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Los asesinos de la luna de miel

Drama. Thriller. Romance Basada en un hecho real acaecido a finales de los años cuarenta, la película relata la sangrienta trayectoria criminal de una pareja, Martha y Ray. Ambos se conocieron a través de una agencia matrimonial de contactos para "corazones solitarios". Él resultó ser un estafador, y ella se enamoró tan locamente de él que se convirtió en su cómplice. Su objetivo eran mujeres solteras o viudas solventes, a las que Ray cortejaba para deshacerse ... [+]
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
31 de mayo de 2010
41 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque pueda parecer lo contrario, ésta es una película de amor. Lo que ocurre es que no se trata de un amor convencional, sino más bien extraño y oscuro, del que no suele verse en una pantalla de cine. Porque el amor, aunque el cine se haya empeñado desde hace décadas en hacernos creer lo contrario, no siempre acaba en un altar, en pañales e hipoteca, en el jardín con perro y barbacoa de una bonita casa adosada. No digo yo que no exista ese amor, pero seguro que no es el único y puede que no sea el mejor, aunque los haya peores e infinitamente más dañinos. El de Martha Beck, sin ir más lejos.

Lo siento por los insomnes guardianes de lo políticamente correcto, pero las cosas son así: Martha Beck es gorda, fea, malcarada e intransigente. Tal vez por eso nadie la soporta. Las enfermeras que están a sus órdenes la aborrecen, por estricta y tiránica. Martha vive con su madre, a la que trata sin miramientos. Como Homer Simpson, dedica el tiempo libre a investigar cuántas comidas caben entre el almuerzo y la merienda. Apenas tiene amigas, y ya no digamos amigos. Y sin embargo, Martha quiere, desea, necesita, como todo el mundo, dar y recibir amor. Por eso, cuando descubre que Ray Fernández, el hombre con quien contactó a través de una agencia matrimonial, se dedica en realidad a seducir y desplumar a viudas y solteronas, no sólo no corre a denunciarle a la policía, sino que, para no perderle, asume gustosa el papel de cómplice. Sus ansias posesivas y sus desmedidos celos desencadenarán, además, el crimen que falta para completar el círculo: el asesinato, cada vez más cruel y sanguinario, de las víctimas de sus engaños.

Beck y Fernández asesinaron, a finales de los años 40, a más de veinte mujeres y a una niña de veinte meses. Esta seca y desapasionada película resigue su trayectoria criminal y picotea con escalofriante frialdad en unos pocos de sus brutales asesinatos, pero a pesar de su crudeza expositiva y aunque algunas críticas se quejen de su sordidez, si echáis un vistazo a los caretos de los auténticos Beck y Fernández y repasáis sus correrías reales, veréis que éstas incluso han sido dulcificadas. Creedme, la fidelidad a los hechos la habría hecho insoportable.

Pensada en un principio para Martin Scorsese, fue finalmente su guionista, Leonard Kastle, quien acabó dirigiendo la que sería su única obra, que ha acabado adquiriendo, tal vez por ello, la categoría de peli de culto, y aunque los ditirambos de Truffaut o Antonioni que decoran su carátula se antojen desmedidos, lo cierto es que no le faltan méritos para ser considerada una muy buena película: su blanco y negro áspero y desasosegante, su sobria y elusiva puesta en escena, su sabio y bien dosificado uso de la música de Mahler, la extraordinaria interpretación de Shirley Stoler como una mujer poseída por una pasión que devora y destruye. Uno de los muchos monstruos que el amor es capaz de crear y alimentar, aunque sigamos empeñados en querer creer lo contrario.
Normelvis Bates
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26 de noviembre de 2006
41 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film independiente, escrito y dirigido por Leonard Kastle, es su único largometraje. Se basa en noticias periodísticas y datos judiciales referidos a hechos protagonizados por una pareja de asesinos en serie. Se rodó con un bajo presupuesto em 1969. Producido por Warren Steibel, se estrenó el 4-II-1970.

La acción tiene lugar en Mobile (Alabama), NYC y diversas localidades de EEUU, a lo largo de 1949. Narra la historia de Martha Beck (Shirley Stoler), jefe de enfermeras del Hospital de Mobile, obesa, de 110 kg, soltera, de 30 y pocos años, que a través de una agencia matrimonial entra en contacto con Raymond "Ray" Fernandez (Tony Lo Bianco), inmigrante español, de 34 años, residente en NY, estafador especializado en ganarse la confianza de mujeres solitarias para apoderarse de sus ahorros y asesinarlas para no dejar rastros. Martha se enamora de Ray y se convierte en su cómplice.

