Sin ningún género de duda es mi preferida; desde que la vi por primera vez, desde que la vine a descubrir una tarde remota de hace ya unos cuantos años.
Antes, unos y otras, me habían hablado de ella. Seguro que ellos más, que ya se sabe que el sentido del humor masculino es diametralmente opuesto al de las féminas, quizá más banal, aunque tampoco me resultaba en exceso complicado encontrar a quien, entre ellas, hubiera quedado impactada sobremanera.
Es acariciadora y envolvente, y marcó toda una época. Es hermosa, y me ha hecho soñar tantas veces que sólo con que alguien evoque su nombre yo me siento flotar entre las nubes.
Es brillante, y me dice muchas cosas. Nunca me gustaron aquellas insulsas de apariencia cadavérica que se desarrollan con desgana, como faltas de mucha sustancia.
Desde luego, sin ningún género de duda, y como anticipaba, Elizabeth Hurley es la mujer más bella que recuerdo y una de las cosas más bonitas de entre las que Dios puso en el mundo en su año de mil novecientos sesenta y cinco.
Con AL DIABLO CON EL DIABLO el actor y director Harold Ramis se sitúa de nuevo en la superficie en la que se mueve mejor: la comedia.
En base a una historia de Peter Cook (ed maddimoddio), el solista de aquélla de la que ésta es remake, y con el pastorón Fraser como jefe de filas, nos presenta Ramis una cinta simpática y ejemplarizante, como Atrapado en el Tiempo, pero acaso sin la frescura y la magia que destila la protagonizada por Bill Murray. Y es que era difícil, muy difícil, alcanzar otra vez tan alta cima de inspiración.
Tanto como lo es ir a darse de bruces en este mundo traidor con una lindeza infinita al estilo de Liz Hurley.
Dios mío...