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Voto de John Dunbar:
7
Drama. Thriller. Romance Basada en un hecho real acaecido a finales de los años cuarenta, la película relata la sangrienta trayectoria criminal de una pareja, Martha y Ray. Ambos se conocieron a través de una agencia matrimonial de contactos para "corazones solitarios". Él resultó ser un estafador, y ella se enamoró tan locamente de él que se convirtió en su cómplice. Su objetivo eran mujeres solteras o viudas solventes, a las que Ray cortejaba para deshacerse ... [+]
21 de diciembre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un sombrío blanco y negro, que pareciera ser cómplice de los actos de sus protagonistas, acoge los macabros hechos reales que tuvieron lugar a finales de los años 40 en Estados Unidos. Raymond Fernández, un hijo de emigrantes españoles nacido en Hawái y veterano de guerra, después de un paso por prisión, aprovecha su supuesto atractivo latino para seducir y así engañar a mujeres divorciadas y viudas, sacándoles todo el dinero y joyas cuanto puede sin importarle lo más mínimo edad, físico o cualquier otra condición. Su método para contactar con ellas, simple y eficaz, era a través de las secciones de contactos "Corazones Solitarios" de la prensa. Así es como, tiempo después, conoce a Martha Beck, una mujer enfermera de profesión, cuyo pasado y su evidente sobrepeso forjaron en ella una personalidad arisca y desconfiada. No parece a simple vista el alma solitaria en el que alguien como Ray podría poner sus ojos, pero, sin embargo, su soledad hizo mella y desveló su lado más perverso y dependiente, camino ideal para forjar el vínculo posterior y lo que éste depararía.
Después de los primeros contactos por carta, rápidamente conciertan una cita para verse. Él se traslada a su lugar de residencia para el encuentro y el flechazo por parte de ella es inmediato. Tras ver que no tiene dinero o posesiones apreciables de las que sacar tajada, se vuelve a Nueva York alegando que tiene negocios que atender. Una carta posterior de Ray despidiéndose oficialmente no desalentó a Martha, al contrario, ni corta ni perezosa se planta en casa de él dispuesta a continuar la relación. Ray, por su parte, al ver que ella es solícita y dispuesta a cualquier cosa que le pidiera, comprende que puede serle beneficioso el papel que Martha pueda representar en sus propósitos y le cuenta quién es verdaderamente y a qué se dedica. De esta manera y presentándose a partir de entonces como hermanos ante sus víctimas para así no despertar el recelo de las mismas, es como juntos inician una escalada de estafas y robos que generalmente acaban con el asesinato de la pobre ingenua y enamorada de turno.

Se omiten varias cosas de considerable relevancia del pasado de ambos que vendrían a entender un poquito mejor la personalidad desarrollada por cada uno, como el porqué del paso por la cárcel de él o la forma en que se produjo la prominente cicatriz que luce en su cráneo, el tortuoso pasado en la infancia de Martha y, especialmente, que ella tenga dos hijos fruto de dos relaciones distintas, pero no influyen de forma directa en la acción, por lo que son elementos que Leonard Kastle -guionista y director y, ésta, su única incursión en el séptimo arte- haya obviado a propósito para entrar en algo más de profundidad y poner un mayor énfasis en lo macabro de su personalidad y de sus acciones delictivas.
Tanto Tony Lo Bianco como Shirley Stoler, en el papel de Raymond Fernández y Martha Beck respectivamente, se amoldan a lo que en teoría sus originales representaban y vemos la capacidad manipulativa de él para seducir y la difícil sociabilidad de ella desde el principio, tremendamente hosca y malhumorada, pero siempre predispuesta a hacer caso a su amado.
La selección musical elegida a cargo de Gustav Mahler, suena poderosa en varias escenas y enfatiza la crudeza y la frialdad con la que terminan por llevar a cabo todo cuanto hacen.

Gran ocasión de ver un retrato -de tantos que seguro se podrían hacer- de la parte oscura de la mente humana que en determinados especímenes prolifera de forma exacerbada. Y además, es real. Sin duda, podría pasar a formar parte del catálogo de los horrores de esa espléndida serie titulada “La huella del crimen” por el pasado de los dos protagonistas, la complejidad que conforman como pareja -él dominante y seductor para con ellas, y ella sumisa ante él pero déspota y celosa para con las otras- y por la frialdad e incluso el ensañamiento con el que terminan por acometer los crímenes. Y, por cierto, aunque haya una clara utilización y manipulación por parte de uno y sumisión por parte de la otra, en la cronología de los hechos, queda evidenciado que es tan culpable el uno como el otro. Tal para cual.
John Dunbar
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