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Rimini

Drama. Comedia Richie Bravo, un antaño carismático cantante pop austríaco venido a menos, pero aún con notable tirón para algunas mujeres maduras, verá cómo las vueltas de la vida le pondrán frente a sus propios prejuicios raciales. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
23 de abril de 2023
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
La localidad de Rimini, viene a ser el equivalente al Benidorm alicantino, de la costa del mar Adriático italiano. Una ciudad de vacaciones para los que buscan jolgorio, fiesta, playa y sol, inundada de turistas procedentes de distintos puntos de Europa, los más jóvenes en la época estival, los menos, fuera de temporada. Como cualquier lugar de vacaciones y diversión que se precie y más si este se orienta a un público más senior, debe contar con espectáculos adecuados al gusto. Aquí aparece nuestro protagonista, Richie Bravo, una vieja gloria de la canción, venida a menos, que sobrevive de sala en sala cumpliendo las añoranzas de sus, ya pocos pero, fervientes fans. Una especie de Julio Iglesias, a la austriaca, sin la cabeza ni la suerte de este, que en los últimos coletazos de su carrera más se pareciera a, nuestra queridísima, Maria Jesús y su acordeón.


Si tomamos el símil de que la historia que se pretende contar en una película es el equivalente al concepto de una casa, veríamos que la mayoría de directores la filmarían en modo vuelo rasante mostrándonos fugazmente el tejado, otros menos, mostrarían la fachada y recorrerían sus habitaciones, otros muchísimos menos, se asomarían al patio trasero. Prácticamente ninguno, se atrevería a conducirnos hasta el sótano. Ulrich Seidl, es uno de estos, “prácticamente ninguno”, que gustan de husmear y rebuscar en las bajeras de sus personajes y de sus historias.


Muy buen cineasta, pero mal cocinero, no conoce el punto adecuado de la carne, siempre le queda poco hecha, cruda. “Import/Export” y la trilogía “Paraíso” son claros ejemplos de ello. Tan cruda que duele al masticarla, cruda al igual que la de Haneke… Ambos son austríacos, compatriotas, así mismo, de Mozart y de Sigmund Freud. El genial músico nada tiene que ver con los sótanos de la gente, el segundo no se ha dedicado a otra cosa que no fuera eso. En este caso, el “sótano”, a sondear, es el del citado Richie Bravo, interpretado magistralmente por un inmenso Michael Thomas, que guarda cierta similitud con “El Luchador” que encarnara Mickey Rourke o al crepuscular Bardem visto en “Huevos de Oro” de Bigas Luna. Para ser justos, hay que decir, que toda la parte actoral, está a una altura suprema, transmitiendo tal verdad que dan la ilusión que extendiendo el brazo se les pudiera tocar con la punta de los dedos.


Un sótano sin ventanas, muy oscuro y sucio, sobre el que se sustenta una casa, a punto de colapsar. En él, no se encuentra solo, lo comparte con su anciano padre, y una tercera persona. No es una cuestión baladí conocer el origen geográfico de un director, ya que este dato nos puede dar pistas de cuál es la herida por la que respira. Herida, en este caso, que sigue abierta, viene del pasado, no curada en el presente y con muy mal pronóstico de futuro. Le sangra la patria del ayer, del hoy y la del mañana. Le duele la decrepitud de una orgullosa nación y otrora esplendoroso imperio. Sufre el declive por extensión, de un viejo continente.


Para compensar su poca “habilidad culinaria”, le ha sido otorgado el don del encuadre. Pocos enmarcan como él, colocando la cámara en el punto y momento preciso, para darnos la más bella imagen del peor de los bodegones. Además, posee el don de la transgresión, pudiendo convertir un paradigmático y bucólico lugar de placer y diversión, como lo es Rimini, en la peor de las cárceles, donde el tormento de la tortura es liberación y la aceptación de la realidad, la única forma de seguir adelante.
Rimini pone de manifiesto que la ruina económica es un accidente, y que, sin embargo, la ruina moral es una elección. No llegando a la sordidez del “Saló” de Pasolini, es incómoda, provocativa, perturbadora, decadente, obscena, es pasado, es presente, es futuro, es real, y además, es muy buena.
osferal
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24 de marzo de 2023
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película relacionada con "Sparta" un film proyectado en el Festival de cine de San Sebastián que creo polémica por tratarse de una historia de un pedófilo que crea un gimnasio para atraer a niños en Rumania. En este caso es la historia del hermano, un cantante playboy bastante casposo que vive de amenizar las noches en los hoteles donde van los jubilados alemanes a veranear en el norte de Italia.

