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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Thriller. Terror Alice (Madeline Brewer) es una cam girl que trabaja en una website para adultos y que intenta mantener su vida privada al margen. Un día, cuando intenta loguearse, descubre que alguien está utilizando su perfil: una réplica exacta de ella misma. (FILMAFFINITY)
29 de noviembre de 2018
2 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿A nadie nunca le da yuyu ver cómo el vídeo de una cámara imita todos tus movimientos de manera invertida?
Te sientes como si estuvieras reaccionando “mal”, por tantas veces que nos han dicho que ahí se captura la verdadera realidad.
Como si la persona que ves lo estuviera “haciendo bien” y tú fueras un impostor.

‘Cam’ probablemente tenga su germen en esta idea.
Tú puedes grabarte, puedes retransmitir tu imagen a mil pantallas, y al final dejará de pertenecerte.
Es algo que Alice seguro tuvo levemente presente, pero que ha desechado en favor de que su avatar de fantasías masculinas, Lola, consiga el puesto más alto en la lista de cam girls: cuando no puedes esconderte tras lo que ofreces solo queda todo lo contrario, y ella no tiene reparo en mutar continuamente para un público entregado.
Porque, de fondo, inmutable, omnipresente en los chats, constante en el oído, ese “piticlín” del dinero que se gana es el simple estímulo psicológico que justifica hacer cualquier cosa.

Sin embargo, pronto queda claro que Alice/Lola no persigue la simple paga, sino la placentera sensación de estar por encima de muchas más.
Un puesto le sigue a otro, a otro, y al siguiente, porque el límite lo pone la imaginación de los demás, no sus propios escrúpulos, ya insensibilizados por tanta exposición a sus clientes: es curioso como simples frases de chat pueden configurar un cosmos temible de hombres ocultos, desesperados por cargar su frustración sobre muñecas de carne.
Todo hasta el día en que Lola aparece conectada en riguroso directo… y Alice la observa aterrorizada desde su cama, tras una noche dura.

Es bien cierto que esta historia es bastante modesta: la premisa es en sí el argumento, sin más.
Pero dentro de ese recuperar su identidad que emprende Alice caben muchos buenos comentarios, generalmente conectados a que ella sea una trabajadora sexual oculta a ojos de su familia, y claramente desfavorecida a la hora de pedir ayuda. Miradas de “tú te lo has buscado”, comentarios por lo bajini y “tengo mis propios problemas” de sus compañeras lanzan una mirada cínica, profundamente inquietante, a una industria invisible donde lo que más cuesta reconciliar es el secretismo personal con el reconocimiento profesional.
Entonces, no extraña que Alice haya dado a luz a su propio doble a través de un orgasmo, provocado con saña por sus admiradores, extirpando así toda la monstruosidad que tenía reprimida en su personaje de Lola, para poder darse cuenta de que su obsesión por ser la primera estaba destruyendo su vida.

Se suele pensar que no corremos peligro sobrenatural en la era digital, y muy al contrario nos enfrentamos a la posesión, día sí, día también, de esa versión perfecta de nosotros mismos que retransmitimos en directo para todos los seguidores que nos quieran ver.
Así que lo más duro, si ya no queda imagen que comerciar, sea armarse de valor y desconectar la sesión de una vez por todas.

Todo sea porque los “piticlín” de miles de amigos a los que importamos una mierda no acaben siendo las rejas de nuestra prisión social.
Quizá, como aprende Alice, no haga falta ser validada por desconocidos en un primer puesto para disfrutar realmente lo que haces.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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