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España España · Madrid
Críticas de Charles
Críticas 1.065
Críticas ordenadas por utilidad
6
15 de julio de 2018
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La chicharra canta, y el sol ciega.
El calor es asfixiante, pero se tolera.
Quién no ha pasado un verano así, de los que de la nada surge todo.

'El Relevo', entre sus moderadas virtudes que más bien parecen fruto de la casualidad, consigue canalizar un sentir concreto, y a veces eso basta para sostener todo lo demás.
Porque no me interesa la pandilla de Dave, tan fanfarrona y despreocupada como todos los chicos de su edad. Tampoco me importa la enésima obsesión romántica que no pasa de la cara bonita, ni todas las locuras que hace para ganarse su atención, yendo un poco más allá de lo que la chica ve habitualmente.
Durante un buen rato, la película juega con tu paciencia, y te preguntarás si merece la pena quedarse por algo.

Entonces viene, de la nada, el toque de gracia al inacabable optimismo de Dave.
Y a ti, que se te empezaba a hacer tan insoportable como a su padre, con su obsesión italiana y ridículas expresiones, te asalta la pregunta "¿por qué me da tanta pena este niñato?".
Porque ha saltado esa barrera.

La que te reveló que todo el mundo hace trampas, aunque tú no quieras.
La que te enseñó que el mundo no es tan bonito como creías, y que todo dios tiene sus problemas.
Y, finalmente, la que te quita esa venda de la cara, mostrándote como el estúpido que no sabías que eras.
Probablemente Peter Yates debió de pensar que si se acercaba demasiado a la tontería adolescente encontraría el momento de la verdad, y dió en el clavo.

A partir de entonces, la competición ya no es solo una carrera en bicicleta, sino una prueba de que Dave y su pandilla pueden aspirar a más, cuando por primera vez se sienten pequeños y no saben si llegarán.
Incluso él puede llegar a darse cuenta de que su padre, eso que hasta entonces solo había sido una figura cómica para tomarse a broma, es una persona con sus propias preocupaciones, y una sacrificada filosofía de lo lejos que su hijo puede llegar.

Todos hemos llegado a ese momento en el que hay que dejar de mirar todo bonito, para poder asumirlo como es y crecer sobre lo que nos ha estado reteniendo, por fin.
Y cuando lo ves así de sencillamente representado, tocando las teclas adecuadas de nostalgia, es que algo se habrá hecho bien.
Charles
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5
15 de marzo de 2020
1 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vin Diesel, cómo lo peta, er nene.
Ni un vacile se pierde.

Vin Diesel, cómo se mueve.
Ningún terrorista sin disparar se queda, y folla a las velas en camas de satén y seda.

Vin Diesel, cómo reparte.
No puedes controlarle pavo, tan pronto se levanta en la madrugada como viaja a donde sea para reventar al infeliz que le jorobó su vida perfecta. Eh, y la nueva también pasa a estar hechizada por sus músculos de piedra.

Vin Diesel, pavo, que tienes los cincuenta y sigues pensando que a alguien debes demostrarle que molas.
No es guay lo que haces, no es molón ni competente: es aburrido, y si entretiene es porque me río de lo ridículo que resultas.
Pobre y triste película has pergeñado, a mayor gloria de tu "talento", a peor gloria del cómic que supuestamente adaptas, con escenas tan pobres que la dirección era "pegaos mucho y muy seguido, que nadie tiene que notar que rodamos con cuatro duros".

¿Nadie puede controlarte, verdad? ¿Ese es el mantra que te mola dar?
La pregunta sería para qué, si ya diseñas tú muy bien tu propio numerito del perrito.
Charles
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7
7 de abril de 2018
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el principio, a un baile pasionalmente bello pero obsesivamente preciso le sigue un intercambio en las sombras del parque.
Ambas acciones no podrían estar más alejadas, y sin embargo encuentran puntos de contacto: descontrolado su equilibrio, ambas caen en el fracaso.

Dominika Egorova ha entrenado toda su vida, para que un simple error tire abajo todo lo construido.
Pero así le dicen que debe ser, así ha sido siempre, y en el cajón que la indican debe meterse.
Es su tío quien la dice que no, que ahí fuera existe todavía valor en sus habilidades. Ahí fuera, un pájaro herido sigue siendo bello, aún más cuando ha sufrido.

“La Guerra Fría nunca terminó, sólo se desintegró en miles de piezas mortales” dice la Instructora, metiéndonos en un mundo agresivo en el que siempre hay que estar alerta.
La incomodidad no acaba ahí, si no que se traslada a las duras lecciones, a los implacables juicios de valor y sobre todo a la sexualidad reprimida: no cuesta mucho ver un diálogo activo por parte de la propia historia con el espectador, que se piensa que esta es “otra de espías” y al que constantemente se le obliga a replantearse que lo sea.
Esto no es sólo otra más, sino una que se atreve a romper los códigos que estaban ya presentes, con una insólita valentía que es capaz de despertarte curiosidad: lo mismo se puede aplicar a Dominika, en su aprendizaje a ser esa persona que sabe lo que sus objetivos van a necesitar.

