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Los cuatro jinetes del apocalipsis

Bélico. Drama. Romance En vísperas de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), las dos ramas de una acomodada familia argentina se dividen en dos bandos: los Desnoyers, oriundos de Francia, y los von Hartrott, de origen alemán. Julio Desnoyers, un joven irresponsable y bohemio, tiene un romance con Marguerite, una mujer casada. Cuando estalla la guerra, el esposo de Margueritte se va al frente. Poco despues, una serie de circunstancias hacen que Julio cambie ... [+]
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
8 de noviembre de 2015
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Verdaderamente los cuatro jinetes fueron Rex Ingram (director), Rodolfo Valentino (actor), June Mathis (guionista) y Vicente Blasco Ibáñez (autor de la novela). En lugar de la conquista, la guerra, la peste y la muerte que los jinetes voladores dejaban tras de sí, nuestros elegidos cabalgantes dejaron el éxito asegurado de una película cuyos ingresos superaron con creces la disparatada inversión que, para su tiempo, se realizó y que les hace ocupar el sexto puesto entre los films silentes más taquilleros, al lado de “peliculitas” como El nacimiento de una nación, Intolerancia o “Way down east”, todas ellas de un señor que se llamaba D.W.Griffith.

Año 1921. Aunque a algunos les parezca mentira ya existía el cine, y además dejaba sus beneficios. Claro que había que ser osado y jugársela como así hizo June Mathis, guionista y “alma mater” de un proyecto en el que pocos confiaban por las dificultades que entrañaba llevar a la pantalla grande una obra como la del escritor levantino. June Mathis convenció a la Metro para que negociase la compra de los derechos de la novela, adaptó el guión, fue la promotora del fichaje de Ingram para la dirección y de Valentino como actor principal. Y la cosa salió bien. Tan bien que Miss Mathis, de quien se rumoreó una relaciones tanto con Ingram como con Valentino, acabó convirtiéndose en una de las mujeres con más influencia en el Hollywood de su tiempo a la par que primera mujer ejecutiva de la productora. Recordar también que fue guionista de la maravillosa “Greed” (Avaricia) de Erich von Stroheim.

El público era el Cesar y al Cesar había que darle lo que demandaba. Y ahí aparece la figura naciente de Rodolfo Valentino, una especie de gigoló de los salones de baile de la época, al servicio de las damas. Y el tal Rodolfo se nos marca un tango que si bien no figuraba en la historia original de nuestro Vicente Blasco Ibáñez, le queda a la película como anillo al dedo y se convierte, por méritos propios, en uno de los instantes memorables de la historia de un cine, que recién salido del horno ya dejaba momentos para el recuerdo y el disfrute de unas y otras generaciones.

El éxito de audiencia y la recaudación hay que buscarlo más en el excelente, y absorbente, argumento dramático de la historia contada en una novela cuya fuerza y difusión internacional no aseguraba su éxito cinematográfico. Y debo decir que, visto lo visto, el gran activo del film está en la forma como el guión capta a la perfección una historia de realidades duras como la vida misma, con sus amores y desamores, sus encuentros y desengaños, sus luces y sus sombras, sus miedos y sus cobardías… Una serie de circunstancias que se concatenan y que estallan a la par que una Gran Guerra que acaba por poner a cada uno en el sitio que le es propio.

Madariaga, apodado el centauro, es un español emigrado a Argentina que negociando con ovejas acaba convertido en el hombre más rico del país. A su muerte, sus yernos, uno francés y otro alemán, optan por retornar junto a sus familias a sus países de procedencia. Sus iniciales desavenencias acabarán magnificadas por una guerra que asolará Europa. Una buena historia a la que se supo adicionar momentos cinematográficos más que notables y alguno que otro efecto artificioso por mor del guión, pero que encaja a la perfección, seguramente gracias a las notables habilidades de June Mathis.
FATHER CAPRIO
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20 de noviembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La presencia de un Rodolfo Valentino que llena la pantalla con su carisma fue el principal reclamo en fechas de su estreno de esta superproducción. Y aunque hoy día, casi un siglo después, la figura ya legendaria del argentino sigue siendo el motivo primero por el que nos acercamos al film, nos bastan unos minutos para concluir que Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis es mucho más que una fulgurante estrella. Estamos ante una obra maestra, aunque en muchas antologías no sea considerada una de las obras fundamentales del mudo.

