Haz click aquí para copiar la URL

10.000 noches en ninguna parte

Drama Un joven (Andrés Gertrúdix) de desconcertante ingenuidad, vive tres vidas paralelas en tres ciudades diferentes: en Madrid lleva una vida gris y monótona, lastrada por una madre posesiva y alcohólica. En París tiene un romance con una especie de estrafalaria Amélie (Lola Dueñas). Y en Berlín comparte piso con una pintora (Najwa Nimri) y otros amigos de ésta. (FILMAFFINITY)
1 2 3 >>
Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
12 de diciembre de 2013
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
No deja de tener su gracia el que Ramón Salazar, el director de esta 10.000 noches en ninguna parte, haya aconsejado a los futuros espectadores de su película el que no intenten entenderla al minuto 15 de metraje, algo que nos insta a pensar que nos encontramos ante una cinta difícil y compleja, lo que nos predispone, de forma inconsciente, a abordarla desde una óptica distinta a la que manejaríamos para cualquier otra propuesta cinematográfica, digamos más convencional. Sin embargo, presuponer que 10.000 noches en ninguna parte se alzará como un afanoso ejercicio intelectual significa otorgarle a la tercera película de Salazar un crédito que en modo alguno merece. Nacida en los márgenes de la industria cinematográfica española, autofinanciada por el propio realizador y rodada con una cámara reflex digital, Ramón Salazar ha podido construir a su antojo y con total libertad y arbitraje la película que ha querido, pero a poco que la observemos con detenimiento, 10.000 noches en ninguna parte no resulta ni tan arriesgada ni tan innovadora como han proclamado sus artífices.

Localizada en tres escenarios urbanos distintos (Madrid, París y Berlín), la película intenta ser la plasmación de la búsqueda interior que lleva a cabo el personaje principal, un joven con graves y manifiestos problemas para relacionarse, afectiva, sentimental y hasta sexualmente, a través del viaje físico (también emocional y hasta sensorial) que lleva a cabo el protagonista huyendo de la vida gris e incómoda de su Madrid natal, viviendo, compartiendo y sintiendo reveladoras y novedosas experiencias a su paso por las otras dos capitales europeas. La ambigüedad que recorre los planteamientos de las historias acaecidas tanto en París como en Berlín no deja de resultar atractiva, desde un punto de vista conceptual, pero el mínimo e insustancial hilvanado argumental que las sostienen se revela pronto bastante endeble como para propiciar en el espectador la necesaria empatía con las imágenes, no produciéndose ni tan siquiera una esperada y conveniente evolución interna en su protagonista. 10.000 noches en ninguna parte se sustenta aquí de un desbordante esteticismo, a través de un pretendido estilo visual y sonoro de onírica y embelesante belleza, con encuadres fotográficamente hermosos y movimientos de cámara profundamente evocadores, así como también la inspirada intencionalidad dada por Miguel Amoedo y Ricardo de Gracia a la luz dependiendo de la localización (fría y deshumanizada en Madrid, nostálgica y retro en París o luminosa y utópica en Berlín); por no hablar de una banda sonora íntimamente emocional. Lo disuasorio del aspecto formal de la cinta de Salazar estriba en que, más que incitarnos a apelar a una primorosa y poética concepción de puesta en escena inherente a su autor, nos remite de manera harto fastidiosa a múltiples y archiconocidas referencias cinematográficas, que terminan de dilapidar la supuesta originalidad de toda la armadura.

Lo lamentable de todo ello es que tremendo armazón de pretendida lírica visual no arrope no ya una historia al uso, es que ni tan siquiera ofrece un plausible análisis al corazón de los traumas y carencias en la personalidad de su protagonista, que no deja de ser exhibido como un ente inerte y pasivo, observador con una casi nula capacidad de implicación en las vivencias en las que se ve inmerso, incapaz siquiera de evidenciar una tenue movilización interior dentro de su asepsia vital. Sólo el episodio ubicado en Madrid aporta claves de interés en lo que a trama y dibujo de personajes se refiere, hallándose en él matrices y pistas de sugestiva insalubridad en torno a la desequilibrada relación del protagonista tanto con su progenitora como con su hermana; conatos de genialidad que, por desgracia, no germinan en un desarrollo sostenible y acabado, por no conocer continuidad en el continuo ir y venir de la puesta en escena entre unas historias y otras. De este modo, la única vía de presunta coherencia intrínseca, no estilística, de la que podía hacer gala 10.000 noches en ninguna parte queda totalmente desangelada, a modo de premisa abandonada a su suerte en una cuneta cualquiera, utilizada solo a modo de excusa barata para justificar todo lo demás; negándose su autor la ambiciosa, pero también admirable voluntad de llevar su incómoda idea de base hasta sus últimas consecuencias, haciendo primar sobre la posible contundencia del contenido, sus esteticistas aspiraciones en el marco del continente.

