Extraño pero verdadero

El segundo largometraje del realizador Michel Lipkes acompaña a un grupo de pepenadores de basura quienes hacen su labor en un camión, en un relato fotografiado en blanco y negro donde lo sórdido asume el protagonismo total.

Jonathan (Kristyan Ferrer) y Yesi (Itzel Sarmientos) son una pareja de jóvenes que recogen basura, ellos trabajan para un hombre llamado Maestro Limpio (Luis Enrique Parra) quien es quien conduce el camión denominado “Regalo de Dios”, ellos tienen una relación que deben esconder ante el constante acoso que padece Yesi por parte de Maestro.

La película inicia con un plano secuencia donde se desarrolla una escena violenta donde un hombre es asesinado y su cadáver es abandonado, posteriormente el cuerpo será encontrado por los pepenadores y ante la decisión tomada por Maestro, esto los llevará a padecer una interminable escalada de violencia.

La propuesta de Lipkes tiene un inicio por demás atrapante, un asesinato sin más información en un prolijo plano secuencia, posteriormente el relato acompaña a sus personajes en su labor diaria con un común denominador a lo largo del metraje: una sordidez constante acompañada de una sensación de violencia latente, la cual explota en su tramo final.

Si bien el trabajo fotográfico de Gerardo Barroso contiene diferentes virtudes a destacar, estas son opacadas por el guion escrito a seis manos por el propio Lipkes, Rubén Imaz y Gabriel Reyes, el cual se centra en mostrar lo miserable de la vida de sus personajes y su futuro sin esperanza, personajes que son tratados con menosprecio y nula bondad, ni siquiera en la historia de amor que se relata.

El relato, de impecable realización y acabado, busca ser crudo y chocante, con una mirada ruin de sus personajes, no solo los principales, pues de pronto aparecen algunos secundarios que solamente realizan estrambóticas acciones sin justificación alguna, donde solo el hecho de ser personajes marginales pareciera condenarles, en una mirada totalmente desposeída de humanidad.

http://tantocine.com/extrano-pero-verdadero-de-michel-lipkes/

Largometraje mexicano centrado en Jonathan (Kristyan Ferrer) y Yesi (María Evoli), dos jóvenes que trabajan recolectando basura en Ciudad de México. El romance y el thriller se mezclan en el segundo filme de Lipkes, coautor del guion junto a Rubén Imaz y Gabriel Reyes, quienes abordan el tema de la violencia con una mirada formidable.

La fotografía en blanco y negro de Gerardo Barroso se construye en base a la oscuridad, la cual es primordial ya que las secuencias nocturnas son predominantes. La película genera mucho impacto por su desarrollo visual, desde la potente escena introductoria de un asesinato sutilmente mostrado.

Otro de los puntos más altos es la música a cargo de Galo Durán, así como el diseño sonoro el cual es un espectáculo, sonidos chirriantes e intensos que logran amalgamarse bien con lo visual, creando una atmósfera inquietante y un tanto extraña.

Lipkes aprovecha esta forma para mostrar su visión, una mirada bastante efectiva que le hace conseguir un trabajo visualmente muy atractivo, con secuencias bien manejadas y trabajadas. Argumentalmente es más interesante el thriller que llega de forma chocante, más allá de que tampoco haya una explosión barata de sangre y acción, muy alejado de dicho tipo de obras.

El romance se maneja de forma sencilla, con un tercer personaje que llega evidentemente a entorpecer las cosas, lo mejor en este punto es el manejo de las escenas en pareja, naturalidad y belleza dentro de la pobreza y la abrumadora situación que atrapa a los personajes. Extraño pero verdadero es un correcto trabajo fílmico, que compensa bien su argumento con lo visual, siendo este segundo punto el más impactante.

Tras ese halo de oscuridad, melancolía y turbia expresión, la historia se empequeñece por un lento, excéntrico y estrambótico guion. Es capaz de narrar casi sin palabras una bella, intensa y cruel historia de necesidades sentimentales, de brutal y atroz búsqueda de ese sentimiento inalcanzable. Áspera y osca en su secuenciación, pierde el tiempo en sus 'paneos', planos y tomas sin hallar la justa medida de narración. Las intepretaciones quedan planas aunque las tramas son intensas y directas. Los recursos visuales escasean y todo es llevado al bicolor más austero, que jugando con sus tensiones se excede en su utilización, cerrando al espectador en un devenir de oscuridad en declive.