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Full Throttle

Acción. Drama Joe es un motociclista callejero que toma parte en carreras ilegales en todo Hong Kong. Una noche conoce a un joven corredor, David, y los dos se hacen amigos. Sin embargo, David es un piloto profesional patrocinado por el distanciado padre de Joe, Paul. Joe quiere demostrar que es el mejor hasta que algo terrible sucede que le hará replantearse su vida. (FILMAFFINITY)
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Críticas ordenadas por utilidad
28 de septiembre de 2017
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A veces los sueños no están ahí, frente a nosotros, esperando a ser atrapados; a veces debemos lanzarnos a por ellos sin pensar en las consecuencias, y, si fuese necesario, a una velocidad de 200 km./h....
Pero al no pensar en las consecuencias, la cuestión es otra: ¿es preciso arriesgar la vida por un sueño?

Es la cuestión a debatir en esta producción de Tung-Shing Yee (o Derek Yee), quien venía de encarar un aluvión de premios y reconocimientos gracias a su trágico melodrama "New Love", y que a su vez le iniciaba como productor a través de Film Unlimited. La razón de la que nos ocupa, un tanto desmarcada del estilo de sus anteriores títulos, es lo fuertemente conectada que está a su propio pasado, pues además del cine su otra gran pasión fueron las carreras automovilísticas, llegando a competir como profesional en circuitos internacionales e incluso a ganar el Grand Prix de Macau en un par de ocasiones.
En el momento de realizar "Full Throttle" cuenta con más de una década de experiencia manejando el volante y otros cuantos años de comentarista deportivo; traslada todas estas vivencias, tanto las malas como las buenas, al mundo de las motos, si bien él jamás las condujo, y ya sólo con las primeras secuencias podemos adivinar su estilo e intención; aquí la historia se desarrolla en los asfaltos urbanos, al otro lado de las competiciones oficiales, las ilegales...y por tanto mortales. Pero cuando entramos en este microcosmos lo hacemos con una mirada ajena, la de David.

No tarda mucho el guión en unir a este recién llegado de Inglaterra, novato apasionado del motor y con gran potencial, al corredor experto, el por todos respetado en los alrededores, pero a su vez puro "outsider", alma libre y despreocupada; le da vida, cómo no, Andy Lau en su enésima interpretación de este personaje-tipo al que desde luego le gustó amoldarse desde hacía tiempo en su carrera. Teniendo en cuenta el modo en que están perfilados su Ah-Cho y David, no necesitamos mucho tiempo para adivinar los trazos melodramáticos que terminan componiendo el estilo del film.
Homólogos recíprocos: de existencias fútiles, pasado marcado por la muerte de la madre y ausencia forzada de la figura paterna, sin trabajo, sin un plan de futuro concreto, ambos sólo se sienten inspirados por el peligro y la superación de sus propios límites a un nivel extremo; son, tal vez, en un contexto muy genérico pero acertado, los clásicos rebeldes sin causa, los adictos a experimentar emociones que en la cotidianidad serían incapaces de sentir. Yee demuestra talento para las dos cosas: la minuciosa y eficaz filmación de secuencias de acción nocturnas en la autopista (no en vano el rodaje se alargaría más de un año debido a su obsesión por la perfección) y su habitual retrato de personajes, desde el humanismo y la intimidad.

Debido a esto, pareciera que "Full Throttle" evoluciona más dentro de los hogares de los protagonistas que en la carretera...y así es. Los que vean reflejado al Cruise de "Días de Trueno" en Lau fracasarán en sus expectativas, pero los que recuerden su Wah-Dee de "A Moment of Romance" estarán más cerca de lo que intenta contarnos el sr. Yee; en efecto, lo hace respetando todos los tópicos y clichés (no se deja ni uno) de ese melodrama hongkonés, recargado en su sentimentalismo y romanticismo, sobre jóvenes de vidas truncadas, que tan bien lleva conquistando al público desde mediados de los '80.
No faltan: la chica sacrificada inútilmente por el muchacho (una dulce pero insípida Gigi Leung en su debut, cuando aún le faltaban un par de clases de interpretación), ni el veterano retirado que aconseja y ejerce de padre sustitutivo, ni el verdadero padre, iracundo y siempre en rebelión contra los actos de su descerebrado hijo, ni siquiera la anciana (tía, madre o abuela) que por algún motivo se verá afectada por una gran tragedia. Lo malo es que el guión del propio Yee se esmera en componer un mosaico de personajes auténticos y creíbles para deshacerse de ellos en un santiamén tras la fatalidad sufrida por el protagonista.

Fatalidad en forma de terrible accidente y que actuará a modo de revelación, haciéndole valorar lo efímera que puede ser la vida y lo banal de arriesgarla por una gloria inalcanzable...o al menos así debería ser, pues estereotipos como Ah-Cho son de ideas fijas y, lejos de abandonar el peligro, desean enfrentarlo más directamente, sin considerar los sentimientos de sus seres queridos, resultando unos personajes autodestructivos por vanidad y muy alejados de lograr nuestra empatía (al menos la de un servidor). Este es un punto de inflexión engañoso, pues las cosas alrededor de él no mejoran, sino que van a peor...
Y como antes decía, la inmensa mayoría de secundarios, con sus propias e interesantes subtramas, se hacen a un lado para cederle toda la atención, o peor aún, asomarán de soslayo, en apariciones poco comprensibles...o, incluso de manera más irritante, dejarán de formar parte de la trama para ser introducidos hacia los cuartos finales como recurso dramático auxiliar, siempre en apoyo de la evolución (e involución) que está sufriendo aquél. Así, ni su padre ni David (unos decentes Paul Chun y David Wu) gozan de una profundización satisfactoria y tan sólo quedan en lo superficial.

Remata la faena de estas confusas maniobras narrativas el que sea un elemento externo a la propia historia y al círculo de Ah-Cho (nada menos que una anciana que se encontraba en la autopista en el momento más oportuno...o inoportuno) el que sirva de conciencia milagrosa para hacerle abrir los ojos de una maldita vez.
La nota de cursilería final termina de dejar en lo muy previsible esta costosa y accidentada producción que, como estaba previsto y pese a las frustraciones de Yee, disfrutó de éxito en la taquilla y una buena ración de galardones. Si el público (hongkonés, al menos) lo quiere pues se le da; pero en sus semejanzas sale ganando por supuesto la obra de Benny Chan.
Chris Jiménez
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