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Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el closet

Comedia Manuel viaja a su ciudad natal para el aniversario de boda de sus padres buscando conseguir dinero y poder irse a vivir con su novio a Dinamarca. Al llegar a la casa de su familia su novio lo deja y entra en crisis con su vida. El viaje sirve para despertar problemas familiares: la no aceptación de su sexualidad, el enojo del padre porque nadie quiere ocuparse de la fábrica de pastas familiar y especialmente conocer un secreto de su hermano.  [+]
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
6 de noviembre de 2020
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Hogar, dulce hogar

Después de ver Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el clóset se puede comprobar lo necesarias que son esas comedias románticas, que no emergen desde un dramatismo más duro y crudo. De forma análoga a como ocurre en propia vida, el cine también revela historias en las que hay una problemática más ligera, sin una búsqueda de reflexión exacerbada, sino de hacer disfrutar a los espectadores con las ocurrencias que les suceden a sus personajes. Por lo cual, en este film, se plasma todo ese ambiente distendido, con situaciones jocosas y momentos totalmente cotidianos. Además, se expone la dificultad de aceptación mediante un sistema de la idiosincrasia de una sociedad marcada por el que dirán y la falta de avance en la diversidad social y sexual en algunos ámbitos geográficos.

Sin embargo, lejos de hacer una crítica atroz, se queda en mostrar lo verídicas que son algunas de las secuencias más hilarantes, o esos diálogos que causan la risa de la verosimilitud que pueden tener en la vida real. Es cierto que no hay mayor complejidad que ese sentimiento de incomprensión y de cierta amargura interna. Además, se junta con la trama de los enredos de familia, con momentos que son ya un habitual en este género más familiar. Pero, se agradecen también largometrajes que dejen un buen rollo. Sin duda, nada en el feel-good, menos refinado que el francés, pero en sintonía con una corriente accesible hacia el público general. Únicamente, hay momentos en los que el dramatismo más pueril tiene demasiada presencia en la escena. A pesar de ello, hay unas buenas vibraciones en torno a su conjunto.

*Mi gran familia argentina

El terreno familiar se torna tierno, desastrosamente gracioso y cotidiano gracias a los actores que entra en ella. En primer lugar, Facundo Gambandé es el principal estandarte de Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el clóset, quién soporta el peso principal de la película. Hay momentos realmente brillantes del actor. Aunque, luego, hay partes en las que se caricaturiza su trabajo interpretativo, cayendo en algunos estereotipos del melodrama más juvenil. Aún así, sabe levantar su actuación, regalando algunos de los momentos claves del largometraje, incluyendo aquellos en los que hay una mayor carga dramática. No obstante, hay que aplaudir la socarronería y picaresca que deja fluir en las escenas más de show casero, como el baile que ocurre en el cuarto. También hay que destacar la química que presenta con el resto de actores, en especial con Antonella Ferrari.

Ferrari es otra de las gratas sorpresas de la película, con una interpretación bastante natural. Es cierto que no hay grandes artificios, pero hay que saber también moverse en esa expresividad en la que no hay tanto escaparate dramático. Tiene un duende especial, que hace que haya que prestar atención a los siguientes trabajos de la actriz. Por otro lado, María Fernanda Callejón es extravagante, chillona y la perfecta madre para esta película. Tiene ese contraste de felicidad perpetua, que encaja en esa falsa perfección que se desmitifica. De igual forma, Diego De Paula consigue dar verdad a su personaje, aunque hay partes en las que se echa en falta más fluidez. Sin embargo, Mateo Giuliani no consigue deshacerse de su caparazón y se queda a medio gas. Por último, Lucas Ferraro realiza una participación simpática, que sigue la estela de otros galanes de ficción.

*Comedia romántica

Desde el comienzo se puede ver que Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el clóset entra dentro de un cine con menor presupuesto. Pese a ello, obtienen un resultado más que notable, cuidando multitud de detalles de la puesta en escena, de una fotografía agradable y de unos escenarios que dan esa sensación de vuelta a casa. Por tanto, su despliegue técnico es más que digno, sin innovar realmente, pero sacando provecho de la sinergia que consigue extraer de la ambientación creada. Hay una intimidad luminosa, que no busca ser sexy y reivindicativa, por lo que su diseño artístico juega más a favor de la acción y del diálogo, que de su propia expresión e impacto visual. De esta manera, hay algunos espectadores que podrían pensar que es una comedia romántica más, a nivel estético.

