La rubia del bar

He llegado a ver películas que son verdaderos mojones y que tienen una valoración mucho mayor que "La rubia del bar", una de las primera películas que rodó Ventura Pons en un escenario único e irrepetible como esa Barcelona preolímpica en el que ya la droga corría por las calles de los bajos fondos y no era difícil encontrarse en cualquier esquina a personajes como el que interpreta Ramoncín, un proxeneta gay al que le gusta hablar directo. Si empiezo afirmando que hay mojones que se rodaron en esa época en España que están muy sobrevalorados es porque me da rabia que "La rubia del bar", además de permanecer en un triste olvido, esté tan mal valorada, porque se trata de una película tremendamente divertida, es delirante por momentos y sobre todo, tiene un personaje, Mario, al que es fácil querer porque es todo corazón. Sin duda, merece más y mejor reconocimiento.

Con la música del gran Gato Pérez de fondo acompañamos a Mario hacia la cima, porque todos nos merecemos alguna vez en nuestras vidas llegar a lo máximo, y él lo consigue a mitad de película, con la rubia del bar de la mano, pateándose la ciudad, diciéndose cosas bonitas, haciendo el amor, nuestros personajes tocan el cielo y miran a la ciudad, las tres chimeneas, la polución, el Paralelo, las tascas y hasta un mercado en el que te atiende Loles León. Lástima que esa cima llegue a mitad de película, porque Mario es un perdedor, ya sabemos que malvive como puede y que va a tocar verlo caer. El guión es fabuloso, y lo del destape pues un elemento más.

Es una lástima que a Ventura Pons no se le tenga el reconocimiento debido, los enamorados de Barcelona están obligados a ver "La rubia del bar" y reivindicarla como merece.