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El verano que vivimos

Romance. Drama Año 1998. Isabel, estudiante de periodismo, se ve obligada a realizar sus prácticas en el diario de un pequeño pueblo costero gallego para terminar la carrera. Al llegar, quiere empezar cuanto antes a investigar, a demostrar todo lo que ha aprendido para convertirse en una auténtica periodista. Pero el puesto que le asignan es el último que ella esperaba: la escritura y gestión de las esquelas que llegan a la redacción. Pero esto, que ... [+]
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
7 de mayo de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película me ha hecho pensar en que las películas son como las paellas. Sigues la receta al pie de la letra, pones todos los ingredientes que tienes que poner y piensas menuda paella me va a salir. Entonces la sirves, empiezas a comer y te das cuenta que no está buena. No está mala, te la puedes comer pero no está buena. Pues a veces con las películas pasa lo mismo, en esta en concreto. Tiene todo lo que en otras pelis te ha encantado pero aquí funciona todo sin pena ni gloria.

Bueno, todo no claro. Javier Rey es lo mejorcito que le ha pasado al cine y a la tv en muchísimo tiempo, Ese hombre todo lo que toca lo mejora. Es como su propio apellido indica el rey.
york
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25 de abril de 2021
10 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director de Fariña, Carlos Sedes, se ha convertido hoy por hoy en uno de mis directores favoritos de España y es que, desde hace varios años, es de los pocos que me hace vibrar con sus historias. Aprovecha bien sus recursos (no sé si tiene mucho o poco presupuesto para sus producciones), pero se nota el amor, la paciencia y las ganas. ´

Si con Fariña me fascinó, con El Verano que Vivimos me ha enamorado. La fotografía, de Jacobo Martínez (al que no conozco, pero espero que su nombre se escuche bien alto) es realmente bella, impactante desde el primer fotograma (la playa con los coches alineados, el banco colgado del árbol con la luz del atardecer, las ruinas, con el pájaro que se posa allí para morir…) y mientras, esa música, que acompaña todo lo que va a suceder, de Federico Jusid (pianista y compositor argentino, pero que trabaja en España y que ha compuesto más de cuarenta bandas sonoras), es preciosa y tan necesaria durante todo el metraje que estás ansioso porque vuelvan a sonar sus notas. Sí, al final suena una canción compuesta por nuestro querido Alejandro Sanz, muy bonita también, pero, es sin duda, el piano, el alma de esta crónica.

Aunque en un principio es Isabel (Guiomar Puerta) la que comienza el relato, son Lucía (Blanca Suárez) y Gonzalo (Javier Rey) los verdaderos protagonistas. Es 1998, Lucía necesita unas prácticas para acabar la carrera, pero como las ha solicitado tarde le toca realizarlas en un pequeño pueblo costero de Galicia. Ella cree que podrá escribir artículos y así demostrar todo lo aprendido, pero al llegar se encuentra con que va a escribir las esquelas que lleguen a la redacción. Pronto descubre una, tan romántica, que decide investigar de quién es. Y así comienza una historia increíble, que es un lugar común, del que se han escrito innumerables novelas y de las que se han grabado infinitas películas; pero no todas tienen magia, no todas nos embriagan, no las vivimos todas con pasión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Teresa
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22 de diciembre de 2020
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Típico melodrama español. La dirección fotográfica es maravillosa, la interpretación de Blanca Suárez, Javier Rey y Pablo Molinero notable. La necesidad de que Blanca Suárez interprete un acento que no tiene le resta credibilidad y seriedda desde el minuto uno a la película ya que el espectador conoce de sobra a la actriz y sabe de dónde es, por lo que chirría a oídos del espectador.
Uxiusa
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1 de marzo de 2021
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay muchas películas que intentan hacerse un hueco en el melodrama, todas con el riesgo de caer en los tópicos y no ser capaces de parecer auténticas, desarrollar personajes con personalidad y sin sentimientos impostados, o de esquivar la siempre cruel amenaza de la lágrima fácil.