En cambio, otra parte del público aprecia saber mantener su identidad clara y sincera en toda la película. La realidad es que la cinta en ningún momento quiere vender algo que no es, algo que es de agradecer, dado que ahí es donde obtiene sus mayores virtudes. Al igual que se aplaude a películas viscerales que remueven emocionalmente, también hay que valorar aquellas que su cometido es ser un divertimento con un mensaje fácil y necesario para todo tipo de público. Con lo cual, su montaje y su ritmo vertiginoso demuestran que también hay que despejarse y simplemente disfrutar. Aún así, hay algunos aspectos a mejorar como los contraluces en algunas escenas, sumado a una irregularidad en el montaje de sonido en partes muy concretas. Asimismo, la pasión y el relieve que se pone a las secuencias gastronómicas son demasiado impostadas.

*Conclusión

Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el clóset es una película amena, agradable y que deja una buena sensación después de verla. A través de un guion más cotidiano, se sumerge en la comedia romántica, pero con suficiente personalidad. Por lo cual, no busca una profundidad reflexiva, pero sí dejar salir un mensaje envuelto en una luminosidad más accesible. Después, su reparto es notable, aunque destacan, sobre todo, Facundo Gambandé, Antonella Ferrari y María Fernanda Callejón, con ese histrionismo necesario. A nivel visual no hay una innovación expresiva o artística, pero lo suplen con un ritmo dinámico y un montaje que abraza al feel-good, invadiendo con esa buena energía hacia los espectadores. Muertos en el armario hay por doquier, pero tomárselo con filosofía y gracia hacen que sean más llevaderos y disfrutables.

Escrito por Diego Da Costa
Cinemagavia
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17 de agosto de 2021
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sumario general

Esta comedia dramática redondea en forma efectiva un relato sobre la “vuelta al pago” donde la reconfiguración de los vínculos familiares post salida del closet se combina con el tema del hijo pródigo, la vocación profesional, el futuro laboral, los reencuentros y los pactos y manejos familiares, conformando una dinámica que no necesariamente tiene que ver sólo con los endogámicos entornos pueblerinos.


Reseña:

Manuel (Facundo Gambandé) es un estudiante de arquitectura. La película comienza con él despidiéndose de su pareja que se va a vivir a Europa. Emprende entonces un viaje a su pueblo natal (Villa Mercedes, San Luis) para visitar a sus padres, quienes van a celebrar sus bodas de plata, y solicitarles dinero para viajar y reunirse con su pareja. No los veía desde que en una cena familiar había salido del closet, lo que originó una discusión y su partida del pueblo en malos términos con sus padres.

Uno de los aspectos interesantes de la película de Nicolás Teté (autor también del guion) es que, justamente, no aborda el momento del coming out sino el después; describe cómo Manuel (a quienes sus padres reciben sin embargo muy afectuosamente cuando llega) procura recomponer el vínculo familiar y plantearlo en nuevos términos; una familia de un buen pasar, ya que su padre (Diego de Paula) es propietario de una fábrica de pastas.

Otro hallazgo es que Manuel va descubriendo que la familia oculta un secreto, relacionado con una ausencia que cada vez se hace sentir más en el relato, configurando otra problemática familiar que de algún modo “compite” e interfiere con la suya y desplaza repetidamente el protagonismo familiar que pretendía y torna el panorama general más complejo. En este contexto, Gambandé compone a un entrañable y por momentos ingenuo Manu que demanda ser comprendido y aceptado, mientras no paran de sumarse desengaños e interferencias a sus propósitos.

Teté plantea su historia como una comedia dramática, combinando admirablemente ambas vertientes del relato y eludiendo el melodrama. El tono de comedia en parte se debe a la impronta cómica (en el mejor sentido) que le imprime al personaje de la madre María Fernanda Callejón, en una gran actuación, y a ese desplazamiento citado arriba que se convierte también en el meollo dramático. Hay una serie de diálogos que exhiben una gran naturalidad, realzada por estar filmados varios de ellos en largos planos fijos.

Con todos estos componentes, la película logra un relato sobre la “vuelta al pago” donde la reconfiguración de los vínculos familiares post salida del closet se combina con el tema del hijo pródigo, la vocación profesional, el futuro laboral, los reencuentros y los pactos y manejos familiares, conformando una dinámica que no necesariamente tiene que ver sólo con los endogámicos entornos pueblerinos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Daniel B
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