¿Qué más podría pasar?

Entre las dos partes de Dos policías rebeldes, Martin Lawrence rodó esta película con el listo Danny DeVito en la línea cómica que ambos dominan a la perfección con sus gestos y sus cualidades interpretativas. Lo que suele pasar en estos casos de aprovechar el "tirón", es que el guion resulta casi siempre estrambótico, forzado y, sobre todo, increíble, pero aún así hay que reconocer que es divertido. Martin robando al millonario DeVito, quien está siendo investigado por la autoridad por fraude, todo en plan comedia, y a partir de ahí ambos se enfrentarán de continuo a ver quien vacila más a quién. El ladrón quiere recuperar su anillo a toda costa que el otro le ha quitado en una hábil jugada ante la policía.

Los gags, o las payasadas, están bien porque son actores cómicos consagrados y están en su salsa. También hay que señalar una excepcional puesta en escena con unos escenarios muy buenos y de gran vistosidad.

Ahora bien, lo más curioso de esta película, y es un puntazo bueno a su favor que le aumenta el valor, es el personaje que aparece por medio, el inspector Tardío. Un personaje muy llamativo y muy logrado por el siempre polifacético William Fichtner que logra poner en escena una figura exquisita, amante de los animales, de cuidada imagen, elegante y amanerado, que destaca merecidamente. Pienso que debería haber sido aprovechado en un spin off para hacer una serie de televisión o algo así.

Limitadita comedia la que nos traía en el 2001 Sam Weisman con un Martin Lawrence que estaba en ese momento en todo su apogeo cinematográfico y que no paraba de interpretar una película tras otra. Junto a él un Danny DeVito venido a menos que se tenía que conformar con subsistir gracias a trabajos de este tipo. El pequeño actor se mueve como pez en el agua con este tipo de papeles y aquí es el mayor responsable de que la película se deje ver. Lawrence está en su línea habitual, simplemente correcto sin pedirle peras al olmo. Junto a ellos una serie de interesantes secundarios como es el caso del siempre atrayente John Leguizamo o el tristemente desaparecido Bernie Mac y la atractiva y desconocida Carmen Ejogo. La pelirroja Glenne Headly también está correcta. El compositor de la banda sonora, Marc Shaiman confesaría que este habría sido su peor trabajo hasta la fecha. Si no se tiene nada mejor que hacer se deja ver.

Comedieta insustancial que gira en torno a un ladrón, y el millonario robado que roba al ladrón, y así sucesivamente. Martin Lawrence está como siempre, gracioso en su justa medida. Pero aquí tenemos al pequeño gran Danny DeVito, que salva un poco la papeleta con su personaje de millonario gruñón.
La gracia está muy justita. No produce demasiadas risas, aunque entretiene. Al menos el humor no es del que dan ganas de dejar de ver la película o matar al guionista.
Para echar un rato y olvidarla al poco tiempo.

Martin Lawrence haciendo de Martin Lawrence haciendo de Eddie Murphy haciendo de negro gracioso.

El humor de Martin Lawrence se basa en una continua sucesión de muecas envueltas en una situación adversa. Por tanto, el misterio es saber en qué lío se verá esta vez o qué problemas tendrá para poder dar rienda suelta a toda una colección de movimientos faciales que, durante unos años, lo alzaron a la cima de la comedia facilona norteamericana.

En este caso la idea es bastante sencilla: El cazador cazado.

Como compañero de viaje está un Danny DeVito haciendo de Danny DeVito en modo hijo de puta sin escrúpulos.

Qué más puede pasar es una comedia facilona, sin nada especial y sin nada que recordar. La escena del lenguaje de signos resume el tipo de comedia que te ofrece esta película. Evidentemente no tiene escenas en las que no puedas parar de reir ni momentos ingeniosos. Hay demasiados personajes y todos ellos totalmente absurdos, salvando al detective y al abogado. Todos los demás sobran o, por lo menos, no deberían haber ocupado tantos minutos en pantalla.

No obstante, es una de esas películas que aún conociendo todas sus carencias permites que te entretenga en un día donde solo te apetezca tirarte en el sofá y apagar el cerebro.

En cualquier caso, y pese a todo, me gustó bastante ver cómo el negro es un ladronzuelo de la calle mientras que el blanco es un ladrón que juega al pádel en clubs privados, con un abogado de la hostia y con trajes cegadores.

Una buena comedia gracias sobretodo a sus dos protagonistas, con ese duelo que tienen entre ellos de lo más divertido y entretenido. Parecen dos adolescentes picándose a ver quién la tiene más grande. Me encantan las películas de Martin Lawrence, una pena que desapareciera de las buenas comedias, aunque ninguna como "Dos policías rebeldes" y su respectiva secuela.