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Dos días, una noche

Drama Sandra dispone sólo de un fin de semana para ir a ver a sus colegas y convencerlos de que renuncien a su paga extraordinaria para que ella pueda conservar su trabajo. Su marido la acompaña para apoyarla. (FILMAFFINITY)
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Críticas 109
Críticas ordenadas por utilidad
5 de diciembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
2 días y una noche nos obliga necesariamente a echar un vistazo atrás y revisar la filmografía de los hermanos Dardenne y su particular forma de observar y mostrar la realidad social.

En el año 1999 se colaban por primera vez en el festival de Cannes con su Rosetta, obteniendo la Palma de Oro, tanto a la mejor película, como para su joven actriz, Émilie Dequenne. La película trata un drama social, abordando la vida de una adolescente de 17 años cuya existencia, encadenada a una madre alcohólica y a una caravana, nada entre la desesperanza de la ineficacia de los subsidios sociales y la imposibilidad de conseguir un contrato laboral. Plagada de primeros planos de la joven Dequenne (impresionante actuación) y una cámara al hombro, cuyo balanceo enfatiza la angustia y desesperanza de la joven, los hermanos Dardenne daban a conocer al gran público su particular forma de entender el cine social. Un cine desnudo de atrezos, maniqueos o moralina innecesaria, que no buscaba la denuncia explícita, sino calar en la psique de los espectadores para acaso turbar su aburguesada y adormecida conciencia. Esta firma y sello personal de los Dardenne se mantendría incólume en sus siguientes películas.

En el año 2002 nos sorprendían con otra pequeña joya, Le fils (El hijo), y su maestría para situarnos en una circunstancia en la que no querríamos estar, en una dicotomía moral no elegida, pero a la que nos sentimos obligados a asistir. Nuevamente con planos cortos, cámara danzante y ausencia de banda sonora, más allá de la propia de la escena, la cinta relata la relación entre un carpintero (Olivier) y un joven (Francis) recién salido del reformatorio que comienza su formación en su taller. Entre ellos se esconde un terrible secreto relacionado con el hijo fallecido de Olivier que dirimirá el contenido dramático de la película.

En el año 2005 volvían a ganar la Palma de Oro a la mejor película por L’Enfant (el niño). En ella relatan la relación de dos jóvenes, Sonia, de 18 años, y Bruno de 20 que, pese a su mala situación económica, pues Sonia recibe el subsidio social y Bruno consigue el dinero mediante robos, acaban de tener un hijo. Aunque la llegada del pequeño Jimmy significará un anclaje con la realidad para Sonia, para Bruno la paternidad no cambiará nada en su forma de entender la vida. Una penosa decisión de Bruno con respecto a su hijo desencadenará la sucesión de consecuencias que pondrán aún más patas arriba su ya complicada vida. La cámara de los Dardenne ejerce en esta película de inédito observador de los acontecimientos. No juzga, simplemente se ubica en el camino de los jóvenes y observa el discurrir de los acontecimientos. Bruno, irresponsable, inmaduro, infantil y, aunque parezca todo lo contrario, de buen corazón, aprenderá las lecciones de la vida de la peor manera que ésta puede presentárselas: golpeándole de lleno.

Finalmente hay que hablar también de Le Garmin au vélo (El niño de la bicicleta), estrenada en el 2011. Bellísima película que nos habla de Cyril, un niño problemático de 11 años que vive en un hogar de acogida donde su padre le ha abandonado. Cyril muestra su hostilidad hacia el mundo por la desafección de su padre, al que busca constantemente escapándose una y otra vez del hogar pese a los infructuosos esfuerzos de sus tutores. Es precisamente en una de estas búsquedas cuando conoce a Samantha, mujer serena y paciente que decidirá acoger al pequeño en su casa. Con Samantha Cyril conocerá el amor que tanto le ha sido negado, pero antes tendrá que saldar cuentas por sus acciones pasadas. Destacar la sencilla, y a la vez magnifica, metáfora que consiguen los Dardenne mediante el suave traveling del paseo en bicicleta a la vera del río. La cámara abre el encuadre por primera vez para dejar entrar la luz y dotar de belleza y luminosidad a la escena, sutil simbolismo de la transición que está aconteciendo en la vida de Cyril.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Orestes
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17 de julio de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me uno a los que esta película no les ha gustado especialmente. No me molesta que sea lineal ni previsible. Lo que me molesta es lo poco creíble que me resulta el motivo que desencadena el drama así como algún que otro episodio de los que van acontenciendo. Ello hace que me sienta manipulado y me impide poder ver la película con libertad y naturalidad. La crítica alaba la película, entre otras cosas, porque dicen que no contiene artificios, que es muy natural, muy real, pero pasan por alto precisamente esto que acabo de comentar. La califico como interesante porque hay muchas ideas que lo son, pero a mi parecer no se han plasmado bien.

