Destino a cara o cruz

Buena película, e interesante, que tiene una especie de denuncia basada en la violencia de género. Se disfraza de un policial clásico para perseguir una confesión, una confesión que no debería perseguirse pues es un caso cerrado, pero el policía (Philippe Noiret) es el típico para estas películas, un tío inconformista que no quiere que se cierre un caso en el que existen dudas o falta de pruebas.

Este inspector es un cabezón que va en contra del mundo. Dice que antes la justicia servía al pueblo, y hoy sirve a la política. Y será así, y eso a él, le da asco. La presentación de este inspector, está plenamente lograda y es la baza ganadora. Aunque puede que parezca algo irreal por momentos, no descompone un argumento sólido y con personalidad.

La película es recomendable como película del género policial y como thriller psicológico en el que dos personas -el policía y el ciudadano- se enfrentan por cuestiones más allá de las meras sospechas. La trama habla de las ocasiones perdidas, de deseos insatisfechos, de dejar pasar la vida...

Interesante y entretenida película que expone mediante el género policial cómo la vida pasa más deprisa para los infelices y cuando te quieres dar cuenta... pues eso, que se te ha pasado.

Burdeos. Una comisaría con casos de prostitución, drogas y asesinatos. El inspector es viudo y tiene una hija. El sospechoso de asesinato vive con la ilusión de embarcar para la Polinesia; pero su mujer -ahorradora cual hormiguita- no le deja. Sin embargo, la hacendosa mujer muere y el caso se archiva, porque parece seguro que ha sido un accidente doméstico. Ya tenemos dos viudos: el inspector y el sospechoso, que sólo es sospechoso para el inspector.
Y llueve incansablemente sobre Burdeos. Desde las altas esferas se exige que se tape un asunto de drogas que está tomando unas dimensiones de epidemia y al inspector metomentodo le regalan la jubilación anticipada.
Mientras tanto, sospechoso e inspector se van haciendo amigos e incluso físicamente se parecen cada vez más, hasta que, en la escena final, ambos embarcados, se confiesan autores de sendos crímenes: sus mujeres tenían unos caracteres muy fuertes.