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Eyes of the Spider

Thriller Cinco años después del crimen, un hombre secuestra al asesino de su hija y le propina una paliza antes de matarlo. (FILMAFFINITY)
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
12 de mayo de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La senda de la venganza queda esbozada en lo más profundo de nuestro inconsciente, pero latente, a la espera...
¿Cuánto tiempo es necesario para que emerja?, ¿cuántos actos terribles son suficientes para perder la humanidad?

Es un camino plagado de monstruos, seres abominables que nos dominan y manipulan a su antojo; si no podemos cambiar de dirección lo que se halle al final del camino ya está para nosotros escrito...y dar marcha atrás es imposible. Este es el tema de uno de los más inaccesibles títulos de ese maestro nipón del suspense y el terror psicológico que es Kiyoshi Kurosawa. "Los Ojos de la Araña" forma, junto con "La Senda de la Serpiente", un curioso proyecto que decidió acometer el cineasta para su lanzamiento directo a vídeo justo antes de lograr el éxito internacional gracias a su trabajo más redondo: "Cure".
La peculiaridad de dicho proyecto, creado en compañía de los guionistas Hiroshi Takahashi y Yoichi Nishiyama, es la de presentar el mismo escenario con una premisa y personajes similares pero enfocado desde un punto de vista distinto, tal como haría Ishii con su díptico "Kuro no Tenshi", por poner un ejemplo aproximado. Si alguien duda por un momento del grado de extrañeza al que desciende el cine de Kurosawa, el comienzo de este film es una perfecta muestra de ello. En una habitación vacía un individuo tortura a otro sin piedad por el asesinato de su hija cometido seis años atrás; la seguridad de si es o no el auténtico culpable es incierta, pero poco importa.

Con furia inusitada, casi vertiginosa, el director apalea nuestros sentidos presentándonos la situación tal como es: estamos ante la venganza de un hombre que ha esperado mucho tiempo para encontrar al asesino; no veremos el crimen ni a la pequeña viva. El film salta adelante y atrás en el tiempo para revelarnos la identidad del protagonista, Nijima, un hombre de oficina felizmente casado y padre de familia de carácter templado; la sucesión de secuencias es abrumadora y brutal hasta que la acción se detiene en seco, en un escenario situado entre el asesinato de la niña y la venganza del padre.
Pronto comprendemos la situación de éste, presa de un profundo hastío que embarga su existencia, la cual comparte en el recurrente silencio junto a su esposa Noriko; esta calma atravesada por una irreprimible sensación de sufrimiento en sordina se verá rota con la intromisión de un inquietante personaje, Iwamatsu, antiguo compañero de instituto de Nijima, a quien propone formar parte de su misteriosa compañía. Kurosawa visita así el reverso de "La Senda de la Serpiente" presentando a un protagonista idéntico pero con su venganza ya cumplida, lo que queda en segundo plano siendo su intención no la de contar la ejecución de la misma, sino qué lleva a su ejecutor a planearla y desarrollarla.

Es entonces cuando se nos arrastra al interior de un escenario extraño, tanto más cuanto que lo hace de forma natural, como le sucede a Nijima, quien se deja absorber sin el deseo de averiguar la verdad; se trata de un espacio orgánico, tan vacío de espíritu como los seres que lo habitan, presentados a menudo como objetos (sirva de ejemplo la comparación que hace Iwamatsu entre él mismo y Nijima con los dos vasos de cristal) o marionetas a las que no mueve la voluntad, sino el devenir de unas situaciones dominadas por el poder invasivo de la violencia y la apatía.
A este ambiente malsano, como si de un plano de existencia alternativo al margen del mundo real se tratase, queda subyugado el protagonista, a cuya paulatina insensibilización asistimos. La extrañeza ganará terreno en el encuentro entre Nijima y Hinuma (el "viejo buscador de piedras") en una escena de campo abierto que lleva al film a la cumbre de lo insólito; encuentro de gran significado para Nijima, a quien le llega la revelación de lo impensable: "¡el vacío no es sufrimiento, sino el comienzo de algo nuevo!". Entre tanto, Kurosawa zurce los principios de una intriga sobre los enfrentamientos, traiciones y manipulaciones producidos en el seno de una organización yakuza.

Todo ello quebrando los códigos del género, preocupándose menos por la trama y más por las anomalías del comportamiento humano y la atmósfera, seca y desasosegante, disparadora de la duda, claustrofóbica incluso en sus espacios más abiertos, filmada durante casi todo el metraje desde la lejanía, lo que intensifica la sensación de aislamiento de los personajes, la frontalidad más incómoda y la ausencia de banda sonora. Estilo propuesto por Kurosawa que bebe, tanto en forma como en esencia, del cine más hermético de Kitano (y, más concretamente, de "Boiling Point").
Al mismo tiempo, aquél paga sus influencias con Sam Peckinpah, John Flynn y Don Siegel (lo vemos en secuencias tan escalofriantes como esa donde Nijima y sus compañeros acorralan al yakuza en la carretera) y deja entrever algo de ese terror psicológico que ha caracterizado sus obras con la fugaz aparición de algunos espectros y símbolos inexplicables. Por su parte, Sho Aikawa sorprende con una hierática y comedida actuación similar a la que ofreció en "La Senda de la Serpiente" o el díptico "Fukushu", también de Kurosawa, seguido de conocidos actores del cine nipón como Susumu Terajima, Ren Osugi, Minoru "Dankan" Iizuka o Shun Sugata, cada uno en un papel de más repugnante catadura que el anterior.

Una obra inaudita que empieza en las entrañas y se desliza hasta el inconsciente a cuya torcida y perturbadora visión de la realidad acompaña la tácita intervención de un humor negro corrosivo; es el humor de Kiyoshi Kurosawa, el que descansa entre los pliegues del horror más tangible.
Conducida hacia un final de violencia desmedida, autodestrucción moral y pérdida absoluta de humanidad que resuelve el enigma presentado en su abrupto inicio, "Los Ojos de la Araña" (un "podría ser la precuela de "La Senda de la Serpiente" ") resulta tan interesante como difícil de digerir. A todas luces inclasificable.
Chris Jiménez
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12 de enero de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la otra mitad del proyecto doble compuesto por esta película y "Serpent's Path" (1998), las dos dirigidas por Kiyoshi Kurosawa, a quién se le presentó la oportunidad de hacer dos películas de bajo presupuesto junto con Hiroshi Takahasi (escritor de Ringu). Los dos se pusieron a escribir un guión lo mas rápido posible, partiendo de una misma premisa: Un padre busca venganza. Del guión de Hiroshi salió la otra película, mientras que del de Kiyoshi, escrito con la colaboración de Yôichi Nishiyama, salió esta. Como ya he dicho, las dos las dirigió Kiyoshi Kurosawa, y para mantener los costes de producción al mínimo, rodaron las dos seguidas sin parones durante un mes, dos semanas para cada una, y con el mismo equipo tanto delante como detrás de las cámaras. Tanto es así, que el acabado visual, los actores que vemos en pantalla y demás son los mismos en las dos películas.

La historia es muy simple, y son el trabajo hecho con la cámara y el de los actores y sobre todo, el guión y el montaje lo que termina elevándola de una película de venganza más a una muy buena película de género. Además de sus toques tan peculiares de humor, que la hacen aún más especial si cabe.

Si te gusta el cine de Takeshi Kitano, puede que encuentres un poquito de aquel en este trabajo.

RECORDAD, no hace falta ver Serpent´s Path (1998) para ver esta, solo comparten premisa y producción, son independientes.
Mikel Uriarte
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