¿Es creíble que un empresario ponga en una vicisitud como esa a sus empleados: o renunciáis a la prima o echamos a Sandra? Si tan hijo de puta es, ¿por qué no la despide directamente, o por qué no elimina directamente la prima aduciendo la crisis? ¿Para qué tanto rollo de votación? Ah sí, para que podamos hacer esta película. Tampoco me cuadran los números: 1000 euros de prima no dan para mucho (estamos en Francia) y no los veo una gran tentación. Y con 16 trabajadores renunciando a esa prima tampoco veo cómo se va a pagar el sueldo de la número 17.

¿Es creíble que ni un solo compañero, nadie, incluso los pocos que han votado por ella, se planten ante el jefe diciéndoles que no piensan pasar por esa mezquindad y que vote su puta madre? Sé que hay mucho inánime por el mundo, que es incapaz de reaccionar ante este y cualquier otro tipo de injusticia, pero ¿ni uno solo se planta?

Sé que hay mucho desalmado insensible por el mundo, pero por favor, en serio, ¿por 1000 putos míseros euros, por muy necesitado que estés, vendes tu alma al diablo y consientes que una compañera sea despedida?

¿Es creíble que alguien vaya mendigando de puerta en puerta para que los compañeros, que antes han votado en su contra, ahora voten a su favor y así pueda conservar su trabajo? Por favor, un poco de dignidad. Me gustaría haber puesto en este punto el comentario que he puesto en el Spoiler.

¿Era necesario que el motivo por el que Sandra está de baja sea que ha pasado por una depresión? Dicho de otro modo, ¿no podía haber estado de baja, por ejemplo, porque se ha roto la pierna? Por supuesto que no, porque de ese modo la película sería menos dramática, porque de ese modo…

¿Era necesario empezar el encuentro con cada compañero exactamente de la misma manera? Verás, la votación se va a repetir el lunes, porque en la votación del viernes fulanito influenció a algunos diciéndoles que si no me despedían a mí entonces se corría el riesgo de que los despidieran a ellos, pero eso no es cierto, así que te pido que ahora votes por mí. Que sí, que la explicación me parece razonable, pero digo yo que esta parte nos la podrían haber mostrado una única vez y en el resto de ocasiones ir al meollo del asunto.

No todo vale para explicarnos los dramas y situaciones "reales". Y esta película peca de ello.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
1984
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8 de febrero de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un despido es, por muy malo que pueda ser, una situación "simple".
Dejas de trabajar, recoges tus cosas y te vas a casa.
Con lo que nadie contaba es que, a medida que avanza la precariedad laboral, un despido se puede convertir en algo de lo que dependen también el resto de trabajadores, preñado de detalles que evidencian poca empatía, y una auténtica prueba de dignidad para el despedido.
A veces, no es tanto el despido, como todo lo que conlleva, una sensación parecida a ser muerto en vida, sin ganas de hacer nada más que convalecer amargamente, pensando en qué puto momento se escribieron las reglas injustas que dejan a personas sin otra opción que salvar su culo a costa de cualquiera.

'Dos Días, una Noche' es la exploración concreta, naturalista y profunda de esa situación.
Sandra se enfrenta, en la perspectiva de un fin de semana, a perder su trabajo si sus compañeros prefieren percibir un bono por más dinero, cuando se vote la decisión última al llegar el lunes.
Mucha gente en esa misma situación hablaría de lo miserable de sus compañeros, de lo mucho que ha sacrificado por el trabajo, de lo duro que ha sido volver a reincorporarse... pero nadie hablaría de los momentos depresivos en los que apenas te quedan fuerzas para luchar por lo tuyo, porque sientes que te han quitado todo, a punto de ser aplastado por una roca que no puedes frenar en su avance.
Justo esos silencios, en los que no pasa "nada", son los que componen esta historia.

Así, Sandra se pasea de casa en casa, buscando a sus trabajadores para convencerles de votar a su favor, personas con las que no sabemos si ha tenido algún contacto más allá de lo laboral, pidiendo una empatía que bien puede no estar ahí.
No hay buenos ni malos: se evita inteligentemente criminalizar a nadie, porque todos tenemos facturas que pagar, terrazas que arreglar, pagas extra sin las que no podemos sobrevivir... cada uno tiene sus motivos, y sería difícil culparles por una decisión que, en el fondo, lo único que busca es la mera supervivencia en un sistema mezquino, donde lo sobrante se elimina enseguida.
Hablaba antes de silencios, y así es, no hay banda sonora alguna en las opresivas tardes del fin de semana, excepto en esos breves paréntesis en los que Sandra deja que una canción (aunque sea triste) suene alegre y atronadora en la radio de su coche, combatiendo ese fantasma de soledad que solo parece ausentarse cuando el ruido lo oculta.

Y es que lo más triste de su situación no es el posible despido que pende sobre su cabeza, sino esa sensación indeterminada que te deja inválido, que solo quiere hacerte dormir y olvidar: es duro levantarse para decir a todos que mereces la pena, pero mucho más cuando ves, en tus actos y en sus miradas, que es posible que no lo valgas.
No es que haya maldad en las acciones de Sandra... pero puedes darte cuenta de que no es la más honesta de sus compañeros, ni siquiera sabrías si ella misma rechazaría la paga extra si otro estuviera en su lugar, o si haría lo que hace de no estar tan necesitada (¿se habría tomado tantas molestias en hablar con cada uno si no dependiera de ellos?).
Pero quién podría culparla por querer sobrevivir. Todos queremos hacerlo, y lo que esta historia hace bien es mostrar como ese deseo lo supera todo, saliendo al paso en las peores situaciones, no en aquellas que dependen de fuerza, sino en las que requieren de voluntad (las más duras).

