Noche de titanes

Con esta amenazadora frase, copa de whisky en una mano, y puro en la otra, un amenazador Dean Martin, pone sobreaviso a un cauto y observador George Peppard sobre el poder que ejerce sobre sus adversarios.
Y es que en este notable western, la idea de ver a Dean Martin en un papel de villano es más que atractiva. Con un George Peppard correcto, (todavía no embarcado en las aventuras del televisivo Equipo A), una solvente, aunque algo sosa, Jean Simmons, y un eficaz John McIntire, la historia nos ofrece una particular lucha contra la tiranía y el poder.
No es el mejor western de la historia, pero en una época en que el género ya empezaba a dar muestras de flaqueza, es más que gratificante contemplar esta correcta historia de "buenos y malos".

Un western de lo más curioso, donde Dean Martin incorporaba a un villano generalmente vestido de blanco y George Peppard encarnó a un héroe siempre de oscuro, a tono ambos con el color de sus respectivos caballos, un poco como el clásico de Siodmak " Una vida marcada".

Con aroma a los clásicos Western de Howard Hawks en los que el débil debe plantar cara a los poderosos a pesar de una desventaja absoluta. Tiene ese aire pero tampoco es que haya que buscar similitudes porque no está escrita ni dirigida para parecerlo, está hecha con la profesionalidad suficiente de un director de series televisivas que llegaría 20 años después a volver a encontrarse con George Peppard para dirigirle en algún episodio de El equipo A.

Tiene que dar alegría esos reencuentros entre profesionales del gremio volver a verse una y otra vez en nuevos proyectos, gente como John McIntire, o Slim Pickens que con su físico le debían tener los productores en una lista sólo para los Western porque si no, no le hubiera llamado Kubrick para su Teléfono rojo volamos hacia Moscú, ya que quería un hombretón con pinta de vaquero para pilotar su superbombardero, y allí apareció Slim Pickens.

Y Jean Simmons digan lo que digan, aquí está perfecta para su papel de mujer curtida, madura y valiente para plantar cara al energúmeno del personaje de Dean Martin (un cantante tan romántico haciendo de malvado no te lo crees, pero lo hace tan bien que es señal de lo buen actor que era). La película es cruda y violenta, con un linchamiento que los que tiemblan viendo Incidente en Ox-Bow tendrán otra cruenta referencia; más una dura pelea goyesca y escenas de acción con buenos detalles. Un escenario suficiente y poco más que añadir. No es un Western a tener en cuenta pero está bastante apañado, bien trabajado y aceptable.

El comienzo es de lo más prometedor. Desde lo alto de unas rocas Alex Flood (Martin) acecha una diligencia. Llega a lo lejos a través de una llanura inmensa. Por un momento parece el inicio de "La muerte tenía un precio". Magnífica imagen.
Como magníficas son unas cuantas más que muestran unas panorámicas de paisajes espectaculares. Abiertos, despejados, rotos al fondo por las cabalgaduras o por la diligencia allá a lo lejos. Para nosotros lo mejor de la cinta.
Lo demás es un poco la historia de siempre, "Corderos contra lobos". Un lobo que quiere hacerse con la línea de diligencias. El único negocio que le falta controlar en una aldea que es "como un cepo", donde el que se opone es ahorcado sin contemplaciones. Dramática escena esta ante un pueblo aborregado.
Pero en la diligencia llega dispuesto a poner orden el joven Dolan (Peppard), rubio y repeinado con su raya de siempre. Suerte que llega acompañado de Ben Hickman (McIntire), este en su clásico papel de duro que está de vuelta de la vida, "Todo hombre necesita un motivo para levantarse cada mañana".
Pronto saltan las primeras chispas entre Flood y el binomio Dolan-Ben al que se une Molly (Simmons), una joven viuda con la entereza que le falta a sus paisanos. "¿Es usted propietario de todo lo que hay aquí? -Solo del 51 %".
Buen guion, correcta realización que aprovecha muy bien las localizaciones de los exteriores, personajes creíbles, bien trazados e interpretados. Incluso Peppard que nunca ha sido santo de nuestra devoción.
Hay también un doctor, temeroso como los demás, que cobra a un dólar por curar una herida de bala recetando reposo y caldo de buey muy concentrado con cebada. Una "porquería" que solo puede tomarse con whisky.
Aunque flojea a ratos resulta un western interesante y recomendable.

Pretencioso título en castellano (supongo que por influencia de la "Duelo de titanes" del 57) tuvo esta "Rough Night in Jericho" que no es un mal western pero seamos sinceros, tampoco es de lo mejor. Estamos en 1967 por lo que está ya impregnada de ese tono crepuscular y desencantado que le habían dado al género Ford, Leone y Peckinpah, y lo más destacable es sin duda el reparto:

Un Dean Martin a los 50 años, que tiene lo suyo de malo (única vez en su carrera) pero desde luego era mejor cantante que actor.
George Peppard, demostrando que era un intérprete muy versátil, antes de que el alcoholismo dilapidara su carrera.
El veterano John McIntire, uno de esos actores con más "cara de western" que ha habido.
También la siempre correcta Jean Simmons, fémina capaz en un mundo de hombres, o Slim Pickens, otro clásico del Oeste, entre otros.

Por lo demás, película con altibajos aunque interesante, con una trama que anticipa vagamente la de "Sin perdón" de Clint Eastwood, con un antiguo sheriff ya corrupto y de vuelta de todo (Gene Hackman es como Dean Martin), algún buen diálogo y un duelo final en un entorno algo distinto al habitual.