La ciudad turística de Rímini en invierno está desolada, eso no quita que continuamente vengan autobuses de jubilados europeos para pasar unos días allí en algunos hoteles que permanecen abiertos. No podrán bañarse en la playa ni tomar el sol, pero acuden a entretenerse por las noches con el cantante de turno. Aquí conoceremos a Ricky Bravo un borracho y mujeriego de edad avanzada que seduce a las mujeres que puede. Pero su vida va a cambiar cuando aparece una joven diciendo que es su hija...

Al igual que en "Sparta" los personajes son absolutamente patéticos, algo habitual en la filmografía del austriaco Ulrich Seidl, conocido por la trilogía de "Paraíso" (Amor, esperanza y Fe) son historias con un realismo asombroso e incómodo de visionar, por lo que es aconsejable intentar digerir en lo posible estas extrañas vidas. El director también se esfuerza en incomodar con planos larguísimos con escenas que dan grima.

Una extraña mirada a la vejez para un público minoritario que Filmin ha decidido estrenar en salas de cine el 24 de marzo de 2023 con la posibilidad de verlas en una sesión conjunta o en dos sesiones por separado.
Destino Arrakis.com
videorecord
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13 de junio de 2023
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Un retrato familiar podrido

La lente de Ulrich Seidl desmitifica la ciudad de Fellini al representarla en pleno invierno, cuando la costa italiana sobrevive a duras penas gracias al turismo de jubilados septuagenarios. En medio de la soledad que destila este tipo de lugares en temporada baja, Bravo se confunde en la omnipresente indiferencia del paisaje. Su despopularización como showman lo obliga a prostituirse, más que por necesidad económica por el deseo de volver a sentirse joven y admirado. Una urgencia casi primitiva por seguir siendo relevante a la mirada femenina, aun fuera del escenario, que se convertirá en su obsesión. Su cotidianidad se verá alterada por la disruptiva aparición de su hija Tessa, que viene a reclamar la manutención que le corresponde por derecho.

De nuevo, el patetismo de Bravo se refleja en ese primer encuentro entre ambos, donde, sin reconocerla siquiera, intenta ligar con ella. Ante esta nueva situación, tendrá que hacer malabares para poder recompensar económicamente las décadas de abandono y ausencia. Porque, no nos confundamos, más allá de explicaciones o la posibilidad de una reconciliación, lo único que ansía Tessa es el dinero.

Presentada esta narrativa familiar, entendemos de dónde viene el miedo primigenio de Bravo a quedarse completamente solo y desaparecer. También el porqué de su incapacidad de ser un buen padre, incluso cuando se le presenta la oportunidad de redención. Un vistazo atrás, a su antecesor, nos muestra el origen de las decisiones que lo han llevado adonde está. El gran Richie Bravo se mira en un espejo para devolvernos la imagen de su padre, un viejo nazi con demencia internado en un asilo. Incapaz de recordar a sus hijos, lo vemos entonando cánticos a favor del Reich y haciendo el saludo nazi frente a la cámara. Sin embargo, poco queda ya de él que, consumido por su propia carne, es el reflejo de la historia más aterradora protagonizada por Europa. Una historia de la que, al parecer, no hemos aprendido ninguna lección.

*El estudio de un personaje ridículamente patético

Rimini es, sin ninguna duda, un minucioso y mordaz estudio de personaje, que tiende a la sátira y a la humillación reiterada de su protagonista. Richie Bravo representa la bajeza moral del ser humano, ese tipo de personas cuyo ego, lejos de provocar enfado, despierta una risa colectiva. Rimini es, también, una crónica de la soledad que antecede y amenaza a Bravo. Todo, desde el paisaje neblinoso plagado de hoteles decadentes hasta las escenas intercaladas que tienen lugar en la residencia de su padre, refuerza esa sensación de soledad. La maldición de Bravo reside en el ritual de patetismo autoimpuesto que Seidl explora desde un humor incomodísimo y seco que, en realidad, apunta hacia nosotros.

En este paisaje no hay lugar para la empatía, sí para una especie de regocijo y vínculo emocional hacia el final del largometraje. Por fin, Richie Bravo recibe un buen balde de justicia poética al tener que acoger en su casa —atestada de viejos y obsoletos recuerdos de lo que un día fue— a unos migrantes a los que desprecia. Un racismo que, durante el metraje, se vislumbra en las palabras, gestos y miradas de su protagonista. La sombra del padre nazi se alarga hasta alcanzar a su hijo.