La película refleja el horror de la guerra con una crudeza desgarradora. Se diría que ha sabido capaz de retener el rastro hediondo que van dejando a su paso los cuatro corceles. En este aspecto creo que supera con creces la película bélica que todos los cinéfilos tenemos como referencia de la época, El Nacimiento de Una Nación. Pero además, la película que nos ocupa, está sazonada con momentos de un exquisito lirismo:
Una bañera de oro macizo, absurda en medio de las ruinas del combate.
El tratamiento del color, que aparece puntualmente como un rojo explosivo que tiñe de sangre la pantalla en los momentos de máximo dramatismo.
Los aguerridos franceses se preparan para morir, y sus rostros, captados en un soberbio travelling lateral, reflejan mil matices.
Antes de la batalla, en un entusiasmo inconsciente, se canta la Marsellesa, con una mujer enarbolando la tricolor, como si fuera el cuadro de DelaCroix. Imposible no acordarse de Casablanca
Y, sobre todo, la soberbia secuencia inicial en la que Valentino baila un tango en un tugurio de Boca. La cámara se centra en el duelo del galán con otro parroquiano por la compañía de una furcia del lugar, como si fuera un relato del mejor Borges. Pero también recorre a la audiencia que observa la pelea, gañanes ebrios, como el que ve el pez en el vaso. Años después, se repetirá la escena, esta vez en un elegante local parisino, y esta vez el baile será con la mujer de su vida. Pero la reacción del público, que vuelve a ser captada por el director, es más dañina que la de los inocentes borrachos.

Muy recomendable película, adaptación de uno de nuestros mejores literatos.
AdolfoOrtega
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12 de mayo de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera versión del clásico de nuestro Blasco Ibáñez, autor que tuvo mucha fortuna en el Hollywood dorado del cine mudo. Cuenta los avatares de una familia argentina dividida en dos bandos, franceses y alemanes, que tras la muerte del hacendado patriarca, parte a una Europa inmersa en esa loca espiral de ambición y nacionalismo que condujo a la Gran Guerra.
La tragedia que se cierne sobre el mundo va a afectar, como no podría ser de otra forma, a las dos familias. Un joven Valentino hace el papel de Julio Desnoyer, un artista diletante interesado sobre todo en el amor de una mujer casada, pero que sufre una transformación y, sin ir con él la cosa, se enrola en la armada francesa y pierde la vida.
Film mítico, de gran presupuesto, tiene una soberbia puesta en escena, unas interpretaciones fabulosas y se convierte en todo un alegato contra la sinrazón de la guerra. Todo un clásico por el que no ha pasado el tiempo, todo lo contrario, es muy actual: el año pasado se estrenó una auténtica obra maestra de Ozon, Frantz, ambientada en el mismo conflicto, que no se llevó el oscar a la mejor película extranjera, lo cual supongo que es normal.
capote
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15 de marzo de 2021
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81/14(11/03/21) Famosa y exitosa cinta (la más taquillera de 1921, superando a la chaplinesca “The Kid”. La primera en la historia en superar el millón $ de recaudación. Considerada como la sexta película muda más vendida de todos los tiempos. Durante su lanzamiento inicial, recaudó $ 4.500.000 a nivel nacional), aunque algo envejecida adaptación silente del homónimo best-seller (el libro más vendido en USA en 1919) de 1916 del valenciano Vicente Blasco Ibáñez. Cumple un siglo desde su estreno (06/Marzo/1921) este melodrama épico considerado uno de los primeros films anti-bélicos (hasta vemos niños muertos) de la historia junto a “J’Accuse” (1919). Dirigida por Rex Ingram, con guión de June Mathis (fue la primera mujer ejecutiva de Metro / MGM y, con solo 35 años, era la ejecutiva mejor pagada de Hollywood. En 1926 fue votada como la tercera mujer más influyente de Hollywood, detrás de Mary Pickford y Norma Talmadge), que tuvo el acierto la guionista de descubrir al sex-simbol Rudolph Valentino en este film, creando el mito del ‘Latin Lover’, que se convierte en la estrella de la historia ya desde su legendario baile de tango en su presentación (no estaba esta escena en el libro, pero al ser un bailarín Valentino se aprovecharon estas dotes para la escena), pero es que además su personaje es el que ejemplifica un arco de desarrollo más pronunciado. La historia trata sobre dos yernos, uno francés y el otro alemán, de un rico argentino, Madariaga, a finales del siglo XIX, tras su muerte, las dos familias regresan a Europa (una a Francia y otra a Alemania) solo para quedar atrapadas en las convulsiones de la Gran Guerra Mundial, siendo esto una excusa para reflejar el cainismo humano en que unos hermanos luchan unos contra otros por motivos espurios, hombres contra hombres en guerras sin sentido, donde el ganador son Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, y los que pierden son los vivos.

