan el nivel general, el metraje claramente excesivo y las canciones de Eddie Vedder (cantante de Pearl Jam) fantásticas.

Como Jeremyah Johnson, Alexander tiene claro dónde esta su Norte. Su norte geográfico y su norte vital. Su hermana nos lo cuenta a través de una narración llena de amor, ternura y desesperación. Desde la esforzada hipótesis de su cada vez más mermada comprensión. Sus reflexiones son maravillosas pero se quedan cortas. Y en ese momento entra Sean Penn. Este hombre ya no debe sorprender a nadie. Sí, esto también lo hace muy bien. De hecho, lo hace tan bien que te hace vivir, durante 140’ de nada, de la mano de un chico al que te cuesta comprender del todo, en ese equilibrio inestable entre la libertad y la responsabilidad, entre el amor y el desapego, entre la generosidad y el egoísmo, entre la aventura y la tragedia.

Hay algo de “Diarios de una Motocicleta”, y no es solo el diario del joven McCandless, ni el gran Gautier. Hay mucho de ese viaje iniciático que aparca unos estudios concluidos con brillantez para experimentar la vida en estado puro. Conocer lo que no se conoce solo leyendo. Bucear en sí mismo y en la llamada de lo salvaje, como prioridad a seguir estudiando a tus semejantes y sus obras. Buscar la soledad a pesar de tener la suerte de encontrar seres afines que lo acogen y lo quieren de verdad. ¿Es el conflicto familiar vivido de niño el que lo empuja? No. No más que Jack London. Es injusta la agonía que provoca en cada nido en el que recala y abandona, pero es su naturaleza. Algo lo hace ave migratoria. Y Alexander migra como las golondrinas que aprendieron nuestros nombres. Y menos mal que Jon Krakauer, primero, y Sean Penn después, han querido ser altavoces del propio Alexander, y así han enriquecido nuestras vidas. Porque la película y la historia dan para mucho.

Madre, padre, hermana, pareja hippy, la cantante folk, el viejo artesano ( que bien interpretados están todos estos personajes – no sólo Holbrook – todos tan breve y completamente dibujados ). Con desigual intensidad y razones, ninguno merece perder a este chico. La diferencia es que Alexander Supertramp siempre se despide al marcharse, y Chistopher McCandless no lo hace. “Los hijos, a veces, son muy crueles…” Y cuando el primero renace de las cenizas del segundo parece que el regreso es imposible. Alexander comparte, al menos, sus sueños. Y ayuda a los que se cruzan en su camino. Finalmente, llega a escribir en su Autobús Mágico 142 : "La felicidad sólo es real cuando se comparte". ¿Demasiado tarde?