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Casco de acero

Bélico. Drama Guerra de Corea (1950-1953). El soldado Zack, que ha recibido un disparo en la cabeza, es el único superviviente de su pelotón. Tras ser hecho prisionero por el enemigo, consigue escapar gracias a la ayuda de un niño coreano huérfano. Ambos se unirán a un nuevo pelotón cuya misión es conquistar una posición enemiga en un templo budista. Sin embargo, cuando llegan, el sitio parece desierto. (FILMAFFINITY)
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
16 de enero de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es sabido que a Samuel Fuller no le hacían falta muchos recursos para tirar adelante sus proyectos. En este caso, es de lo más llamativa la austeriad de "Casco de acero", una película que luce una escasa muestra de material bélico y sin embargo es capaz de crear el ambiente insano de todo conflicto bélico. Apenas cuenta con dos o tres escenarios en los que se desarrollan los hechos y todo lo demás ya depende de la capacidad del realizador para recrear y ofrecer justamente lo que se espera de una película bélica.

Fuller no da concesiones. La guerra es muy perra allá donde sea que metamos la cámara. Pueden darse hechos especiales como que se dé la existencia de un pelotón formado por un negro, un oriental, un pacifista, un calvo y un cobarde. Pero lo que no es posible es que una película de la guerra se transforme en un sainete, en una comedia. Nuestro protagonista ha sobrevivido a la IIªGM y ahora está pegando tiros en Corea. Y con un agujero de bala en el casco, nada menos.

Así pues, a mi modo de ver, y no siendo un seguidor del género, encuentro que la clave para que "Casco de acero" funcione se debe a su trama sencilla, a unos actores que cumplen y a mucho diálogo bien puesto. La mano del realizador es clave. Como bien indican esas últimas palabras de la película, la guerra sigue, no hay un final, así que llegamos a la incuestionable conclusión de que la guerra es muy perra. Por eso opino que se trata de una pequeña gran película.
Luisito
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15 de octubre de 2011
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera película bélica del que quizás sea el mejor director de cine bélico, que a pesar de ser de muy bajo presupuesto incluso para la época, Sam Fuller da su primer toque de atención a público y a crítica, tras dos westerns. Puede que no sea una obra maestra pero remite a los mejores momentos de algunos de sus films más celebrados, como el gran western Yuma, corredor sin retorno o hasta incluso su mejor película, la ambiciosa aunque tambien de muy bajo presupuesto Uno rojo división de choque, en la que narra parte de sus vivencias en la guerra, con un joven Mark Hamill. También fue el primer largo que trató de mostrar al mundo como debió ser la guerra de Corea, es curioso también la polémica que tuvo en su momento por racismo, simplemente por no ser políticamente correcta. Hay quién la considera anticomunista, implicaciones políticas a parte esta obra consigue plasmar un microcosmos, en el que que tienen cabida distintos personajes, desde el ordinario pero no por ello menos complejo sargento sobreviviente, el niño coreano o el teniente Driscoll, este último tendrá sus roces con el duro sargento, hecho que hará evolucionar moralmente al veterano sargento que resulta ser además un sobreviviente de la 2 guerra. El desenlace tiene lugar en un templo budista, donde se enfrentan con los norcoreanos, lo último que aparece en pantalla, son unos títulos que dicen esta historia no acaba nunca. Poniendo de manifiesto que la guerra forma parte de la naturaleza humana y siempre habrán este tipo de conflictos.
pacozappa
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8 de junio de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una tierra de nadie donde sólo se divisan vastos campos y algunos cadáveres en proceso de descomposición, unos cuantos hombres se ven obligados a resistir, a esperar un ataque, sitiados, olvidados...
Está cambiando el curso de la Historia y, al mismo tiempo, el del cine bélico; ambas mutaciones irán de la mano.

El sangriento conflicto toma un nuevo rumbo cuando el Ejército Popular de Liberación ataca China, y el general Peng Dehuai obtiene lo que quería: repeler a las tropas de la O.N.U. hasta llevarlas de nuevo a la línea divisoria entre las dos Coreas, el llamado Paralelo 38; antes de que Douglas MacArthur fuese destituido por Truman y de que China y Corea del Norte se hicieran con Seoul es cuando empieza, muy lejos de allí, el rodaje de la primera película ambientada precisamente en dicha batalla. Tiene la sangre y el valor de hacerlo un hombre que llega para cambiar el bélico: Samuel Fuller.
Y esto sucede poco después de iniciarse como director (si bien ya tomara contacto con la industria décadas antes), apoyado por Robert Lippert; todo este proyecto exhibe los pros y los contras (más lo que segundo que lo primero) de una producción de bajo presupuesto. El director sólo precisa de algo más de una semana, unos pocos cientos de miles de dólares y un reparto en su mayoría compuesto por típicos secundarios de la serie "B"; el productor quiere a John Wayne pero Fuller se queda con el solvente Gene Evans. La razón es bien sencilla: como él, también sabe lo que es la guerra de primera mano, y sus opiniones se asemejan repecto a ella.

