Secuestro en Venice

Hoy en día pones una televisión generalista y sólo encuentras cine en dos franjas horarias. Por un lado, un par de películas semanales en prime time con películas nacionales recientes esponsorizadas por la cadena -sobre las que tienen derechos-, taquillazos de hace tres o cuatro años que la cadena ha adquirido por un precio razonable y películas de renombre de hace más tiempo por las que no hay que pagar apenas derechos. Por otro lado, las tardes de los fines de semana son el dominio de lotes de incalificables películas alemanas, suecas o inglesas comprados al peso, de temática romántico-familiar y final feliz, que por fuera parecen truños – y lo son- pero reconozco que inexplicablemente son tremendamente adictivos y, si se te da por empezar uno, cuesta no terminar de verlo y no empalmar con el siguiente (tienen la extraña propiedad de que parecen todos formar parte de una única macropelícula en la que el final de uno enlaza con el comienzo del siguiente por mucho que una sea una película alemana sobre un hostal de la Selva Negra y la siguiente es una película holandesa sobre un invernadero de tulipanes).

Dicho en otras palabras, las cadenas de TV invierten lo justo en cine: lo que les obliga la ley en cine nacional que luego amortizan emitiéndolo en cuanto es posible, blockbusters a buen precio y morralla al por mayor. Hasta cierto punto es normal, dado que el buque insignia de las cadenas son los programas de política/informativos, realities o series y el cine ha quedado para eso, para relleno. Pero, aunque muchos no me creerán, hubo un tiempo, hace ya más de veinte años, donde las programaciones eran más rígidas: el magazine para amas de casa de las mañanas, el telediario, la telenovela, el magazine de la tarde, los dibujos animados, el telediario y un programa de política o un capítulo de una serie o una película. Teniendo en cuenta que cada semana echaban un episodio de la serie y que había una o dos series en curso – que podías tener suerte de que te gustaran o no-, las películas eran uno de los momentos televisivos familiares más esperados.

Si “Desaparecido en Venice Beach” fuese una película de 1995, juzgada en ese contexto, sería una notable producción con mucho flow, con un Bruce Willis que exprime sus últimas gotas de tipo duro con clase y humor, un alivio cómico potente como Thomas Middleditch, un icono de belleza clásica como Famke Janssen, un tío de moda como Jason Momoa, un hilo conductor cachondo como es el secuestro de un perro y mucho, mucho buen rollo. Tanto, que se le pueden perdonar todos esos defectos que la crítica profesional ha destacado -acertadamente por una vez- calificándola de ‘chapucera’, ‘batiburrillo’ o ‘bufonesca’. Y es que es verdad, la película pide a gritos acción, tiros y sangre y la falta de presupuesto los reemplaza por continuas idas y venidas de un sitio a otro, diálogos mordaces entre miles de personajes, situaciones cómicas y algún puñetazo que otro. En aquellos gloriosos tiempos comedias ligeras con un actor famoso como reclamo y un toque de acción, tenían su cabida en el panorama televisivo y cinematográfico y se disfrutaban sentado con la familia delante de la tele porque eran un producto de entretenimiento asegurado tras una tarde de telenovelas, noticias y Ana Rosas.

Pero si somos realistas, cuesta entender este producto en 2017 y cuesta ubicarlo en un mundo del entretenimiento saturado de cine y series a la carta. Nadie le puede quitar la buena vibra que transmite, incluso se puede alabar y reconocer el talento e ingenio para hacer una película de acción sin acción o centrarnos en los valores que transmite… pero en el fondo es no querer aceptar la realidad de que, aparcando la componente nostálgica, está fuera de lugar y por debajo de la media.

Horrible, insultante, sin gracia. Sólo algunos adjetivos que se le pueden ofrecer a esta infecta película llamada "Desaparecido en Venice Beach", una burda representación (no llega ni a pseudo-película) con un sorprendente reparto al cual se les habrá pagado en consideración por participar en semejante mierda. Bruce Willis es un detective que busca a su perro. Punto. Lo demás es secundario e intrascendente. Ni Famke Janssen, ni un vergonzante Jason Momoa ni el propio Bruce Willis subido desnudo en un monopatín consiguen levantar este descalabro. Tal vez la participación de un deprimido John Goodman, pero ni eso.

No es una película, es un insulto a la inteligencia y al tiempo personal de cada uno. Una basura con todas las letras. Ni se molesten en verla.

