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Los ocho samurai

Aventuras. Fantástico. Acción La familia de Shizu-hime (Hiroko Yakushimaru) es asesinada, pero ella escapa y es encontrada por el vagabundo Shinbei (Hiroyuki Sanada), antes de ser rescatada de sus perseguidores por Dosetsu (Sonny Chiba). Este le cuenta la historia sobre la maldición que acarrea su familia y la manera para vencerla: encontrar a los ocho guerreros-perro para poder destruir a la malvada reina Tamazusa (Mari Natsuki), responsable de la muerte de su ... [+]
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
18 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La proliferación de películas de espada y brujería en los ochenta alcanzó también al cine nipón, ya de por sí muy afianzado en este subgénero debido a la riqueza cultural de su corpus legendario.

“La leyenda de los ocho samuráis” es una fantasía épica medieval por la que campan héroes, villanos, magia, monstruos y leyendas antiguas que se hacen realidad. El relato se desarrolla bajo una atmósfera muy teatral, en lo que respecta al diseño de producción de escenarios y el colorido vestuario del que hacen gala algunos personajes, sobre todo por la parte del clan de la maligna Tamazusa (Mari Natsuki). La teatralidad de los personajes, tan propia del cine fantástico nipón, se hace más notoria si cabe en este filme, pero no supone un aspecto negativo, más bien el aire legendario del relato parece exigirlo.

La aventura de Shinbei (Hiroyuji Sanada), un pícaro vagabundo muy pagado de sí mismo, tiene un efecto transformador en su manera de ver el mundo. Ayudado por los personajes que va encontrando en su travesía, que le aportan conocimientos, y por Shizu-hime (Hiroko Yakushimaru), la muchacha buscada por los asesinos de su familia y de la que Shinbei intenta inicialmente cobrar la recompensa, la evolución del personaje transmite un mensaje de fuerza y voluntad, de superación y de amistad.

Kinji Fukasaku ha adaptado un cuento tradicional japonés del período Edo que ha sido muy influyente en diversas obras de teatro, cine y televisión, sin olvidar el anime y el manga. Akira Toriyama se inspiró en él y en las bolas mágicas, objetos que también aparecen en la película, para crear su celebérrimo y caudaloso manga “Dragon Ball”.

No son los siete samuráis de Kurosawa, pero el filme está estupendamente narrado, tiene un ritmo excelente y es muy visual, además viene acompañado de una banda sonora muy acorde con la época de su estreno, comercial pero encantadoramente ochentera.
Richy
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14 de octubre de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que me ha recordado en muchos pasajes a los clásicos ochenteros del género fantástico, pero en este caso con mucha acción de espadas, brujería y el típico melodrama de la princesita y su héroe, que me ha recordado a las series anime también, esta parte sin duda la más espesa y peor de la película, pero contrarrestada con un buen ritmo en la mayor parte del resto. Técnicamente deja un poco que desear pero aun así se ven bastantes escenas muy meritorias, y cuando toca blandir la espada se ven algunos combates muy dignos pero otros son muy cutres, aunque la mayoría están bien.
Yo no la recomendaría para el público en general porque hay películas de samurais mucho mejores, Azumi por ejemplo, pero a mi no me ha desagradado y me ha entretenido.
Saludos.
solraC
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13 de junio de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una maldición que pesa sobre la tierra desde hace cien años, que lo ha oscurecido todo a su paso, una maldición lanzada por viles criaturas del Infierno que va a ser destruida por el alma y el coraje de ocho guerreros salvadores que, tal como profetizan las escrituras, volverán a traer la luz y la paz.
¿Quién podría resistirse ante tamaña aventura?

Takizawa Okikuni fue uno de los más famosos y respetados autores del periodo Edo tardío, y gran parte de esta fama se la ganó gracias a "Nanso Satomi Hakken-den", novela épica situada durante el periodo Muromachi (1.393-1.573) donde jugaría con la Historia feudal para crear uno de los mayores cuentos de fantasía y aventuras de todos los tiempos; nada menos que casi tres décadas de su vida empleó en ella, sin embargo, debido a su progresiva ceguera, necesitó la ayuda de su nuera para finalizarla.
Aquella leyenda sobre ocho guerreros perdidos por el Japón feudal y unidos por el destino gracias a ocho bolas mágicas (representación de sus almas nobles) para combatir a los demonios de un feroz clan con ayuda de una joven princesa, revolucionó la lectura de ficción del momento, no sólo por su dinámica narrativa y dibujos que ilustraban el texto, sino por su sabio trato de temas sociales, espirituales, filosóficos y existenciales a partir de la fantasía. Su infuencia ha llegado a todos los medios, desde el teatro a la televisión, el cine y por supuesto la industria del manga y el anime (y el mejor ejemplo de ello es la celéberrima "Dragon Ball").

El productor Haruki Kadokawa deseaba crear una nueva versión de la saga que Toshikazu Kono realizó en los años '50 basada en la obra de Okikuni, y aunque múltiples problemas ralentizaron el proyecto (por la empresa que se encargaría de coproducirlo, el enorme presupuesto y medios necesarios, los contratos y situación personal de los jóvenes protagonistas a los que se pretendía unir...), pudo llevarse a buen puerto bajo la dirección de un Kinji Fukasaku acostumbrado cada vez más a manejar fastuosas producciones; su presupuesto de más de un billón de yenes lo deja claro.
Con su habitual destreza para sacudirnos con situaciones caóticas que ponen a sus personajes al límite, el director vuelve a meternos de cabeza en un gran problema, el relativo a Shizu, que ha visto su palacio y a su familia caer bajo las fuerzas de la mujer-demonio Tamazusa; es importante adoptar este punto de vista sobre la acción, la emoción y la consecuencia, pues predominará hasta el final en la historia. Como en "La Fortaleza Escondida", el guión sigue de cerca la huida de una princesa, escoltada por un fiel sirviente (Dosetsu, homólogo del Rokurata del film de Kurosawa), cuya familia ha sido derrocada y que se ha visto lanzada a la violencia, la miseria y la injusticia del mundo real.

Una leyenda ancestral arroja algo de luz a toda la brutalidad y maldad desatada en la primera parte (y su exposición, por medio de los grabados en un pergamino y haciendo Dosetsu las veces de trovador, es una soberbia muestra de la habilidad que posee Fukasaku no sólo como narrador sino también como poeta visual). Como todo relato de fantasía medieval que se precie, una maldición es la causa de todo el desastre imperante, la que lanzó Tamazusa, presentada como una reina del Mal imponente y de eterna juventud, sobre la familia de Shizu al destruir su abuelo Satomi al clan del amante de la anterior, Sadakane, un siglo atrás.
La esperanza, como siempre, reside en las almas de unos guerreros cuya madre espiritual fue la hija de Satomi y a los que hay buscar a través de la extensa y peligrosa región de Kanto, y se nos sirve así la aventura. Al tratarse de seres demoníacos no se hace ninguna concesión con los enemigos ni se perfilan ambivalencias, todo lo contrario al extenso catálogo de héroes que, en una certera decisión, se nos presentarán poco a poco (conforme se van encontrando con Shizu); cubrir la riqueza de los personajes del texto de Okikuni resultaría imposible en un solo film, pero Fukasaku y Toshio Kamata se esfuerzan en su caracterización construyendo a su alrededor complejas subtramas, todas de índole trágica o romántica.

Así, brindando un tramo de metraje para profundizar en cada uno de ellos (a la manera de las series de televisión, donde cada capítulo se entregaba a un protagonista en concreto), conocemos a Shino, noble samurái enamorado secretamente de su hermanastra Hanaji; Keno, una joven huérfana convertida en asesina profesional que jamás conoció el significado del amor, o Sosuke y Kobungo, dos hombres pertenecientes a la raza de humanos que viven despreciados por la sociedad en las cavernas; o Genpachi, oficial de las tropas de Tamazusa iluminado por la verdad y que no podrá eludir su destino.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Como sus ocho míticos héroes, la obra venció a sus competidores, nacionales y extranjeros, y amasó millones, primero en cines y luego en su venta doméstica, convirtiéndose en uno de los mayores éxitos de las carreras de Fukasaku, Kadokawa y Toei (a cargo de la distribución).
Su influencia aún sigue vigente en el cine y el anime de fantasía y aventuras y seguirá por mucho tiempo más, aunque la inmensa mayoría no sea consciente de ello. Pero los fans de este tipo de cine, y más aún los de los años '80, deben saberlo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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