Los dos Jakes

No le llega ni a la suela a "Chinatown" de Polanski. A pesar de contar con un guión de Robert Towne y con unas actuaciones buenas en general, la película no cuenta con el ritmo que Roman Polanski dio a Chinatown. En su lugar Jack Nicholson se ha puesto al frente de la dirección y no ha sabido llevar bien la marcha de la película a pesar de su buena actuación como el detective Jake Gittes.

En conclusión: Una película que podría haber llegado a más si algún cineasta veterano o incluso el mismo Polanski se hubiese puesto a la cabeza.

En fin, en esta secuela se busca repetir la formula de su antecesora, que pese a que lo hace con menos efectividad, no lo hace del todo mal, dado que las actuaciones son realmente buenas y la trama esta bien llevada a cabo, el problema de esta secuela es que si es comparada con su todopoderosa antecesora (cuestión que puede resultar un tanto injusta, dependiendo del punto de vista), la pobre con suerte le llegara a la horma del zapato, pero bueno, pese a ello es una película correcta y recomendable y muy superior a varias películas actuales en su género

Secuela innecesaria del clásico "Chinatown", donde Jack Nicholson, además de repetir con el personaje de Jake Gittes, se pone tras la cámara en su tercera incursión como fallido director de cine. En esta absurda secuela Jake Gittes se vuelve bastante más torpe y despistado que en la primera, y Jack Nicholson sale tremendamente gordo, y viejo (que tampoco es que tuviera 70 años, tenía 53). El guión de Robert Towne es demasiado insípido, confuso y deja algunos cabos sueltos, y la película no tiene emoción ni tiene prácticamente ningún momento interesante. Y para más inri el gran Jerry Goldsmith tampoco compuso la banda sonora, como hizo en el filme de Polanski.

Completan el reparto Harvey Keitel y Jeff Morris, quienes ya coincidieron con Jack Nicholson en "La frontera", Eli Wallach, Madeleine Stowe y Perry López, de nuevo en el papel del Detective Lou Escobar, esta vez cojo. A Faye Dunaway se le escucha como voz reminiscente en una escena en la que un emocionado Nicholson lee una antígua carta de Evelyn Mulwray.

Buena fotografía de Vilmos Zsigmond (El cazador).

Por cierto, ¿donde está la cicatriz en la nariz de Gittes? Por lo que se ve ha desaparecido por arte de magia, ¡¡eso es un fallo bastante gordo, tan gordo como los michelines de Jack!!, ya que, si álguien te raja la nariz con una navaja (como hizo Polanski con Nicholson en el filme predecesor) yo creo que lo normal es que la cicatriz se quede marcada de por vida, ¡¡gran despiste con ese detalle del maquillaje, ni siquiera Nicholson cayó en ese detalle, jeje!!

En resumidas cuentas, una secuela pobre, mala e innecesaria, que, como digo, está a años luz de alcanzar al clásico de Roman Polanski.

El guión está muy bien trabajado , con una intriga y unos diálogos bastante aceptables, aunque muy por debajo de su precuela, Chinatown. Aunque a veces, de manera confusa, muy lentamente y sin mucho ímpetu, el director nos va enseñando todas las cartas con las que està hecha la película, aunque es nefasto el intento de enorgullecerse de ser un actor contrastado y aprovecharse de ello en su favor. Demasiadas escenas de peleas y amoríos, creo que sobran en una película a la que les sobran bastantes minutos de proyección , minutos que hacen que la película se vuelva liosa, aburrida y muy pausada.

Varios fallos de raccord para una película carente de interés y de plomizo ritmo. Nicholson se olvida su carisma para dirigir situaciones cargadas de sobreactuación, de neurosis, así como incorporar tics y manías personales de manera constante.

Llama la atención (para mal) su excesivo regodeo en detalles pequeños, cual auténtico novato que hace un vídeo y quiere enfocar a lo loco y sin criterio a todo lo que ve. En una película que además se presupone seria queda fatal.

El tema es una investigación de un detective privado de un confuso caso de asesinato en el escenario de una infidelidad. El propósito es averiguar las intenciones ocultas de cada implicado, pero el filme no engancha. Termina jugando un papel fundamental la nostalgia, unida al sentimiento de culpa y dolor por un amor frustrado, tema con el que según una biografía del actor, este siempre se había caracterizado mucho. El rodaje fue complicadísimo, para Nicholson sobre todo, al que dirigir y ponerse delante de la cámara le suponía tener que levantarse a las 6 y acostarse a las 2 y fue un proyecto que venía barajando desde hacía tiempo y cuya realización le hacía una ilusión especial, pero que se vio constantemente aplazado en el tiempo. La película tiene un par de frases buenas como: "Aprendí una cosa respecto a decir toda la verdad, a veces con la mitad valía" o la del título, pero al fin no es más que un ajetreo aburrido y en ocasiones, ridículo.