Bajo sospecha

El matrimonio americano va de luna de miel a Europa en plan espía. Los ingleses quieren que por medio de varios contactos consigan la información sobre el arma secreta de los alemanes: la mina subacuática magnética. Está claro que no era muy secreta porque ya se sabía.

Nada más que pisan Europa la impresión es que el matrimonio no encaja en lo que debería ser un ambiente de opresión, de miedo ante la amenaza inminente de una invasión absoluta de los nazis. Se les ve muy alegres y se puede sospechar con razón que el complejo de superioridad americano va a echar por tierra la película pero... Ha aparecido Basil Rathbone de nazi con toda su parafernalia y se ha convertido en el señor Peligro. Su enérgica presencia que actúa como una apisonadora ante la pantalla ha reanimado el interés. Fred McMurray ha dejado de hacerse el chistoso y el espectador ya ve acción.

Un final difuso (apreciación personal) impide que la película suba al podium.

La crítica en su día no la puso muy bien. Sólo salvó las actuaciones de Joan y Fred. La trama y el guion no lo pusieron muy bien.

Y quizás, esas críticas de antaño, que muchas veces quedan desactualizadas, porque con el paso del tiempo, lo pone cada uno en su lugar, en este caso, creo que sobreviven.

La película está muy bien, pero es más bien un juego de rompecabezas, lo que ahora sería los scape room, que una película sobre la Segunda Guerra Mundial. Para empezar, es bastante frío, me sorprendió oír a Joan Crawford divertirse y alegrarse por ser una espía, como si fuese un juego. Y así ha sido durante la película, un juego. No hay temor por los nazis.

Que si lo sacas de contexto, pues sí, tiene su gracia, aunque llega un punto que te pierdes. O apuntas las pistas en un papel, o los protagonistas tienen una memoria bárbara para hacer.