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Una inglesa romántica

Romance. Drama. Intriga Caine y Jackson interpretan respectivamente a un novelista y su mujer que invitan a Berger a su casa con la esperanza de que comparta la cama del matrimonio y ayude a Caine con su nueva novela. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
24 de septiembre de 2010
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La carrera de Joseph Losey (ilustre exiliado víctima del tristemente famos comité de actividades antiamericanas) en Gran Bretaña dió algunas (no demasiadas la verdad) obras realmente ilustres como El Siriviente (para mi su mejor película) o Accidente, pero a partir de cierto momento es como si el gran talento del Sr. Losey se esfumara y se acomodara a la rancia tradición del cine academicista inglés intentando remozarlo con temas aparentemente osados pero que en el fondo esconden una vacuidad alarmante.
Es el caso de esta película, plagada de tópicos e inspirada en otra obra del mismo director, Eva, que incomprensiblemente tuvo buena acogida en su momento, esta "Inglesa Romántica" es un cúmulo de situaciones trilladas, de tópicos filmados con esteticismo intranscente y a la que solo redime un trío protagonista que confiere una cierta dignidad a una obra totalmente olvidable. Algunas secuencias son de verguenza ajena (las visitas del gigoló interpretado por Helmut Berger a la casa del escritor y su mujer tienen unos diálogos capaces de sonrojar al espectador más curtido) y en general es tal el sopor pretencioso que invade toda la cinta que su visión acaba resultando cansina a pesar de su cuidada estética, puesta en este caso al servicio de una historia que en infinidad de ocasiones has sido contada de manera muchísimo mejor (se me viene a la cabeza, aunque una simple comparación pueda resultar ofensiva, Gertrud de Dreyer).
Queda así una obra coyuntural, aburrida, pretenciosa, y lo que es peor, una demostración palpable de que el "malditismo" de Losey, que no su talento, para estas fechas ya totalmente amortizado, le permitió llevar a cabo obras tan absolutamnte prescindibles como esta.
kepamk
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8 de enero de 2012
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé por qué se cataloga en tal género a esta película, pues no tiene nada absolutamente de comedia (ni siquiera de comedia dramática). Si el autor pretendía hacer una sátira de un matrimonio de clase media británico, ha errado completamente porque se toma a los personajes demasiado en serio como para ponerlos en situaciones mínimamente divertidas para el espectador.
Con una puesta en escena bastante fría, plana y a veces hasta minimalista (esos lugares completamente deshabitados salvo por el trío protagonista) narra una situación bastante manida: el típico matrimonio burgués aburrido de verse la cara, del cual huye la esposa en unas vacaciones a un balneario, donde conoce a un gigoló-traficante de droga. El marido queda en casa reconcomido por los celos e imaginando a su señora en toda clase de líos sexuales... Los personajes son muy "british" y finos, pero a la postre, el film lleva el mismo mensaje machista de cualquier película de Landa de la misma época: no dejen sueltas a las señoras que sin vigilancia del marido inevitablemente se vuelven unas golfas... y siempre hay algún pelagatos que aprovecha el tema.
El talento de Michael Caine para la comedia queda totalmente desaprovechado. Glenda Jackson y Helmut Berger están completamente planos emocionalmente; el adulterio entre ellos es "por exigencia del guión" porque desde luego no hay química entre ellos, entre otras cosas a causa del desarrollo tan frío y tópico del argumento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Klara
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23 de febrero de 2014
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La inglesa romántica” fue un éxito comercial para Joseph Losey, lo necesitaba y le llegó en el buen momento. Losey juega en un registro convencional, el de la historia de un triángulo burgués, estamos en 1975, Helmut Berger, Michael Caine y Glenda Jackson son tres estrellas internacionales, y si el primero puede explotar su fama de gigoló bisexual, los otros dos juegan con su imagen de prototipo de británicos, él, Caine, es una vez más el desclasado que triunfa, el hijo de proletarios que sufre porque es millonario y anda escaso de clase, demasiado satisfecho en su Rolls-Royce, pero sin chofer, ella tiene antojos continentales, lo que equivale a vivir al día con amantes de escasa solvencia financiera.

