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El infierno

Drama Nelly y Paul son una pareja feliz. Mientras él dirige el bonito hotel que acaba de comprar en el campo, a orillas de un lago, ella cuida del hijo de ambos. Pero, como Nelly es muy guapa y atrae a todos los clientes del hotel, Paul, dominado por unos celos incontrolados y obsesivos, llega a creer que su mujer se acuesta con todo el mundo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
25 de julio de 2021
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como el guión es de Clouzot, a diferencia de otras de Chabrol, aquí hay intriga y tensión desde los cinco minutos, porque el tío, esquizofrénico (oye voces), desarrolla unos tremendos celos hacia su mujer, una Emmanuelle Bëart coquetona, pero inocente.
Lo que pasa es que nos pasamos más de una hora viendo los celos del tío y resulta un poco repetitivo y cansado, porque la peli dura 1 hora 45 minutos. Con un cuarto de hora menos la cosa hubiera quedado más redonda.
Muy buena la interpretación de Cluzet, al que se le ve realmente atormentado.
Interesante para conocer otros aspectos del cine de Chabrol, pero, en mi opinión, no es una buena película, sobre todo por la ausencia de un ritmo más efectivo.
yoparam
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22 de febrero de 2007
8 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy interesante película que describe a la perfección el infierno en el que se puede convertir tu vida por culpa de los celos. Emmanuelle Béart está sensacional, no podrían haber encontrado otra actriz mejor para el papel y se come la pantalla. Primera vez que veo actuar al francés François Cluzet, que no lo hace nada mal el papel de marido celoso compulsivo. Merece la pena verse.
TESS
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20 de mayo de 2024
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
127/22(18/05/24) Sugestivo a la par que fallido drama, aunque termina estirándose demasiado sin aportar más allá de su idea central, que se expone con poder, pero no se sabe hacer avanzar y termina en tierra de nadie. Drama francés dirigido por Claude Chabrol hace 30 años (16/02/1994), adaptada por el propio Chabrol a partir del guión de Henri-Georges Clouzot para la película inacabada L'Enfer, que Clouzot comenzó a rodar en 1964 pero no pudo completar, empezó su rodaje en 1964, con Romy Schneider y Sergé Reggiani en los papeles principales, la viuda de Henri-Georges Clouzot vendió el guión de “L’enfer” a Claude Chabrol, en 1992, y dos años después estrenaría su propia versión de la historia, siendo protagonizada por una seductora Emmanuelle Béart y un ‘dustinhoffmanizado’ (valga el palabro) François Cluzet, dando vida a y Nelly (Béart en el rol que originalmente iba a hacer en 1964 Romy Schneider) y Paul (Cluzet en el rol que originalmente iba a hacer ) como un aparente matrimonio feliz que dirige un hotelito junto a un lago, y Paul comienza a sospechar que Nelly le es infiel y, finalmente, cae en una paranoia enfermiza. Obra imbuida por el clásico shakesperiano “Othello” y en lo cinematográfico deudora de la buñueliana “Él” (1953), relatos en los que se radiografía lo peor del machismo posesivo desde una vertiente patológica, como esta.

Chabrol indaga en los mecanismos de los celos, en como el ancho se cree en posesión material de su hembra, es suya y como tal debe serle fiel, debe ser cuasi-virginal en su comportamiento con los demás, ahonda en las inseguridades masculinas que derivan de este comportamiento mezquino.

Inicia el film a modo de ingeniosas y descriptivas elipsis, desde cuando son novios la pareja, como se casan, tiene hijos, todo ello con rápidas viñetas. Ello sin mostrar atisbo de esta lacra de los celos, acercándonos las imágenes a una cariñosa parejita (Jean-Pierre Cassel y Christiane Minazzoli), en el otoño de su v ida jugando pícaramente mientras comen. Hasta que una vez asentado del matrimonio en su hotelito el marido hace click y comienza a paulatinamente dudar de ella en todo lo que le dice, ello apoyado sutilmente por la realización que deja algunas migas de pan para que el espectador dude también, como ese encuentro de ella con una amiga entre sonrisas viendo una carta que luego ella no enseña al esposo, como ella le dice su madre está enferma, pero sin embargo no está en casa, ese tipo en descapotable que parece estar con ella, ese bolso por el que ella le miente como lo ha conseguido, o ya en el éxtasis de los celos ese paseo en esquíes acuáticos con el mecánico local que lleva la lancha. En realidad, al director no parece importarle tanto la verdad como la odisea de él hacia los celos más malsanos, no hay derecho a este comportamiento ni siquiera teniendo él razón en cómo cree que es ella al principio, en su cariño irredento, se lo toma como un halago los celos, una muestra de amor, cuando en realidad es una muestra de una tara mental que solo va a ir en aumento, azuzado por una mente alterada que crea imágenes distorsionadas de la realidad. Cluzet imprime pasión a su papel, en un descenso a los infiernos que nos llega en su rostro que va desbocando, al final algo histriónico, aunque quizás el rol lo requería.