Es tanta la obstinación que evidencia Salazar en fascinar a través del aspecto formal que logra, incluso, perjudicar el entregado trabajo, desbordado de ciega confianza, llevado a cabo por todo el reparto, edificando personajes que parecen surgir de una constante improvisación y a los que la pretenciosidad de las imágenes les dota pronto de una falta considerable de elaboración. Pasa, por ejemplo, con el incorporado con naturalizada sencillez por Najwa Nimri, cuyo clímax dramático* no obtiene el alcance emotivo necesario, más que el distanciado y bucólico tratamiento ofrecido por la puesta en escena a su personaje, algo que también resulta achacable a los incorporados con desnuda y sincera prestancia por Paula Medina y Manuel Castillo. Lola Dueñas acarrea con dulzura y entusiasmo con el personaje más marciano de una función sostenida sobre los hombros de un Andrés Gertrúdix sobrio, convincente en su parquedad, pero que hubiera precisado perfilar la ejecución de algún tipo de arco interpretativo, por lo menos para dar solidez y verosimilitud a su desorientado personaje. Por el contrario, en el cómputo de aciertos (sigue en "spoiler" por falta de espacio)**...
http://actoressinverguenza.blogspot.com
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juanma
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
14 de mayo de 2014
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
De entrada, el argumento es interesante. O, al menos, tal y como yo lo he entendido, porque leyendo las críticas de filmaffinity me he dado cuenta de que no todo el mundo ha visto la misma película. Y no hablo del desenlace, sino de la trama misma. Y eso, o se es un genio, o es un hándicap.

Como digo, a mí la idea inicial de la que parte el argumento me parece buena. 10.000 NOCHES EN NINGUNA PARTE muestra la vida gris de un joven lastrado desde niño por su absorbente y alcohólica madre, en contraposición con dos oníricas historias que relatan lo que pudo haber llegado a ser la existencia del protagonista, una ambientada en París (con una amiga de la infancia con la que perdió el contacto) y otra en Berlín (con un grupo de jóvenes de vida luminosa y libre). A ello cabe unir un formato visual acorde a esa idea, con una luz distinta para cada relato. El reparto, para mí, está colosal. Todos los actores se muestran verosímiles en lo enigmático o descarnado de sus personajes, según convenga.

Sin embargo, parece que hay un extraño interés en confundir y despistar al espectador. Como ya he dicho, quizá no todo el mundo haya entendido el argumento del mismo modo que yo. Y no me extraña. La película está llena de momentos que pueden dar “pistas falsas” (o verdaderas, según se mire). Incluso las historias de París y Berlín evolucionan de una manera enigmática y ambigua. Los esquemas que cada espectador se haya podido hacer para “entender” la historia pueden saltar por los aires.

