Callejón sin salida

Conocer bajo qué condiciones fue rodada esta película, cambia en mí por completo la perspectiva y mi respeto hacia ella se eleva casi hasta lo más alto del género.
Al parecer fue rodada con poco presupuesto, en muy poco tiempo y sin que apenas contaran con un guion con lo que la historia fue escrita y reescrita sobre la marcha, cambiando un día sí y otro también, el sentido y la dirección de la misma.
Ni es la primera ni la última a la que le sucede esto (con Casablanca debió suceder algo parecido) pero yo no podía dar crédito al inmenso ingenio desplegado con que resuelven las situaciones más peliagudas.
Porque puestos a verla es imposible no encontrar reminiscencias de otras cintas más famosas, por todos conocidas, de las que esta película parece coger trozos de argumento de aquí y de allá para terminar ensamblándolas en una maquinaria propia.
Esto, que podría ser una rémora en el juicio de la valoración hacia ella, y que quedara torpe, convirtiéndose en una especie de Frankenstein hecho con trozos del género, se convierte en ventaja al observar con qué maestría encajan las piezas, qué trabajo hilado tan fino ha resultado y qué arte llega a destilar de sus bordadores que consiguen ejecutar una pieza de orfebrería magnífica e intrincada, llena de detalles asombrosos, originales y personales, sin que se note ni el cosido, ni las prisas, ni la improvisación.
Un coche construido con trozos de Ferrari, de Cadillacs y de Rolls Royce a los que el mecánico añade piezas de su propio taller puede convertirse en un gran coche, yo, al menos, estaré encantado de montarme en él y dejarme conducir adonde sea que quieran llevarme. El destino es lo de menos.

Humphrey Bogart repite personaje pero en esta historia va a ser más chulo todavía, si cabe, que en otras, donde algunos de sus diálogos van a resultar ser canelita en rama, completamente irreproducibles en el día de hoy (Irene Montero se estremecería) a pesar del amor que le embarga por la chica (Lizabeth Scott), pero es que los camaradas hechos en tiempos de guerra, siempre tienen prioridad.
La Scott no se queda corta. !Que os pensáis vosotros que se deja chulear!. Ha llegado hasta donde ha llegado, el poliamor es su lema, !qué narcisistas son los hombres que pretenden que la mujer sólo juegue cinco minutos en el campo y, luego, al banquillo!.
Una trama complicada pero muy bien ensamblada. Mucho nihilismo y desencanto. Algunas escenas de gran altura y un ritmo feroz. Casinos, cigarrillos, trajes de noche, narcóticos, depósito de cadáveres, cajas fuertes, policías y hampones. El amor que se abre paso entre una maraña de mentiras y lágrimas. Dicen que el fuego purifica. Yo sólo creo que quema.
Que la disfruten.

Es curioso pero me salen más de media docenas de películas con el mismo título, bueno una es "Un callejón", y las hay hasta mexicanas o japonesas, y lo más sorprendente es que no son unas remakes de las otras. En fin, será problema de falta de imaginación al ponerles nombre. En cualquier caso esta "Callejón sin salida" es la de 1947, la de John Cromwell, y sobre todo de Humphrey Bogart, que es él algo así como el 80% de la película. Su compañera de reparto es Lizabeth Scott, una actriz que aunque tenga más de veintena de títulos a sus espaldas, nunca la había visto, salvo en la tardía, su último trabajo, "Historias peligrosas" (1972).

El largometraje tiene un comienzo intrigante, una trama que te atrapa y un ritmo endiablado, se nota que no procede de una novela, el encanto del cine negro, el enorme carisma de Bogart y el glamur de los cuarenta, en concreto 1946, así que es, en efecto, agradable de ver. Sin embargo también incurre en una forma un tanto artificial de contarnos la historia, hay tanto cliché sacado de los más grandes títulos del género que se la ve como un corta y pega impersonal, sin sorpresas y sin nada nuevo que añadir, y lo que es peor, los personajes se mueven más bien por imperativos del guión que por el sentido común o el interés propio (ved el SPOILER).

Callejón sin salida, de 1947 es una buena película de Cine Negro. Con un convincente, como siempre es él, Bogart y una Lizabeth Scott que no me acaba de hacer ti-lín- quizás el recuerdo de Lauren Bacall me pesa como una losa-, pero que me brinda una de los finales más emocionantes que he tenido ocasión de ver en esta vida como espectador profesional, ya sea en el Cine Negro, o en el Cine que sea. Con ella Jerónimo ya nunca será sólo el nombre del más bravo guerrero indio.

Para mi gusto, demasiada coctelera agitándose... la chica es mala o buena? Demasiados giros, pero quizás eso le hace tener encanto.

En esta película iba a estar Rita Hayworth, que estaba tocando ya las estrellas de Hollywood, pero por problemas contractuales entre productoras no pudo ser, y eligieron a Lizabeth Scott, una actriz que se la compara mucho con la mujer de Humphery Bogart: Lauren Bacall. Tiene la misma mirada, casi el mismo aspecto y la misma voz profunda. Aunque creo que a Lizabeth no está tan bien recordada como Lauren Bacall.

Hay una escena bastante machista, y salió del propio Bogart cuando estaba bebiendo: habla sobre los hombres que llevaban mujeres en sus bolsillos, sacándolas cuando las necesitaban para cenar o hacer el amor.

Esta película, se estreno hoy, y la vetan. Hay muchas películas que tienen muchas conversaciones muy machistas como esta, pero.... era la época de finales de los 40, que ya sabemos que los 50 fue la década más machista y retrógrada de los EEUU respecto a la mujer.

Entretenida sin más, tiene giros, misterios,... pero sinceramente, aunque sea de 1947, el punto machista tira para atrás, y mucho.

Muy correcta, con un buen guión y una mujer fatal que nos tendrá intrigados hasta el último momento.
Se agradecería una atmósfera más opresiva.

Lo peor: el pésimo empleo del rear-projection (proyección del fondo sobre una pantalla), incluso para la época, cuando se estrella el coche. ¡Parece que estuviéramos viendo una de las parodias de los Zucker!