Ella es hermosa (impresionantemente bella, no parece humana de lo guapa que es), coqueta, viste dejando denotar su sexy cuerpo, es simpática con todos, sociable, crea la Luz allí por donde pasa, y esto es el caldo de cultivo para alguien posesivo hasta la demencia, Béart inunda la pantalla con empatía, con su seducción natural, con su encanto fulgente, lástima que su rol se me termine haciendo poco coherente en su comportamiento. Ella me chirría que viéndose una mujer moderna, abierta, con Don de gentes, acepte de modo estoico esta caída al vacío, siendo más comprensiva de lo que debería, me chirría no lo abandone, no me vale que en un momento dado diga que no se va por que no sabe dónde ir sin dinero, no estimados en un pueblo rural cerrado, es una chica joven que bien podría hacerse ido con la madre (por ejemplo), no resiste esto un análisis que ella acepte los delirios, vejaciones, insultos, vejaciones y hasta violencia sexual. Como me es estridente el comportamiento estrafalario del psiquiatra, de juzgado de guardia que no denuncia a la policía, y en el zenit del sinsentido (siendo generoso) recomienda que vuelvan a estar juntos.

La cinta evoluciona en medio de una atmósfera que se va enrareciendo poco a poco, se va cargando de tensión, paradójicamente en un escenario idílico veraniego de recreo, fotografiada con sentido evocador por Bernard Zitzerman (“Un hombre que duerme” o “la ceremonia”), contrastando con las escenas en el interior del dormitorio que termina haciéndose claustrofóbico, como juguetona con los reflejos en espejos y vidrio, exponiendo el yo interior. La angustia va in crescendo en medio del maremágnum de la mente convulsa de él, un tsunami de pesadillas despierto creando su cabeza situaciones que no ha visto para construir el relato que le de la razón en los celos, como el tramo del apagón, la vista de diapositivas, la proyección de cine doméstico, o la visita al desván, todo sumiéndose en una espiral denigratoria, donde todo es esquizofrenia, desconfianza, egoísmo, un ser alienado del mundo por sus pensamientos volubles.

Pero todo esto bueno se ve socavado por una huida hacia ningún sitio del film, una vez estas sumido en los vaivenes de este aumento de celos no hay nada más que estos en aumento, sin giros, sin reflexión final, todo me ha terminado siendo muy reiterativo, no hay nada en los márgenes. El colmo es ese final grimante (*spoiler). Con lo que al final lo que prometía se me ha quedado en una idea que no ha terminado desarrollándose, como si faltarán ideas. Tampoco ayuda que los secundarios sean tan clichés, faltos de alma y carácter para dar apoyo y aduar al impulso dramático, y no.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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11 de julio de 2011
3 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi segundo acercamiento al universo particular de Claudio Chabola.

Y no puede decirse que lo haya saldado con victoria precisamente, aunque la derrota tampoco ha evidenciado signos de tiranía, podría añadir que, los baxter a un lado, los rojo al otro, y yo en medio, mas o menos, como Estufas en un puñado de molares.

Sigo sin conectar con el tren chispita de Chabola, sigo viendo escuadra y cartabón para trazar sentimientos, sigo viendo artificios y situaciones forzadas, sigo viendo oquedad, sigo sin presentarme en la comisaría gritando detective como en seven tras ver una película suya.

No obstante, veo algun que otro acierto, primero, una Manuela Berzotas acertadísima y bastante inspirada en su papel y un David Ginola bastante contundente en su rol de posesivo desequilibrado, aunque algo sobreactuado.

No sé, sigo esperando Chabola, me debes una al menos.

Se despide desde el centro de salud.

La rueda con pañales, Maverick Viñales.
Killer_Wolf
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