Bruce Willis lleva casi una década haciendo un 90% de películas de acción realmente malas porque lo que busca es el dinero y se comprende pero a veces se rebaja a niveles tan inferiores que sin querer se denigra a si mismo. Esta película se salva por muy poco de esa clasificación porque se centra más en una comedia de acción, en la cual ni hay comedia ni hay acción. Hay un par de escenas que a lo mejor están subida de tono y son graciosas de ver pero ya está. El reparto es muy bueno, juntando a grandes actores sobre todo dentro de la comedia convencional pero entre que no se les da la importancia que debería y que la película no tiene ninguna gracia, pues no funciona nada en absoluto. La historia es un barullo que se lía así misma queriendo tomar más de dos vertientes diferentes que al final se entrelazan, provocando un nudo de esos que son difíciles de desatar. Hay escenas que realmente duran menos de medio minuto y no entiendo por qué además de que no aportan nada a la historia, es decir, que son totalmente prescindibles de acabar en el proyecto final. En conclusión, Willis te mereces muchos más, esto no es lo peor que has hecho pero en cuanto a comedia sí.

Una lástima de película. Tiene casi todo para haber sido muy buena, pero terminó siendo una decepción.
Me encantan las locaciones (Venice Beach), la fotografía y trabajo de cámara son buenos, la música también, correcto montaje, hay talentosos actores y el guion tiene una buena idea de base pero está mal desarrollada.

La idea es que el protagonista, un detective privado, para salir de una situación mala se mete en otra peor. Para salir de ésta vuelve meterse en un nuevo embrollo y así sucesivamente hasta que termina debiéndole favores y dinero a todo el mundo. Un concepto interesante, pero para que la historia evolucione se elige una serie de gags penosos y sin gracia. La dirección es fallida, no termina de encontrar el tono correcto. Por lo tanto en este caso debo ponerle un suspenso al guionista y al director.

Es una historia a la medida de Bruce Willis, comedia y acción. John Goodman no puede actuar mal ni queriendo, pero aquí no se aprovechan en nada sus dotes. Jason Momoa como villano, jefe de una narco banda, es una muy buena elección.

Este tipo de película que en los 80 se hacían como chorizo y salían muy bien (ejemplo "48 horas") aquí no termina de cuajar en ningún momento. No hace falta un director que sea un genio para hacer este tipo de películas, solo uno que tenga oficio. Pero parece que hoy en día ni eso hay.

La parte de comedia debe ponerla la pareja protagonista, pero cuando llega la parte de acción hay que olvidarse de la comedia y dar caña con acción a tope. Y los malos tienen que ser muy malos y chungos también. Entonces tendrás acción y comedia. Pero aquí los malos parecen ser tipos de buen corazón. Momoa que tiene el físico para ser muy villano, es un narcotraficante perdonavidas, bonachón y que ni siquiera le da un par de hostias a quien se las merece. Con un villano así no se puede hacer una película, ni siquiera una de comedia. Y con un guión deshilvanado, que no sabe en qué centrarse tampoco.

Este film me dejó la sensación de que pegó en el travesaño. Le faltó poco para ser un gol, pulir el guion, dejar de lado alguna historia secundaria y centrarse mas, y que la acción y los malos fueran de verdad y no parte de la comedia.

Bueno, discreta película dirigida por Marc Cullen y escrita junto a su hermano, Rob Cullen, que podría haber sido mucho mejor de lo que finalmente ha sido. Creo que el director ha querido darle un toque cómico y de acción pero no ha conseguido ni de lejos alcanzar ni un término ni otro.

La película se deja ver, no es larga, con lo que no se hace en ningún momento pesada, y no es lo peor que Bruce Willis ha hecho en estos últimos años, pero tampoco consigue destacar especialmente en nada, simplemente es una película para desconectar y pasar a otra cosa al instante.

Bruce Willis se ve cómodo en ella, recupera un poco el tono sarcástico que le identificó tanto en su mejor época en el cine, está acompañado de un John Goodman con el que tiene química, pero tampoco es que sea un papel demasiado complicado para el que fuera protagonista de "Luz de Luna".

John Goodman vuelve a retomar el papel de amargado abandonado por su mujer como hiciera, por ejemplo, en "El gran Lebowski", y está simplemente correcto. Muchos usuarios afirman aquí que él es lo mejor de la película pero yo me quedo, sin duda, con Jason Momoa. El marido de la actriz Lisa Bonet es un pedazo de moreno de origen hawaiano que se come la pantalla con su 1´93m de altura e interpreta aquí a un traficante de drogas de manera natural, me ha gustado mucho, sinceramente.

El alumno en esta película de Willis es el desconocido por mí actor canadiense Thomas Middleditch, entrañable y haciendo a la perfección al novato de turno, la actriz y modelo holandesa Fanke Janssen se pasea por allí, la también modelo Jessica Gomes se desnuda cada cinco minutos, el actor Adam Goldberg ni pincha ni corta y la actriz mexicano americana Stephanie Sigman cumple con su papel de chica del traficante. El perro es un amor y la película acaba siendo un guiño, como pretende su director, a la famosa primera película de John Wick en la que Willis lucha por recuperar a su perrito robado.
Un saludo,
Tess