Arturo, el millonario seductor

Ante el advenimiento de la nueva versión de Arthur, me decido a ver el filme de Gordon en versión original. Dos cosas me han llamado la atención del segundo visionado que quisiera compartir con mis amigos Filmaffínicos.
De un lado tenemos en el original elementos de valía que habían pasado desapercibidos por mí. Entre ellas, la continua intertextualidad entre el protagonista (inmortalizado por Dudley Moore ) y Chaplin, de quien aparece imagen y música en varios compases. Junto a esto, la otra cuestión es la brillantez de los diálogos, algunos de los cuales parecen firmados por un Oscar Wilde. Gielgud está magnífico. Dudo mucho que nadie pueda igualarlo. Chaplinismo e ingenio van labrando un tono irónico y agridulce en la mayor parte de la película. Si este tono hubiera tenido continuidad, y si la historia en sí superara la banalidad, podríamos haber hablado de una buena película. Por supuesto, la versión doblada nos arrebatan buena parte de la frescura de los diálogos, y en un visionado se escapan algunos de los detalles que comento.
Yendo, no obstante, al meollo del fracaso, adelantaré el espectador que la película es en el final un total despropósito. El director opta por un mensaje capitalista que da bueno el dinero por el dinero, al tiemp que fuerza las teclas para lograr el happy ending. No hay deseo de interiorizar en el drama del protagonista alcohólico, no hay voluntad de plantear un mensaje de ningún tipo. Todo pasa para recaer en la mayor de la banalidades.
Sigan mi consejo, presten atención solo a los diálogos de la versión original. Lo demás es paja.

Exitosa comedia de principios de los ochenta, ahora un poquito desfasada. Primero, con casi cien millones de dólares de caja, 95 con algo para ser exactos, logró ser la cuarta más taquillera de los Estados Unidos en 1981. Segundo, es que encima le dieron dos Oscars, uno por la popular aunque quizás no tan buena canción original, "Best That You Can Do" de Christopher Cross y el otro al mejor actor secundario, el casi siempre estupendo John Gielgud, ese actor que casi siempre hace criado o mayordomo. Bueno, y eso que no me refiero a las otras dos nominaciones a los premios de la Academia o a los cuatro globos de Oro. En definitiva, un título con mucha pegada que como alguien apunta marca la transición entre la comedia romántica de los setenta y la de los ochenta. Sin ir más lejos, me parece un claro precedente de "Pretty Woman" (1990), aunque no tan extrema en la fantasía idealizada.

"Arthur, el soltero de oro" tiene el grave inconveniente de que su protagonista cae mal desde que aparece. Un tipo maleducado, inmaduro e inútil, dado al alcohol y a las prostitutas, pero que como es un multimillonario les ríen las gracias. Pues bien, supongamos que lo acepto. Pero no, hay más cosillas que me molestan. Por ejemplo, ¿por qué la prometida tiene que ser rica y guapa? Hubiera sido más lógico que hubiera sido una petarda. O, ¿por qué se empeñan en casarlos? Otra cosa, ¿acaso Arthur (Dudley Moore) nunca ha visto a una mujer en su vida? Porque eso de ver a Linda (Liza Minnelli) y caer rendido es que no me lo trago. ¿Qué tiene acaso para volverlo tonto? ¿Que roba corbatas? Detrás de esta visión percibo un intento desmitificador en sentido progresista en la que las personas se enamoran porque sí, sin que las virtudes tanto físicas como espirituales o morales jueguen ninguna baza. Oro no, latón.