Después de la simpática película gastronómica «Delicioso»de hace un par de años, el director Eric Besnard vuelve a contar con Gregory Gadebois para que interprete a un solitario montañés que ha huido de la bulliciosa ciudad para vivir con tranquilidad y sin estrés. Su vida dará un giro cuando conoce a su polo opuesto, el urbanita y hombre de negocios Lambert Wilson.

Tras averiarse su coche en una perdida carretera de montaña en los Alpes, el empresario famoso Vincent pide ayuda a un motorista que pasa por allí, este hombre se llama Pierre que vive solo como un ermitaño en la montaña. Es un hombre solitario y poco hablador, pero a regañadientes le ofrece su hospitalidad. Dos personas totalmente opuestas, pero que tienen problemas internos en común.

El dúo de actores funciona bien, reunir a estos dos personajes tan diferentes crea momentos divertidos y algo conmovedores. Los magníficos paisajes de Saboya ofrecen una manera de ver la vida de otra forma y nos hace pensar de la vida que llevamos y que va a toda velocidad, preguntándonos si es necesario correr tanto y no tomarse tan en serio ciertas cosas.

Vincent tiene ataques de ansiedad por el estrés al que está sometido y Pierre arrastra un dolor que le llevo a aislarse y que más tarde comprenderemos, entre los dos surgirá un entendimiento mutuo de disfrutar la vida y aprender a vivirla de nuevo con un poco más de sencillez, buscando los esos momentos simples que pueden llenar nuestro vacio.

Un film que nos depara gratas sorpresas, poco original en su planteamiento, pero con buena fe, buena moraleja y buenas intenciones, del que sales del cine con una sonrisa, aunque no te hayas creído demasiado lo que te estaba contando esta ligera comedia francesa.
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