Dulces horas

Un hombre (Aierra) revive a partir de una obra escrita por él mismo para TV, titulada "Dulces horas", los recuerdos de su infancia y en particular el suicidio de su madre. Lo hace gracias a los ensayos en los que los actores representan a cada miembro de su familia durante la posguerra, a la par que inicia una relación amorosa con la actriz que protagoniza el papel de la madre, de gran parecido físico a ésta.
Siendo como es, quizás la película menos conocida y transitada de Saura, así como prácticamente un film maldito de éste, resulta esto especialmente contradictorio y erróneo (creo yo que puede ser la obra peor vista o analizada de su autor también), precisamente por cuanto "Dulces horas" es una película sólida y convincente, una suerte de, a partir de las mismas obsesiones saurianas de siempre, cierre a su magnífico cine alegórico y metafórico con títulos tan memorables como "La prima Angélica" ó "Peppermint frappé", pero que supone una obra con un sello moderno y fresco a la vez, de no poca originalidad y con un sentido del humor dramático y reflexivo.
Es un Saura sin Geraldine Chaplin en el que confluyen aspectos perpetuos de su cine: el anonadamiento/admiración del hijo(a) al padre/madre hasta convertirse en obsesión traumatizante para el personaje filial, quién debe "liberarse" de esa opresión del pasado, de su infancia y recuerdos, a través del encuentro y búsqueda de una persona que suplante a la madre como aquí o convivir con ella misma ("Elisa, vida mía", por ejemplo).
Como en otras cintas de Saura, también hay un doble papel para la actriz principal. Un film muy poco visto y valorado.

Última pelicula del cine de autor de Saura (y de su colaboración con Elías Querejeta), cuando ya había rodado su primera cinta convencionalmente narrativa (Deprisa, Deprisa) y estaba preparando su primer musical. Aunque no llega al nivel de sus mejores obras, es injustamente una de las menos recordadas, quizá porque ya habían pasado los años políticamente difíciles en los que su cine metafórico se prestaba aún más si cabe a todo tipo de interpretaciones y triunfaban las películas festivas y modernillas de la comedia madrileña. En realidad, Saura no vive de las rentas y en algunos aspectos narrativos da una nueva vuelta de tuerca a sus complejas estructuras temporales, y en otros mejora los relacionados con la producción. Muy interesante.

El corte intimista, la introspección sentimental que se reparte en la exploración de los recuerdos personales (los de la infancia en periodo de entreguerras, otra vez) regresan bajo la perspectiva sauriana en otra disertación sobre el dolor inducido por la nostalgia y la gris irreversibilidad de la madurez.
Pero Juan -a diferencia del magistral Jose Luís López Vázquez, como aquel constructor con discapacidad mental de el 'El jardín de las delicias'- no precisa de la figura paterna organizándole teatrillos con una troupe de actores profesionales para que representen los más significativos episodios de su vida y tomar conciencia de cómo es su familia.
Como Geraldine Chaplin o Lina Canalejas en otras circunstancias, también Assumpta Serna se desdobla en madre e interés románt.. una trepa de manual.
'Dulces horas' (1982, Carlos Saura) es otra nueva incursión -pero no la mejor, ésa fue en 1974- del director al drama retrospectivo con notas biográficas.
A todo esto, si vas a llegar tarde a casa porque te has distraído viendo 'Gilda' (1946, Charles Vidor) con Álvaro de Luna, Alicia Hermida, Assumpta Serna, Luisa Rodrigo y tu hermana pequeña malmetiendo, aplaca el síndrome de Edipo visitando a Alicia Sánchez en la cocina o desvirgándote en el prostíbulo (¡invita el Algarrobo!).
Ni que decir tengo que Iñaki Aierra, al igual que José Luís Gómez en 'Los ojos vendados', no cosecha un resultado equiparable a las regresiones de Ĺopez Vázquez.
Muchísimo más reivindicable en la mayoría de episodios costumbristas (con una gota de surrealismo bélico) en todas las cenas familiares que cuando nos transportamos a un tiempo presente más lento y cursi cuyo principal protagonista es más cargante que en la adolescencia -que ya es decir-.
El estupor que provocan los arrebatos de la Serna haciendo playbacks de Imperio Argentina acrecentan (involuntariamente) el tono humoristico del invento.
Algo es algo.