En la academia a la que va, en el mundo nuevo que le han descubierto, sus habilidades son codiciadas, sí, pero siempre permaneciendo como un objeto, un instrumento.
Se acabó sentir miedo, no existen ganas de vengarte, ni tampoco la pulsión del deseo: todo eso que sigue ardiendo dentro de Dominika, y pide liberarse.
(Claro que en sus primeros contactos con el agente norteamericano Nate Nash no podemos adivinar si el interés viene por el trabajo o la genuina curiosidad, así de bien nos engaña, engañándose a ella misma sobre lo que siente)

Cuando entra en materia la película, a pesar de haber aprendido todo lo que el espectador le pide al género y dárselo… es inevitable quedarse con la sensación de que la historia tenía más fuerza cuando buscaba incomodarte, y no tanto entretenerte.
Pero quedan rastros de esa fuerza, en tensas misiones que requieren inteligencia, en sutiles movimientos bajo la mesa y en duras miradas que esconderían secretos ante cualquier amenaza: el peligro existe en esta Europa modernamente vieja, y eso es todo un logro en tiempos en los que pedimos una protagonista que acabe con la cabeza bien alta.

Esa no era la historia de Dominika.
La suya es una historia de heridas cicatrizadas, metas conquistadas y, en última instancia, sentimientos ocultos a cualquiera que no sepa cómo mirar o escuchar.
La precisión es incluso más fina que cuando bailaba, porque hace falta un enorme entrenamiento para vivir en ese frío mundo… y saber cuándo por alguien se puede suspirar.
Charles
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7
23 de noviembre de 2017
6 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
En casi todas sus vertientes, 'Star Trek' ha sido una saga sobre la esperanza: no importa cuán diferentes sus miembros ni cuán lejos los viajes estelares, las diferentes tripulaciones siempre llevaban estoicamente valores de convivencia y comunicación a toda la galaxia.
Tal vez inconscientemente, nos hemos acostumbrado a esa imagen, hasta el punto de que hay varios roles preestablecidos que llenar en cada nueva encarnación, y las diferentes series nunca han querido moverse de esa estructura.
Si fuera de otra manera, ¿cómo podría llevar el nombre de 'Star Trek'?

Por eso 'Discovery' es un paso muy especial.
Porque, adaptándose a los nuevos tiempos y desempolvando el aire inocente que envolvía la franquicia, acepta que a veces tenemos que usar los métodos más cuestionables para conseguir los resultados menos malos.
No se trata de crueldad, ni de falta de escrúpulos (aunque algo de eso hay), sino de situaciones desesperadas que requieren enfoques nunca contemplados.
Hasta ahora siempre contábamos con un teletransporte a tiempo, con un parlamento entre culturas, o quizás con un entendimiento a pesar de las diferencias, pero ya no hay atajos fáciles al final feliz e inspirador: esto es el espacio inexplorado, peligroso y el doble de conflictivo.

Aunque dar un golpe de timón tan brusco habría sido esperable, por no decir típico, pues estaba la trampa de envolver lo mismo de siempre en papel de distinto color.
Bryan Fuller, sin embargo, entiende que tenemos que venir de aquí para llegar ahí: por eso un símbolo de la Flota Estelar escrito en el desierto abre la veda del asombro y lo increíble, para que pensemos que esto es, de nuevo, la historia de un futuro mejor basado en alianza de sociedades e idealista exploración.
Todo para, poco después, ejecutar una de las más elaboradas trampas de la televisión moderna, donde los primeros capítulos son la antesala de lo que viene después, un mini-arco que muchos otros habrían relegado a un flashback o explicación posterior, y aquí se le da toda la trágica importancia que merece.

Porque tenemos que estar ahí, con la oficial Michael Burnham, comprendiendo que hasta las mejores intenciones pueden irse a la mierda.
Porque los peores errores no se han vivido si sólo se cuentan.

Fracasado el plan desesperado que siempre salía bien (¡cómo puede ser, si esto es Star Trek!), ella empezará su propio camino de redención personal formando parte de la USS Discovery, y la distancia con el estereotipo de "rebelde protagonista porque el mundo la ha hecho así" es palpable: hemos estado con ella a cada paso, y sabemos que no es una santa, pero tampoco la más sensata.
Por una maniobra de guión bastante inteligente (a la par que agradecido fanservice) esta tripulación se siente como lo mismo, pero no exactamente, pues más que llevar a cabo importantes misiones de paz lo que hacen es sobrevivir y empujar los límites con sus propios medios, sin ningún alto cargo que les tenga en estima o que llegado el momento les diga "buen trabajo".
Gabriel Lorca, el primer capitán que no se preocupa ante la posibilidad de guerra Klingon, podría ser la figura más interesante, pero todos tienen su momentito de gloria, gracias a unas tramas que no convierten en "camisetas rojas" a nadie y se dedican a justificar que cada uno nos importe.

Bucles temporales, especies amenazadas, tecnologías interestelares de funcionamiento sacrificado, planetas vivientes que seducen con la promesa de paz en tiempos bélicos... todo ello con seres que dudan y sienten, antes que afirman y se lanzan valientemente.
Podría titularse "el lado oscuro de Star Trek" pero lo cierto es que no es así: es el lado humano, despreciado y fuertemente autoafirmado de Star Trek, que da la espalda a ídolos de cartón piedra y sabe que, si errar es humano y hemos conseguido socializar allá afuera, errar también debe ser alienígena (aunque los Vulcanianos intenten reprimirlo con lógica, aunque los Klingon nunca admitan su debilidad).

Parece un tópico decir que se ha conquistado otra nueva última frontera.
Pero nunca hemos cruzado ninguna: esta historia va de cómo, más allá de las estrellas, Michael Burnham lo perdió todo, y empezó a reconstruirse a si misma, a su manera.
Aunque todos le dijeran que no podía, porque tenía que aceptar un lugar en el que ni los que la criticaban consideraban estar.

Tiene sentido entonces, que más allá de la (inevitable) guerra Klingon, esta historia empiece alabando un símbolo de la Flota, y en su último episodio todo vaya de salvar otro, uno más pequeño y personal sin el que Michael no podría ir más allá de todo lo conocido.
Porque al final no se trata de un símbolo, sino de las personas que lo forman e inspiran.

Aún con todas sus fallas, flaquezas y dudas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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6
29 de noviembre de 2018
2 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿A nadie nunca le da yuyu ver cómo el vídeo de una cámara imita todos tus movimientos de manera invertida?
Te sientes como si estuvieras reaccionando “mal”, por tantas veces que nos han dicho que ahí se captura la verdadera realidad.
Como si la persona que ves lo estuviera “haciendo bien” y tú fueras un impostor.

‘Cam’ probablemente tenga su germen en esta idea.
Tú puedes grabarte, puedes retransmitir tu imagen a mil pantallas, y al final dejará de pertenecerte.
Es algo que Alice seguro tuvo levemente presente, pero que ha desechado en favor de que su avatar de fantasías masculinas, Lola, consiga el puesto más alto en la lista de cam girls: cuando no puedes esconderte tras lo que ofreces solo queda todo lo contrario, y ella no tiene reparo en mutar continuamente para un público entregado.
Porque, de fondo, inmutable, omnipresente en los chats, constante en el oído, ese “piticlín” del dinero que se gana es el simple estímulo psicológico que justifica hacer cualquier cosa.

Sin embargo, pronto queda claro que Alice/Lola no persigue la simple paga, sino la placentera sensación de estar por encima de muchas más.
Un puesto le sigue a otro, a otro, y al siguiente, porque el límite lo pone la imaginación de los demás, no sus propios escrúpulos, ya insensibilizados por tanta exposición a sus clientes: es curioso como simples frases de chat pueden configurar un cosmos temible de hombres ocultos, desesperados por cargar su frustración sobre muñecas de carne.
Todo hasta el día en que Lola aparece conectada en riguroso directo… y Alice la observa aterrorizada desde su cama, tras una noche dura.

Es bien cierto que esta historia es bastante modesta: la premisa es en sí el argumento, sin más.
Pero dentro de ese recuperar su identidad que emprende Alice caben muchos buenos comentarios, generalmente conectados a que ella sea una trabajadora sexual oculta a ojos de su familia, y claramente desfavorecida a la hora de pedir ayuda. Miradas de “tú te lo has buscado”, comentarios por lo bajini y “tengo mis propios problemas” de sus compañeras lanzan una mirada cínica, profundamente inquietante, a una industria invisible donde lo que más cuesta reconciliar es el secretismo personal con el reconocimiento profesional.
Entonces, no extraña que Alice haya dado a luz a su propio doble a través de un orgasmo, provocado con saña por sus admiradores, extirpando así toda la monstruosidad que tenía reprimida en su personaje de Lola, para poder darse cuenta de que su obsesión por ser la primera estaba destruyendo su vida.

Se suele pensar que no corremos peligro sobrenatural en la era digital, y muy al contrario nos enfrentamos a la posesión, día sí, día también, de esa versión perfecta de nosotros mismos que retransmitimos en directo para todos los seguidores que nos quieran ver.
Así que lo más duro, si ya no queda imagen que comerciar, sea armarse de valor y desconectar la sesión de una vez por todas.

Todo sea porque los “piticlín” de miles de amigos a los que importamos una mierda no acaben siendo las rejas de nuestra prisión social.
Quizá, como aprende Alice, no haga falta ser validada por desconocidos en un primer puesto para disfrutar realmente lo que haces.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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