Cien gritos de terror

PÁNICO.
Una panoplia casi completa de fenómenos paranormales salen a la palestra en un ambiente de tensión contenida pero a punto de estallar.
El espectador se convierte en cómplice necesario porque R. Obón juega la baza de la incriminación hasta que decide abandonarle a su suerte para que él mismo escudriñe los rincones del misterio y trate de encontrar una solución.
MIEDO SUPREMO.
Las sombras de un cementerio siempre parece que amenazan pero cuando R. Obón ubica sus cámara en el interior, la muerte puede ofrecer un rostro inesperado.
Diríase que su querencia hacia los humanos, más que una cuestión fisiológica, posee animosa voluntariedad.

Película mexicana de su mejor época en lo que a cine de terror se refiere, formada por dos historias distintas.

La primera, pese a que no me resultó original (fruto de haber visto tanto cine a estas alturas de la vida, he visto alguna que otra historia parecida), me pareció bien hecha y con un par de giros más que correctos. Nada mal.

La segunda historia tiene todos los alicientes para lograr una de esas películas que causan miedo tan sólo por la ambientación... pero se la carga un poco la incesante charla (o mejor dicho, monólogo) del protagonista, que no para de hablar chorradas y se carga el feeling tan bueno que estaban creando, aún así, tiene una resolución muy digna.

Dos historias que valen la pena verse que, con un presupuesto mínimo, consiguen crear algo decente dentro del cine de terror.