Con independencia de ello (que por sí mismo no tendría que ser ni bueno ni malo), el problema quizá sea que la película se pierde en su propia ambición. Con tanta solemnidad, me ha llegado a aburrir. En sus ganas de deslumbrar, algunos recursos visuales son bastante desafortunados, y dan al film un aire de artificio y pretenciosidad (en especial, los continuos desenfoques). El montaje en paralelo, con la falta de continuidad y el diferente tono de las historias, no enriquece el conjunto, sino que más bien proporciona una sensación de caos. Al final, no sé si tengo claro qué es lo que Salazar quería transmitir, o hacerme sentir. Es obvio que el film contiene grandes momentos desde el punto de vista narrativo, y muestra sin tapujos todo un abanico de sentimientos. Sin embargo, la falta de una estructura interna (lógica o no) hace que todo se antoje incoherente, de modo que la tensión o las emociones no llegan al espectador. Al menos, no a mí.
rober
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
16 de abril de 2014
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo de "peñazo" lo digo con pena, porque admiro a un director que quiere salirse de lo comercial y hacer las cosas a su manera, pero me aburrí mucho.
Ya lo presagiaba cuando en la presentación el propio director nos previno: "no esperéis entender de qué va la película en el minuto 30". Ni al terminar, le faltó añadir.
Después de una hora no sabías si las tres historias eran independientes o trataban de distintos momentos de la vida del protagonista o eran ensoñaciones de éste.
No le he dado un 1 porque los actores están muy bien, y las secuencias están muy bien contadas. Lástima de guión.
Germán
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
19 de noviembre de 2013
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta fue una de las películas que más me atraían del SEFF'13, y mis expectativas se han cumplido, y con creces.
Hay muchos aspectos a resaltar, como el guión, la banda sonora y la fantástica fotografía, pero, sobre todo, el gran trabajo de los actores. Andrés Gertrúdix hace una interpretación a la altura del guión, llevando las riendas de esta (triple) historia; Najwa Nimri y Lola Dueñas geniales (¿hay algún papel que no borden?), y Rut Santamaría y Susi Sánchez, cautivadoras. Pero mi gran sorpresa ha sido PAULA MEDINA. Desde la primera escena hipnotiza con su arrebatadora personalidad, para, más adelante, absorber cada fotograma en el que aparece con su interpretación de alma rota que encuentra un lugar entre desconocidos, proclamándose por méritos propios como una robaescenas espectacular.
Sin lugar a dudas una de las películas más bellas y sorprendentes del actual cine español.
joselumarcos
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
14 de mayo de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En "El árbol de la vida", Jack hacía un viaje al pasado para buscar en su memoria chispazos de amor y recuperar así una vida que sentía vacía. Ahora, en "10.000 noches en ninguna parte" nos encontramos con otro personaje que necesita huir de una realidad frustrante para saber quién es y cómo ha llegado a ese lugar de infelicidad. La referencia a la cinta de Terrence Malick no es gratuita porque, en su película, Ramón Salazar toma algunos de sus elementos visuales y narrativos, de su gusto por capturar momentos sensoriales y por bucear en un pasado críptico que dé razón del protagonista, con fogonazos aparentemente inconexos de su vida que se ofrecen al espectador. No alcanza, sin embargo, Salazar la poesía ni la hondura antropológica del norteamericano, aunque sí comparte con él la voluntad de no explicar la historia o de hacerlo de modo muy personal, y el gusto por dejar que esos recuerdos fluyan en el presente en una suerte de catarsis hasta un final donde ata todos los cabos... de manera sugerida.

El acreditado como "el hijo" arrastra una existencia triste y asfixiante, sin aire para respirar en el garito del garaje en el que trabaja o en presencia de una madre alcohólica que le impide volar. Por eso, roba en su oficina algo de dinero y se fuga primero a París y después a Berlín. Allí espera encontrar respuesta a los interrogantes de una infancia que no recuerda, satisfacción a unos deseos que no controla y le inquietan, y el bálsamo para unas heridas que siguen sangrando y que no le dejan dormir. Es el viaje de huida desesperada de un niño grande, algo desequilibrado y bastante ingenuo, al que Salazar parece mostrar un nuevo mundo haciéndole salir al exterior o realizando una labor terapéutica de carácter psicoanalítico. Porque, en realidad, "el hijo" que se pasea por la orilla del Sena o el que se mueve en los circuitos artísticos berlineses no dista mucho de aquel que correteaba con su hermana por las calles de Madrid, del que tenía su primera aventura con una chica muy valiente de la que fue apartado, o del que sufría la irresponsabilidad de su madre. Son recuerdos sepultados en la memoria, y por eso bien podría tratarse simplemente de un recurso surrealista del director... y que nunca llegara realmente a visitar París o Berlín.

Caben las dos interpretaciones, la expansionista-experiencial y también la intimista-reparadora... porque en ambos casos se trata de una sanación necesaria en un niño al que se habían cortado las alas. Ese desconcierto y aturdimiento existencial, ese sentirse un poco extraterrestre e incómodo en todas partes, queda bien reflejado en el rostro de Andrés Gertrúdix... a quien Lola Dueñas intenta ayudar a recuperar aquella primera inocencia y pureza, mientras que Najwa Nimri -que consigue el momento más emotivo y sincero con la confesión de su vida- da juego a sus deseos reprimidos más lascivos e inconfesados. La película discurre en buena parte del metraje de manera algo confusa y errática, y el espectador tarda en situar a este hijo anodino en un terreno que se mueve entre lo real y lo onírico, para terminar dando las claves con un "perdóname" en el último plano.

El trabajo de montaje y la ubicación de la acción en tres ciudades distintas permiten, de todas formas, seguir la trama y viajar del crudo realismo madrileño al mundo romántico parisino o al universo libertino alemán... a la espera de que la historia se aclare en el desenlace. También la música sirve para oxigenar tanta represión e insatisfacción, en una película cargada de tristeza y dolor, donde su protagonista viaja a ninguna parte durante 10.000 noches (27 años tiene "el cachorro"), sin resortes morales y con un proceso de maduración interrumpido prematuramente, o quizá también a un pasado en el que reparar lo más profundo de su memoria.
La mirada de Ulises
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 2 3 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow