Al este de Sumatra

Querer ver una película como ésta dice del apego a las viejas películas de aventuras en lugares exóticos. Es el deseo de asistir a los tiempos en los que el mundo aún no estaba del todo “controlado”, cuando quedaban lugares en disputa y visitados nada más que por exploradores excéntricos. Es aceptar una invitación más del cine para "vivir" una nueva aventura llena de ese viejo encanto en una isla que casi no acertarías a señalar en el mapa.

Luego también queda la referencia a las gentes del lugar. Viene a cuento el comentario por las novelas de Percival C. Wren ambientadas por estos lugares y en aquellos tiempos, donde contaba cómo eran estos tipos, los malayos, gente sanguinaria y torturadora, guerreros piratas de sable al cinto y cuchillos entre los dientes acostumbrados a matar sin más, que eran la pesadilla de las avanzadillas inglesas o de los soldados de la Legión Extranjera.

En este caso, al este de Sumatra, Budd Boetticher nos coloca a Anthony Quinn de jefe de una tribu amable y educada (belicosa cuando toca, como todo quisqui) y el jefe, más que el jefe ladino y embrutecido de una tribu salvaje, parece uno de esos príncipes indios refinado del Taj Mahal que tan bien vistiera Fritz Lang en su excelsa película La tumba india, incluso hace que Suzan Ball baile en plan exótico a lo Debra Paget. Aunque era un “postureo” acostumbrado en estos casos y sin ánimo de ofender por la comparación.

Al este de Sumatra es una producción que no ofrece satisfacer en grandes dosis toda la expectativa a lo dicho. Es una producción modesta en su concepción, y no lo es porque veas una avioneta sobrevolar el campamento y que de pronto haya aterrizado al lado tras una enorme piedra y en mitad de la alta maleza, sin pista ni leches; ni porque debas asistir al tópico de ver a Jeff Chandler llevarse de calle a las guapas mujeres que asisten al lugar; ni lo es por la simpleza en contarlo aunque en orden y bien contado; lo es sobre todo porque tus deseos de seguir conociendo más aventuras de aquellos tiempos y lugares, se han quedado como al principio.

Entretenida película de aventuras, de la maravillosa Universal, que tantas bonitas cintas produjo con las que pasamos de maravilla nuestra niñez, adolescencia y ...
Es una de las mejores obras de Boetticher, naturalmente dentro de su primera etapa. Años más tarde logró mejores trabajos.
En este caso tenemos un argumento exótico, con no pocos tópicos del género pero disfrutable por su amenidad, al tener brío en su ritmo y situaciones que hacen pasar el rato al aunar el romanticismo con la acción.
Estupendos intérpretes de los mal llamados en aquél entonces "secundarios", y adecuada banda sonora de Irving Gertz, Herman Stein y ¡Henry Mancini!.
El guión, nada del otro jueves pero con diálogos fluidos, está a cargo de Frank Gill Jr, que adapta un argumento de Jack Natteford y de Louis L'Amour, escritor con no pocas obras llevadas a la gran pantalla.
No es un dechado de virtudes la peli pero cumple su función de resultar agradable.

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Tras ver con sus propios ojos como resuelve los conflictos con sus trabajadores, el jefe del ingeniero de minas, Duke Mullane, queda plenamente convencido de que es el hombre que necesita para enviarlo a cierto territorio en, Malaya, Singapur, donde se ha comprobado que abunda el estaño, cuya aleación con cobre produce el bronce necesario para la fabricación de medallas, esculturas, campanas, instrumentos musicales… y como dice su jefe, tanques, aviones y submarinos.

Atrás, ha quedado Lory Hale, la antigua enamorada de Mullane, quien ahora resulta comprometida con Daniel Catlin, el encargado de llevar los suministros al ingeniero con quien, éste, no consigue congeniar.

Al llegar a aquel territorio, casi selvático al este de Sumatra, todo parece funcionar de maravilla, pues, el rey Kiang, resulta muy hospitalario y se muestra dispuesto a colaborar con los mineros a cambio de que le suministren medicamentos occidentales, pero, cuando no se cumplen las promesas y un gran amor puede verse a punto de fallar, las cosas pueden cambiar y es lo que vamos a ver en esta historia un tanto ligera que, el director Budd Boetticher, ha dirigido con un marcado atractivo visual (la cámara de Clifford Stine y los iluminadores, hacen muy bien lo suyo), pero, con un guion que deja unos cuantos vacíos.

Se partió de una historia escrita por Louis L’Amour y Jack Natteford, que, éste y Frank Gill Jr., trasladaron a guion, y de nuevo, Boetticher nos hace sentir que fuera de los western no estaba suficientemente cómodo, pues, lo que pudo ser una buena aventura sociológica, se reduce a un doble triángulo amoroso donde un apuesto ingeniero tendrá que vérselas con dos novios que sueñan con casarse… y cuyas novias comienzan a mirar para otro lado.

La ambientación tiene logros innegables, la edición es de nuevo rigurosa porque, este director siempre se empeñó en que nunca sobrara nada, pero, en cambio, sí quedó faltando porque, por ejemplo, al no aclararse lo ocurrido con el encendedor, quedará entre los habitantes de aquel pueblo una idea fija que bien podría generar hostilidades. También, la manera como se resuelve el conflicto amoroso, no se lo cree ni mi tío Credulín que se creyó que, el hombre desnudo que encontró debajo de la cama de su esposa, estaba midiendo las tablas para reemplazarlas y se desnudó para no ensuciar la ropa.

Por suerte, <<AL ESTE DE SUMATRA>>, cuenta con un buen reparto encabezado por Jeff Chandler, el ingeniero que se debate entre el estaño, y una rubia y una morena que amenazan con traer más problemas que satisfacciones. Suzan Ball, es Minyora, la sensual nativa capaz de subir la temperatura en el polo norte. Anthony Quinn, es el rey hospitalario hasta que se falta a los acuerdos y hasta que tocan con lo que ama. John Sutton (Catlin), es el asistente que cumple con lo presupuestado: ¡traer dificultades!, y entre otros, Marilyn Maxwell, es la rubia que no se define entre seguir o regresar… en cuanto al amor se refiere.

Por ahí andará gente valiosa como Aram Katcher, Jay C. Flippen y Scatman Crothers… y el peso de la película se hace llevadero aunque, al fin, la historia nos deje un gusto a ¡pudo ser mejor!

Aventuras y Boetticher, buena combinación. Con un Jeff Chandler tan bien dotado para este género como para cualquier otro, un buen actor, sólido y eficaz, un grande. Se acompaña de Marilyn Maxwell, una actriz poco conocida para mi, y con el brutalmente honesto Anthony Quinn, verdaderamente uno de los más grandes. También actúa Suzan Ball, una actriz, por lo que he leído, con verdadera mala suerte, apagada su estrella y su vida con tan sólo veintiún años.
Ese año el director rodó cuatro películas, dos Western y dos de aventuras. Todas cortadas por el mismo patrón: bajo presupuesto, guión ágil y rápido, buenos secundarios, espacios abiertos, música bien trabajada y metraje contenido.
El guión parece inteligente, el propósito es más que interesante, pero el resultado no es especialmente brillante. He visto cosas mucho más brillantes de Boetticher.