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Voto de Jinete nocturno:
8
6,7
8.580
Drama
La mundialmente famosa Lydia Tár está a solo unos días de afrontar el mayor reto de su carrera profesional: grabar la sinfonía que la llevará a las alturas de su ya formidable carrera. Pero su vida personal y sus decisiones van a ir interfiriendo en su carrera musical con consecuencias imprevisibles. (FILMAFFINITY)
19 de marzo de 2023
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aquí una película sobre una mujer empoderada que triunfa en un mundo eminentemente masculino. Hasta ahí, como cualquier película que hayas visto en los últimos diez años, lo sé. Fiesta y jolgorio progre. Lazos violetas para todos. El “pequeño problema” es que nuestra protagonista es lesbiana, de mentalidad aristocrática, culta, elitista y (como cualquier mujer verdaderamente hecha a sí misma) desprecia lo suficiente el feminismo institucionalizado como para ignorar la existencia del 8M. Por si eso no fuera suficiente subversión de tropo y patada en las gónadas a lo políticamente correcto, nuestra protagonista, y pese a no tener pene (anatema!!) es una depredadora sexual que no duda en usar su poder para cazar a jovenzuelas con ganas de ascender y hacerles un hueco en su cama.
Y una transgresión más para irritación anal de los biempensantes: pese a que Lydia (o Linda, en realidad) Tár dista mucho de ser un ser humano ejemplar y no pocos de sus actos son aborrecibles, el film se niega a condenarla. Más bien, condena eso tan siniestro, tan de moda y que tanto hubiera molado a Torquemada llamado "cultuta de la cancelación"
En efecto, esta película prefiere ser veraz, reflexiva y construir un personaje interesante a hacer amigos: Incluso la propia temática del film, el mundo de la música clásica y las intrigas palaciegas dentro de las grandes agrupaciones sinfónicas (en la realidad no menos terribles que lo mostrado), resultará áspero a la inmensa mayoría de la audiencia, y lo digo como melómano. Y es que la peña, qué le vamos a hacer, es más de Rosalía que de Mahler.
Y para más inri, se empeña en mostrar un personaje veraz, humano, capaz de lo mejor y lo peor, victima de su propia grandeza; completamente opuesto a las Mary Sue pluscuamperfectas con las que nos asfixia el cine comercial, y por tanto “antipático”, de los que sirven de medida moral del espectador: probablemente los mediocres tenderán a sentirse irritados por su perfeccionismo y aire intelectual, y solo aquellos que escapen del rebaño de lo mediocre y convencional tenderán a absolverla. Así que no es de extrañar que esta película, pese a lo interesante de la propuesta y a la interpretación magistral de Cate Blanchett, haya pasado tan relativamente desapercibida para el público y haya sido deliberadamente ignorada por los premios. En realidad, y solo por cierta escena que paso a comentar en spoilers, que destroza completamente y sin piedad el wokismo imperante y sus soplapolleces, estaba condenada: Es como gritar “cancélame”. Algo, irónicamente, de lo más adecuado.
En resumen, uno de los films más interesantes y valientes de los últimos años. El simple hecho de que exista, ya es un pequeño milagro.
Y una transgresión más para irritación anal de los biempensantes: pese a que Lydia (o Linda, en realidad) Tár dista mucho de ser un ser humano ejemplar y no pocos de sus actos son aborrecibles, el film se niega a condenarla. Más bien, condena eso tan siniestro, tan de moda y que tanto hubiera molado a Torquemada llamado "cultuta de la cancelación"
En efecto, esta película prefiere ser veraz, reflexiva y construir un personaje interesante a hacer amigos: Incluso la propia temática del film, el mundo de la música clásica y las intrigas palaciegas dentro de las grandes agrupaciones sinfónicas (en la realidad no menos terribles que lo mostrado), resultará áspero a la inmensa mayoría de la audiencia, y lo digo como melómano. Y es que la peña, qué le vamos a hacer, es más de Rosalía que de Mahler.
Y para más inri, se empeña en mostrar un personaje veraz, humano, capaz de lo mejor y lo peor, victima de su propia grandeza; completamente opuesto a las Mary Sue pluscuamperfectas con las que nos asfixia el cine comercial, y por tanto “antipático”, de los que sirven de medida moral del espectador: probablemente los mediocres tenderán a sentirse irritados por su perfeccionismo y aire intelectual, y solo aquellos que escapen del rebaño de lo mediocre y convencional tenderán a absolverla. Así que no es de extrañar que esta película, pese a lo interesante de la propuesta y a la interpretación magistral de Cate Blanchett, haya pasado tan relativamente desapercibida para el público y haya sido deliberadamente ignorada por los premios. En realidad, y solo por cierta escena que paso a comentar en spoilers, que destroza completamente y sin piedad el wokismo imperante y sus soplapolleces, estaba condenada: Es como gritar “cancélame”. Algo, irónicamente, de lo más adecuado.
En resumen, uno de los films más interesantes y valientes de los últimos años. El simple hecho de que exista, ya es un pequeño milagro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Una de las escenas más necesarias y oportunas vistas en un film comercial:
Estudiante negro y homosexual, orgulloso y autodeclarado, se empeña en dirigir durante una clase magistral una absurda pieza atonal para disgusto y tedio del personaje de Cate Blanchett. Esta no duda en señalar (primera bofetada en la cara al espectador y a los dogmas de la posmodernidad) que lo malo de música contemporánea que carece de alma, de verdadero sentido, y por tanto es imposible para el director de orquesta entrar en comunión con ella: no se puede dirigir bien lo que no se comprende, y no se puede comprender lo que no tiene sentido. Entonces, sugiere al chaval que empiece con Bach, y el lumbreras en cuestión, demostrando niveles de cretinez y dogmatigmo woke difícilmente superables (ojo, hay gente así en EEUU) le dice que se niega a interpretarlo porque era “blanco y hetero” y “tuvo veinte hijos”. Para la posteridad queda el monólogo de Lydia Tar apelando a que se libere de sus dogmas e intente entender al artista, incluso rechazando al hombre, y advirtiéndole que sino estará condenado a ser un artista mediocre. Por supuesto, el cretino en cuestión, demasiado estúpido para aceptar que le cuestionen el dogma (lleva la capa de adamantium “soy gay”) se limita a responder un elegante: “Eres una perra”.
Estudiante negro y homosexual, orgulloso y autodeclarado, se empeña en dirigir durante una clase magistral una absurda pieza atonal para disgusto y tedio del personaje de Cate Blanchett. Esta no duda en señalar (primera bofetada en la cara al espectador y a los dogmas de la posmodernidad) que lo malo de música contemporánea que carece de alma, de verdadero sentido, y por tanto es imposible para el director de orquesta entrar en comunión con ella: no se puede dirigir bien lo que no se comprende, y no se puede comprender lo que no tiene sentido. Entonces, sugiere al chaval que empiece con Bach, y el lumbreras en cuestión, demostrando niveles de cretinez y dogmatigmo woke difícilmente superables (ojo, hay gente así en EEUU) le dice que se niega a interpretarlo porque era “blanco y hetero” y “tuvo veinte hijos”. Para la posteridad queda el monólogo de Lydia Tar apelando a que se libere de sus dogmas e intente entender al artista, incluso rechazando al hombre, y advirtiéndole que sino estará condenado a ser un artista mediocre. Por supuesto, el cretino en cuestión, demasiado estúpido para aceptar que le cuestionen el dogma (lleva la capa de adamantium “soy gay”) se limita a responder un elegante: “Eres una perra”.