“El verano que vivimos” no solo no escapa de este riesgo, sino que cae rendido a sus pies, narrando un melodrama que parece buscar la épica en cada secuencia. Como muchas otras es dramática, sentimental, y sobre todo empalagosa. Nada resulta creíble y la trama avanza por inercia.

Se trata de una historia narrada en dos líneas temporales. La más actual es poco interesante y, aunque desencadena a la anterior, no aporta gran cosa al conjunto y tiene una resolución fuera de lugar, esperada a pesar de las pocas pistas que deja. Hay una buena construcción de algunos personajes dejando de lado a algunos otros, siendo irregular.

Uno de los aspectos más cuidados es una banda sonora que acompaña, pero no resalta. Se nota el tiempo dedicado a ella, pero parece tener la necesidad de aporta calor a cada paso, y eso a veces es excesivo.

La dirección de Sedes es interesante, coloca a los personajes en consonancia con el paisaje gracias a un notable trabajo de fotografía. Se nota que sabe dónde colocar la cámara y demuestra un buen pulso. Su experiencia en series hace que le falte algo de ritmo cinematográfico, pero tampoco le ayuda un guion tan denso.

Finalmente vemos cómo “El verano que vivimos” cae en las redes del género llenando de tópicos la pantalla, incapaz de aportar nada nuevo y siendo un drama más, intrascendente.
Moody
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31 de mayo de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre la resaca electoral y el final de la temporada de fútbol hay espacio para el cine, en este caso una película con la que Carlos Sedes pretendía dar el do de pecho del drama romántico español. Para eso se rodea de dos actores guapos, Blanca Suárez y Javier Rey, que por cierto aquí se conocieron para iniciar una relación sentimental que aún dura, así que me alegro por ellos, se preocupa de una buena fotografía con Jacobo Martínez y una inspirada banda sonora a cargo de Federico Jusid, y tira de manual para su presunta magna obra. Es decir, que mezcla Nicholas Sparks, en concreto "El diario de Noa" (2004), con el ambiente rural con viñedos y todo de "Un paseo por las nubes" (1995), más un toque a lo "Revenge" (1990). Sin embargo la propuesta es notoriamente insatisfactoria y de hecho ha resultado ser un enorme fracaso en taquilla, recaudando algo menos de la cuarta parte de lo invertido. Iba a comentar que es sólo un bonito envoltorio, una bella postal pero tampoco llega a eso. No nos engañemos, el ambiente de cortijo andaluz, de faenas agrícolas a pleno sol, de sudor, tierra y atraso no tiene nada del glamur que esperas en este tipo de relatos. Y encima si la ambientas de forma tan sosa en un desaborido 1958 pero que podía haber sido cualquier otra época ya que ella va a ir con pantalones, como si fuera el presente.

Dicho lo cual, lo señalado no son los peores errores de "El verano que vivimos". Ni siquiera lo es que sea tan terriblemente tópica, todo en ella es un cliché visto demasiadas veces en el cine, ni que se empeñe en un guión en dos líneas temporales que lo único que consigue es, por un lado, ser cursi y, por el otro, restarle minutos a la trama del pasado que es la única que nos interesa. No, lo más grave es que Carlos Sedes parte de una buena idea pero es incapaz de reflejarla. A ver, un amor romántico que se extiende incondicionalmente durante cuarenta años merece toda mi atención pero no veo en ningún momento que el comportamiento de los personajes se corresponda con estos sentimientos que me dicen que sienten. No hay naturalidad, ni sutileza, ni un desarrollo acorde, es todo un romance de postín que por su estructura es indistinguible a un calentón. La primacía que le confieren a la sexualidad presente, sin diálogos, y la negación de la vida futura hace que se destruya el concepto de amor romántico que tratan de venderme. Por no hablar del comportamiento tan estúpido, todo para forzar como en las peores telenovelas el drama barato. Hay un fragmento en el que se nos dice que "hizo de aquel verano su momento eterno", idea brillante, pero por desgracia nunca vemos en qué consiste la felicidad de ese tiempo.
Reaccionario
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