Pese a todo, esto tampoco es un muestrario de miseria humana.
Sandra se enmierda en laberintos del trato social, pero a veces, de entre lo malo, le viene un poquito de esperanza. Diminuta, pequeña, a veces insuficiente. Pero esperanza.
Los Dardenne, dentro de todo, parecen exponer que vale la pena levantarse por eso. Pero también exponen que es algo que se puede olvidar fácilmente, cuando queremos creernos que el mundo no tiene nada que ofrecernos.
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Charles
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5 de octubre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo una entrevista al psiquiatra Guilermo Rendueles en la que decía recetar lo siguiente a muchos de sus pacientes: "lo que usted necesita no es un psiquiatra ni una pastilla, sino un comité de empresa". Uno observa la desesperación inicial de Sandra, la protagonista de esta película, sus ganas de quedarse en cama y atiborrarse de antidepresivos y no puede evitar pensar en la frase de Rendueles. Sandra, interpretada por una excelsa Marion Cotillard, es una trabajadora de, intuimos, baja cualificación profesional. Su marido trabaja de camarero en un restaurante y ambos sacan adelante como pueden a sus dos hijos. La factura personal de la precariedad es demasiado para Sandra. En el arranque del film descubrimos que está a punto de incorporarse de nuevo al trabajo tras una baja por depresión. Sin embargo, su jefe ha planteado una disyuntiva maliciosa a sus compañeros: o echar a Sandra o quedarse sin la paga de beneficios de mil euros por cabeza.

Este planteamiento, en otra época, casi cuatro décadas atrás, nos habría sonado practicamente a película de ciencia ficción distópica . En nuestros tristes días, sin embargo, reconocemos el argumento como puro costumbrismo documental. ¿Un empresario aparentemente buenrollista que somete a sus empleados a una elección muy cabrona? Que sor-pre-són. A partir de este arranque asistimos a la odisea a la desesperada de Sandra para convencer a sus compañeros de que la elijan a ella en una segunda votación. En su periplo se dará de frente con todas las posibilidades que ofrece el carácter humano cuando se le somete a una cuestión así: ira, frustración, indiferencia, compasión, arrepentimiento, indecisión o tristeza.

Como espectadores sabemos lo que va a pasar desde el principio. Es una película de los hermanos Dardenne. Su mirada a la Europa contemporánea es, desde hace más de veinte años, descarnada y lúcida. Sin embargo, en este trabajo descubrimos una capa nueva dentro del patrón general que configura sus obras: en el proceso de intentar convencer a sus compañeros, Sandra experimentará la cálida sensación de la solidaridad entre los machacados cuando estos unen sus fuerzas. Asediada por las dudas sobre sí misma y abismada a la posibilidad de terminar en una vivienda social con sus hijos, Sandrá se hará fuerte en su vulnerabilidad y será consciente del valor de los lazos que la unen a varios de los trabajadores de su empresa. En la respuesta iracunda y violenta de algunos de ellos reconocerá los valores del sistema encarnados en las personas que la rodean, los agentes involuntarios de una dominación estructural.

Es el proceso de Sandra, vacilante, tembloroso, siempre al borde del abismo, lo que nos conecta con su odisea interior. El descubrimiento personal de que hay una alternativa a esa sensación de abandono y desolación es su triunfo frente a las estructuras oprimentes del capital y del trabajo asalariado. La contención formal de cada una de las escenas -bordeando la inexpresividad, como es marca de la casa- no impide que una emoción intensa se vaya apoderando de nosotros a medida que avanza el metraje. Al terminar la película, entendemos, Sandra es ya otra persona. Ha comprendido por lo que ha pasado y la transformación que ha tenido lugar en su vida. Intuimos, así, en un futuro que está por llegar, la repolitización de la protagonista, la asunción de su conciencia de clase y la necesidad de dar la batalla de forma organizada.

Gracias, Jean Pierre y Luc, por esta pequeña maravilla.
Doctor Zaius
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6 de septiembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La gran base de esta película es su guión y su gran planteamiento, una historia basada en la realidad social de una sociedad capitalista.

Historias que reflejan la realidad social y moral de una época movida por el dinero y los valores están muy detrás de ellos, cada historia, cada personaje retrata la nueva realidad social desde diferentes puntos de vista.

El guión es la base de esta gran película, Cotillard se encarga de una interpretación magistral, llena de realismo y dolor.

La película no busca un lado artístico, busca más un mensaje social, pero el realismo que rodea a la historia es importante.
Bélgica y la clase social media baja, una sociedad llena de inmigrantes y muchas más cosas, que muy lejos deja esas ciudades preciosas de Bélgica.

Una película muy recomendable y muy interesante.
manuel
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