La película expone los hechos delictivos de la pareja en un collage de episodios violentos, perturbadores y espeluznantes, realizados con increíble frialdad e indiferencia. La narración, adusta y seca, es de carácter documentalista. Se refiere a los hechos sin complementos románticos, ideológicos o explicativos. No se incluye una reflexión sobre la violenica, sus causas, sus secuelas, etc. Se ofrece una imagen grotesca del mundo feliz de los 70, mediante unos crímenes en serie, que denuncian o evocan la presencia en el mundo de violencia injustificable, autoritarismos descarados, responsables de mando de personas que actúan al albur de caprichos inasumibles, corrientes de trato descortés y presumidamente maleducado y otros hechos que evidencian la vigencia del ideario fascista en ámbitos de las sociedades avanzadas del XXI. El film recuerda "Henry, retrato de un asesino" (1986), si bien entre ambas obras no hay relaciones de conocimiento e inspiración. Fue objeto de un "remake" tardío, de Arturo Ripstein, titulado "Profundo carmesí" (1997). Es una historia de amor singular, desoladora y feroz.

La música incluye fragmentos de Mahler, con un tema central que envuelve los asesinatos. Se añade una canción de James Michener, tomada de su álbum "South Sea Islands". La fotografía, de Oliver Wood (jefe de iluminación de la serie "Bourne"), sitúa la acción en ambientes oscuros, tétricos y claustrofóbicos, de aires expresionistas, que realzan los aspectos grotescos y macabros del relato. La estética se ajusta al desaliño y descuido formal de los films de serie B. Hace uso de tomas largas, sobreentendidos, elipsis y escalofriantes escenas fuera de campo. El guión juxtapone episodios tomados de las secciones de sucesos, de aire cutre i "kitsch", que recuerdan la emotiva plástica de Robert Rauschenberg. La interpretación de S. Stoler ("Klute", 1971) y la de Tony Lo Bianco ("The French Connection", 1971) son excelentes. La dirección, a cargo de un director de orquesta y compositor, crea una obra de crudeza extrema.

Película singular, de culto entre cinéfilos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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25 de febrero de 2006
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Normalmente las películas que llevan esta coletilla me suelen tirar para atrás inmediatamente, pues las asocio con los telefilmes baratos de la siesta pero en éste caso hay que obviarlo porque aunque la película es de presupuesto realmente reducido (¡ésto sí es cine indie!) la historia, las interpretaciones y la puesta en escena son realmente notables contándonos una historia que no por menos vista deja de impactar.
Las gran baza de la película es la manera tan directa y libre de prejuicios con que nos muestran lo que ocurre, aquí no hay que plegarse a una productora ni a unos cánones establecidos para hacer un producto más comercial, los personajes no son guapos ni falta que hacen, los crímenes que cometen tampoco, no hay explicaciones inecesarias, todo transcurre con una naturalidad tan pasmosa que provoca auténtico pavor en el espectador.
Sin duda una joya oculta que merece la pena descubrir para los amantes de las películas de asesinos en serie y de parejas tumultuosas, al estilo "Bonnye and Clyde".
lovekraft
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15 de abril de 2014
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de mucho tiempo buscándolo, he podido ver por fin este largometraje, y, aunque puede considerarse irregular, incluso torpe en algunos aspectos, realmente merece la fama - su fama de film de culto- que arrastra, desde que se estrenó. Estamos ante un largometraje muy, muy especial por diversas razones. En primer lugar, es el único largometraje dirigido por el compositor Leonard Kastle, quien también escribió el guión. En un principio, este guión lo iba a dirigir Martin Scorsese, quien fue contratado por el productor, Warren Steibel. Pero, al poco de empezar el rodaje, Kastle se hizo cargo de la dirección, porque el ritmo de trabajo de Scorsese era demasiado lento.

En segundo lugar, es un film en el que se unen, de una manera muy peculiar, las características que entonces marcaba casi cualquier producción de bajo presupuesto -fotografía en blanco y negro, actores y actrices poco conocidos, limitación o pobreza en los escenarios, efectos especiales cutres-, el tono documental del "cinéma vérité", y un tema entonces aún poco tratado en el cine estadounidense, el asesino en serie. La mezcla que se preparaba era explosiva, tan explosiva como la que un año antes, en 1968, habían efectuado los responsables de otro film en blanco y negro de bajo presupuesto, con un tono documental y un enfoque crudo y efectista de la violencia, "La noche de los muertos vivientes" (Night of the Living Dead, 1968), dirigido por George A. Romero. Es como si John Cassavetes, o a veces Russ Meyer, o a veces John Waters, se hubieran puesto a dirigir un "slasher" antes del verdadero cine "slasher". Muy raro. Tan raro como que Truffaut elogiara un film totalmente encuadrable dentro de los márgenes del "exploitation".