Una historia con dos partes bien definidas. La primera es para la presentación de personajes, bastante estereotipada, con la prole ‘germana’ expuesta como militaristas rígidos, que cuando llega la Gran Guerra (en la segunda parte) se encuentran en su marcial salsa. Aunque la familia ‘teutona’ queda en segundo plano con respecto a la ‘francesa’ reflejados como hedonistas decadentes bohemios, amantes delos lujos y de la buena y ociosa vida; La segunda parte es adentrarse en las fauces de la Guerra, en sus horrores, donde la Muerte y el sufrimiento se apodera del ánimo, aquí la imaginería mística y las escenas mordaces hacen acto de presencia para hincarte el diente en algunos incisivos tramos; Teniendo además en lo bueno una excelente cinematografía de John F Seitz (“Sunset Boulevard”), de clara inspiración pictórica en algunos momentos (esto visualizado notoriamente en una escena con Julio militarizado en un pueblo junto a otros soldados), esto en miscelánea con la dirección de arte de Joseph Calder.

Madariaga (Pommeroy Cannon) apodado El Centauro, ha venido de España para establecerse en Argentina donde, a finales del siglo XIX, se ha convertido en un rico terrateniente amado y temido por sus trabajadores. Si bien muchos de los jóvenes híbridos de su propiedad tienen un extraño parecido con él, solo tiene dos hijas legítimas. Luisa (Bridgetta Clark), la mayor, está casada con un francés, Marcelo Desnoyers (Josef Swickard), el favorito de Madariaga, Elena (Mabel Van Buren), la menor, con un alemán, Karl von Hartrott (Alan Hale), solo tolerado por su padre. Después de siete años, Luisa finalmente está embarazada de su primer hijo, mientras que Elena tuvo tres hijos, criados de manera militar. Cuando Luisa finalmente tiene un hijo, Julio (Rudolph Valentino), Elena está muy decepcionada porque esperaba que sus hijos recibieran los millones de su padre. Julio crece para convertirse en un joven libertino, el nieto favorito de Madariaga. Lo acompaña a disfrutar de la vida en los cafés de tango de La Boca, barrio infame de Buenos Aires. Una vez que es demasiado mayor para acompañar a Julio, se consuela en casa enseñando tango a la hermana menor de Julio, Chichi (Virginia Warwick), para horror de Luisa. Mientras tanto, Karl cría a sus hijos de acuerdo con los principios alemanes: "El hombre debe ser entrenado para la guerra y las mujeres para la recreación del guerrero".

La película en su inicio ya marca las cartas en su parcialidad cuando muestran al matrimonio del alemán como envidiosos avariciosos ante el parto de su cuñada, y esto remarcado por como el patriarca Madariaga detesta a su yerno teutón y a sus tres nietos, sin saberse bien porqué. Por tanto no hay imparcialidad. Esto queda remarcado por como Madariaga se ve reflejado en su nieto Julio (Rudolph Valentino) ya adulto, con el que sale por los bajos fondos del barrio porteño bonaerense de Boca. Donde se da una de las grandes escenas del film. Un hombre y una mujer (Beatrice Dominguez) bailan un tango en una taberna, Julio se acerca y pide bailar con ella, la mujer mira a Julio de manera seductora. El hombre lo ignora y continúan bailando. Julio desafía al hombre, lo golpea violentamente, dejando claro lo caprichoso y arrogante que es. Tras lo que Julio y la mujer bailan un sensual tango que los parias (uno de ellos borracho observa un pez en su copa, elementos estos de humor presentes en la cinta, como es el recurso del mono) en el tugurio aplauden (tango que se repetirá más adelante, pero en contraste en un lujoso local de París), paran y la mujer se sienta en el regazo de Julio, Madariaga cae ebrio al suelo, la mujer ríe, y Julio responde despreciándola y cogiendo a su abuelo para llevárselo. Dejando también patente el cariño del nieto por el abuelo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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