Así le vemos aparecer en el plano más mítico del film, como soldado agazapado y alerta de los enemigos cuyo casco ha sido agujereado por una bala; a su alrededor, los cuerpos de sus amigos. Comienzo áspero y directo, sin florituras ni prólogos innecesarios; Fuller nos mete en el horror de la guerra como se metían los jóvenes que iban allí a luchar por razones que les eran muy ajenas: de cabeza, sin preguntar y asumiendo todos los riesgos. De repente se produce una inesperada unión, la de este sargento Zack y la de un niño surcoreano, extraña pareja recíproca donde el segundo encuentra en el primero algo así como un padre sustitutivo y éste a su vez un aliento de espíritu y conciencia en él.
El director propondrá magníficamente el argumento, con dos partes bien diferenciadas, una en exteriores y otra en interiores; la primera se refiere al periplo a través de un terreno de batalla sangrante y desolador en el cual nos aventuramos al lado del chaval y el sargento, modelado a imagen y semejanza del anti-héroe cínico, conciso y nada sentimental, lo que debe ser un soldado con los pies en la tierra, modelo por excelencia del protagonista del cine de Fuller. Mientras, éste arrastra su cámara por ambientes sombríos y dotados de cierta extrañeza fascinante.

Como podemos ver en los enfrentamientos en el bosque, con los enemigos ocultos entre maleza, la oscuridad de la noche y la neblina, siempre presente; así, Fuller se revela como un experto creador de atmósferas, haciendo al espectador sentirse parte de la acción y el entorno, y asfixiándole con los olores a barro, sangre, carne putrefacta y sudor que desprenden las imágenes, arropadas por el ferroso blanco y negro de la fotografía de Ernest Miller. Después de ir los protagonistas uniendo fuerzas con otros soldados desperdigados, esta improvisada familia militar avanza hasta refugiarse en un templo.
A partir de la segunda mitad del film la intriga y la acción se concentran allí, en ese espacio reducido pero en modo alguno claustrofóbico (la imponente estatua de buda no representa un símbolo de amenaza extranjero, sino de esperanza); sobresale como nunca el discurso "fulleriano", pues al contrario que otros directores, a él le interesa menos la contienda en sí y más quienes participan en ella. Se acerca entonces a la intimidad de estos hombres cansados, sin ilusión ni fuerzas, y propone una concienzuda radiografía psicológica y emocional, haciendo brotar por el camino temas tan espinosos como la lealtad a la patria, el odio racial, la falta de respeto a los ideales militares y la ausencia de fe en la política y los oficiales.

Mientras va puliendo las aristas interiores y los caracteres de esos soldados definidos de primeras como personajes de trazo grueso, el cineasta, que en la distancia recuerda "La Patrulla Perdida" de Ford, cruje nuestros nervios a la manera "hitchcockiana" con la intromisión de un elemento extraño: un oficial norcoreano escondido en el templo. Esto sirve sobre todo para avivar las tensiones, raciales, humanas e históricas; mientras se echa la vista atrás al conflicto de la 2.ª Guerra Mundial, donde los que ahora son aliados antes eran enemigos y aún quedaban hombres de valor y espíritu, se mira de reojo al recalcitrante racismo estadounidense.
Aprovechando todos los recursos a su alcance, como todo artesano de la serie "B", Fuller, quien cuenta con material de archivo militar, despliega un espectáculo visceral durante una última parte a lo "Río Bravo" dedicada al combate entre ese grupo de hombres y el enemigo coreano, impersonal, que no trasciende más allá del efecto físico (o, en el caso del oficial prisionero, dibujado con desdén y maldad con poca justificación para con sus actos). Al igual que Siegel o Huston, sabe captar el impacto de lo que significa sentirse dentro de una contienda, la poética macabra y feroz de seres que se despedazan sin piedad, dejando poco lugar a la gloria o el orgullo. Sólo quedan agujeros de bala y sangre derramada.

Acusado de colaborador de los comunistas por el Gobierno y tildado de reaccionario por algunos periódicos (fíjense que paradoja), el director obtuvo un gran prestigio por su obra, resultando ésta un antes y un después en el género bélico.
Poco después los ejecutivos de 20th Century Fox le contrataron para repetir dicho éxito, con la menos memorable "A Bayoneta Calada", también situada en la Guerra de Corea.
Chris Jiménez
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7 de febrero de 2023
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película bélica que tiene como escenario la Guerra de Corea. Cuenta con una atmósfera tensa, el picado-contrapicado que delata intenciones, planos de grupo para fortificar la unión, los sonidos agobiantes de los disparos, el simbolismo religioso sobre la desesperanza, la iluminación que comunica las emociones y el colapso psicológico de los soldados (como el fantasmagórico plano medio de Zack cuando lo invade la crisis nerviosa), el climático enfrentamiento en el que todo parece estar perdido. Puede que tenga una carga patriótica, pero el discurso antibélico me aprisiona cuando muestra la deshumanización de la guerra.

En todo caso presumo de ser muy clásico con este tipo de película y ésta, en muchos momentos, me ha aburrido. Quizás ese escenario tan largo en el tiempo, en el templo, tenga mucho que ver con mi apreciación. No la he disfrutado como pensaba. Un 5.
Mag61
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5 de diciembre de 2016
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película bélica que tiene como escenario la Guerra de Corea. La experiencia militar de Samuel Fuller sin duda ayuda a desarrollar una historia bélica muy interesante, humana, dura y directa. Samuel Fuller demuestra que para contar una buena historia de guerra y mantener el interés del espectador, las limitaciones de presupuesto y medios no son un obstáculo.

Muy recomendable, un clásico que merece ser recordado.
virtusfidelitas
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