Un film que se basa en hechos reales, verídicos, y que nos presenta a una pareja muy peculiar, la formada por una enfermera de hospital, obesa y fea, Martha Beck (Shirley Stoler) y un estafador de buena presencia y de origen español, Ray Fernández (Tony Lo Bianco). En sus estrategias para estafar y robar a las mujeres solitarias a las que Ray engatusa, hasta casarse con ellas, esta pareja es torpe, casi divertida; todo tiene un cierto aire de improvisación, y es dentro de esa improvisación, dentro de una torpeza en la que tiene algo que ver la personalidad impulsiva y obsesiva de Martha, como surge el asesinato. Son pocos los asesinatos mostrados en el film, pero son de una crudeza, una sequedad y una sordidez inusitadas para el cine de la época, y para el espectador de la época. Es precisamente en esta progresión hacia el horror cuando el film, desde un comienzo bastante torpe, empieza a crecer, hasta un final contundente, coherente y seco. Un final realmente magistral. Pese a las torpezas iniciales del guión y la trama, Kastle demuestra un sabio manejo del espacio fuera de campo, de los movimientos de la cámara, y, cómo no, de la música, o su ausencia.

"Los asesinos de la luna de miel" es una obra que nos introduce en un mundo absolutamente real y creíble, y a la vez, absolutamente horrible. Posee un valor histórico, tanto por sí mismo, como por situarse dentro de una evolución del cine -por sintetizar, entre "Psicosis" (Psycho, 1960), de Alfred Hitchcock, y la década de los 70, la del "giallo" italiano y la de los comienzos del "slasher" y el esplendor del cine de asesinos en serie, en el cine USA- en la que la pantalla se vuelca en la decisión de mostrarlo todo, todo lo que antes no se atrevía a mostrar. Es decir, el horror más absoluto.
Pedro Triguero_Lizana
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17 de agosto de 2011
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodada con bajo presupuesto y por un cineasta, fallecido el pasado mes de mayo, que solamente obtuvo popularidad con su película, “The Honeymoon Killers” presumió de ser una película peculiar, diferente, probablemente apta para una sesión de medianoche. Un drama criminal narrado desde la óptica de sus protagonistas; una pareja rebelde, adulta pero desarraigada en una madurez ya plena. Y, lo que es más importante, sin responder a estereotipos glamurosos.

La propuesta “subterránea” de Leonard Kastle (y eso que Martin Scorsese estava entre los candidatos) es simple; partiendo de un recorte de la crónica negra contemporánea, presume en elaborarnos una historia de amor y crímenes bastante desmarcada de las pautas de un “pshyco-killer” o una historia de “outsiders” que viven al margen de la ley para ser felices y comer perdices. Lo que convierte el film en un plato muy crudo y difícil de digerir en cuanto a los planteamientos de la pareja protagonista: ella, Martha Beck (Shirley Stoler) es la odiada jefa de enfermeras de un Hospital. En contra de sus principios sabe que necesita un recoveco para la felicidad aunque cree que su obesidad y glotonería se lo impiden. Y es cuando entra él, Raymond Fernández (Tony Lo Bianco), un latino patillero que malvive de las chapuzas y estafas que se corre: robar a mujeres maduras con las que liga y se casa para después vaciarles el monedero. Y siempre recurriendo a la Agencia Matrimonial de la Tia Carrie; punto de encuentro en que los dos corazones se juntarán y que, evidentemente Martha será presa de los engaños de Ray. Aunque si quiere seguir desviviéndose de ése único amor que por fin ha conseguido, tendrá que aceptar los “trabajitos” de su media naranja. Compartirán abrazos, besos y correrías, aunque para ello tengan que recurrir al asesinato si los planes no salen tan bien como esperaban…

Shirley Stoler y Tony Lo Bianco, ambos nacidos y criados en Brooklyn, interpretaron a esta peculiar pareja que marcaron un hito en la historia de la Crónica Negra Norteamericana. Kastle rehuyó de los convencionalismos hollywoodianos a la hora de escoger actores y actrices conocidos y guapos y confiando en las brillantes improvisaciones del dúo protagonista que se lucen con sus muecas (basta con la cara de pan de quilo de la Stoler presa de los celos o los bailes de Lo Bianco a ritmo de chachachá que por ser más horteras que una botella de Varon Dandy, le añaden bastante realismo a un film ennegrecido, empezando por su fotografía).
Natxo Borràs
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