*Ulrich Seidl, el “pornógrafo social”

Seidl se sirve de sus recursos habituales —el plano fijo y general, la ausencia de música extradiegética— para construir, visual y metafóricamente, un marco concreto al que no se asoma. Él solo se encarga de captar una serie de imágenes sin digresiones, creando un efecto de realidad a través del cual es el público quien reflexiona. Su filmografía da cuenta de ello: en Animal Love, Modelos y Paraíso: Esperanza se lleva a cabo un ejercicio crítico acerca de la soledad y el egoísmo; en Paraíso: Amor y Safari la esclavitud se disfraza de “turismo sexual”; y el fanatismo religioso se esconde tras Paraíso: Fe. Su última película supone, por tanto, la consolidación de un estilo y unas intenciones discursivas que lleva años puliendo.

En Rimini, el austriaco nos obliga a mirar, a no apartar la vista de su protagonista: un perdedor rechazado por la sociedad, condenado al ostracismo. A nosotros, en nuestro papel de voyeur, no nos queda más remedio que ser partícipes del ridículo más exponencial en cada escena.

*Conclusión

Aunque pueda parecerlo, Rimini no es solo la historia de un cantante de schlager caído en el olvido, tampoco es el estudio de la muerte chabacana de una carrera que, quizá, nunca fue brillante. Seidl dibuja una parábola escalofriante sobre los pecados del padre que se convierten, inevitablemente, en los castigos del hijo. La balanza moral acaba inclinándose, a través de las generaciones, hacia las sombras que llevan décadas amenazando con resurgir.

Escrito por Cristina Rosales García
Cinemagavia
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1 de agosto de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sumario

En esta película, la habitualmente implacable mordacidad del director Ulrich Seidl y la eventual sordidez de algunas situaciones se hallan algo atenuadas por la pintura de un protagonista decadente pero que se quiere bastante a sí mismo, dentro de un conjunto de personajes a quienes el director deliberadamente hace que nunca terminemos de creerles del todo, personajes que en definitiva mercantilizan sus vínculos ocasionales o familiares como método.

Reseña:

Esta película nos narra la vida de Richie Bravo, un maduro y decadente cantante del género Schlager en el balneario de Rímini durante un invierno.

No hay duda de que el cine austriaco (y también su literatura) se caracteriza por su sequedad, su mordaz crudeza y la incomodidad que causa en el espectador. Basta pensar en Michael Haneke (La pianista), Jessica Hausner (Lourdes) y por supuesto en Ulrich Seidl, el director de esta película.

Su protagonista deambula con paso decidido por las desoladas y frías playas de una Rimini invernal yendo a hoteles para cantar frente a grupos de turistas jubilados y jubiladas enamoradas de su pasada (y relativa) gloria. El Schlager es la canción melódica pop sentimental en lengua alemana en la que abrevó hasta ABBA y Richie, una especie de Cacho Castaña o Sandro obeso, maduro, grasa, algo alcohólico y decadente, sigue percibiéndose como sex symbol lo que le permite incluso lucrar de otras maneras con sus admiradoras. Pero el relativamente tranquilo equilibrio logrado por el protagonista con sus rebusques se ve alterado por la irrupción de un personaje.

La película comienza con el reencuentro con su hermano (que será protagonista de Sparta, uno de los habituales spin-off del director,) y su padre demente senil (Hans-Michael Rehberg, en su actuación póstuma) para el sepelio de la madre de ambos. El padre se halla internado en un geriátrico y la acción vuelve repetidas veces a ese anciano, arrojando algunas claves sobre su hijo. Cabe destacar que las canciones que canta Richie (a cargo de un notable Michael Thomas que efectivamente las canta) fueron compuestas especialmente para la película, y comentan en parte el relato (están afortunadamente todas subtituladas).

En este caso, la habitualmente implacable mordacidad de Seidl (realzada por su notable capacidad para los encuadres y las locaciones: le basta una sola imagen para pintar todo un cuadro de situación y arrancar una carcajada culpable) y la eventual sordidez de algunas situaciones se halla algo atenuada por la pintura de un protagonista que se quiere bastante a si mismo y de sus interlocutoras.

En este film donde el tema de la inmigración de países árabes aparece como nota colateral, el director deliberadamente hace que nunca terminemos de creerles del todo a un conjunto de personajes que en definitiva mercantiliza sus vínculos ocasionales o familiares.
Daniel B
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