El film es cruel y sus guionistas hacen un ejercicio de ingenio y sutileza que quizás haya envejecido un poco mal. Losey se reserva la solidez de una puesta en escena que no necesita de música de fondo para imponer un buen ritmo, además tiene un talento innegable para captar decorados, para buscar arquitecturas que correspondan a las características de los personajes. Señalar también algunos chistes literarios de uso casi exclusivamente británicos sobre el apellido del personaje de Caine, un Fielding que evidentemente no ha escrito “Tom Jones”. Una interesante, entretenida y convincente comedia con mucho, mucho estilo.
Juan Marey
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21 de mayo de 2016
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nacido en los Estados Unidos de Norteamérica, Joseph Losey, tuvo que radicarse en Inglaterra luego de enterarse -mientras rodaba en Italia una película- de que la HUAC (Comité de actividades antiamericanas) quería citarlo a testimoniar por haber realizado un seminario marxista. Sabedor de lo obtusa y radical que era semejante comisión, Losey decidió partir hacia Londres y allí se radicó por el resto de su vida. Como era de esperarse en un intelectual, Losey lo mismo valoraba los aspectos positivos de aquel país, que se mostraba crítico contra lo que no compartía.

Alfons Weissmann, había nacido en Viena en 1931, y siendo todavía un niño, el advenimiento de la guerra obligó a su padre a llevarlo a la tierra de Elizabeth II, donde, nacionalizado como Thomas Wiseman para evitar discriminaciones y para que los ingleses pudieran pronunciarlo, se convertiría pronto en escritor, profesión con la que también exaltaría lo atractivo de aquella tierra, mientras que denunciaría lo que encontraba improcedente.

Director y escritor, se encontrarían luego de que Wiseman publicara su cuarta novela, “La inglesa romántica” (1971) y de ella surgiría una sutil crítica contra los valores morales de la sociedad londinense que, la crítica no acogió con suficiente entusiasmo porque resulta algo críptica, contiene la particular frialdad de cierta clase social, y su tono de comedia no es apto para quienes estén habituados a las comidas rápidas, pues Losey es hombre de humor negro, muy agudo en sus construcciones visuales y sus películas son, con frecuencia, como las mujeres muy especiales: tienes que verlas unas cuantas veces en forma muy compenetrada para poder captarlas en toda su grandeza.

Con fama de ser un filósofo y un hábil experimentador con el lenguaje, Tom Stoppard (“Despair”, “Brazil”, “Empire of the sun”…) fue junto a Wiseman el encargado de hacer el guion cinematográfico, y todo esto junto, ha redundado en un filme de indudables valores, pero no apto para todos los gustos.

El cuento es harto “sencillo”: Un productor encarga al escritor, Lewis Fielding, un nuevo guion cinematográfico, y escaso de ideas, nuestro hombre piensa en el viaje que, ahora mismo está haciendo su esposa, y entonces decide trabajar en lo que él llama ‘el guion del descontento’ y para esto –y a todo riesgo- decide crear las situaciones reales que le sirvan de inspiración, trayendo incluso a su casa a un joven ‘brillante’ y muy apuesto que se registra y presenta como poeta, pero harto cómodo y con un pasado del que sólo nosotros -¡privilegiados espectadores!- tendremos un turbio antecedente.

Y aquí entra en escena la cultura inglesa y vendrán una serie de apuntes, picarescos, venenosos, libertinos, misóginos… la imagen fidedigna de una sociedad donde, con frecuencia, la moral resulta tan pisoteada como el cemento de sus aceras. Pero, el tono es humorístico, hecho con encanto y tolerancia… y al final uno siente que hay algo de locura en este bello mundo, pero que, con esto y todo lo demás, la vida sigue siendo deliciosa y hasta somos capaces de seguir soportando el matrimonio.

Excelente y significativo uso de espejos; deliciosa recreación de pensamientos; y Glenda Jackson, Michael Caine y Helmut Berger, muy bien puestos en sus respectivos estragos.
Luis Guillermo Cardona
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