Como gran consumidora de cine de terror que soy, sé que las ideas escasean cada vez más, que cada nuevo estreno de este género, es un sinfín de copias y homenajes a películas anteriores y que por mucho que las productoras quieran vender nuevas tramas, son siempre el mismo perro con distinto collar.

Con “Paranormal activity” han conseguido lo que parecía cada vez más difícil, conseguir una historia que huele a realidad pura y dura.

La opción de rodar una película con una cámara doméstica es un arma de doble filo, puede enfatizar la sensación de realismo en el espectador o por el contrario puede producir rechazo a causa de planos inverosímiles y mareantes movimientos de cámara.

La sensación de sumergirte en la historia como un personaje más es estimulante, ayuda al espectador a familiarizarse con el problema, a entender la situación, a molestarse como la protagonista cuando el novio no suelta la cámara, a sentir el miedo…

“Paranormal Activity” nos demuestra que el tener poco presupuesto no es sinónimo de mala película, siempre y cuando se cuide hasta el más mínimo detalle. Un guión notable como este en el que no se deja nada al azar, sólo puede significar que estamos ante algo digno de ser visto y recordado.

El desenlace sorprendente y escalofriante pone punto y final a una película que entretiene, que asusta, que provoca temor, que te pega a la butaca… a fin de cuentas que hace que merezca la pena ir al cine.

El riesgo de salir tarde de trabajar y no tener planes es que te quedas en casa y mientras cenas enciendes la tele a ver que ponen…

Yo me encontré con esta aberración de la fauna cinematográfica que es “Scooby Doo” y aún no doy crédito.

¿Cuándo se darán cuenta los directores/productores que hay dibujos que no se pueden llevar a la gran pantalla con personajes de carne y hueso?

Esta apreciación no es porque yo de pequeña fuese una fan de la serie y está adaptación me haya decepcionado (que también) es que la película por si misma es mala, muy mala.

Una fotografía sacada de la estética hippy de los 60, llena de colores y formas para hacer las delicias de los más fumados de la casa, unos personajes blandos y sin carácter (¿Era necesario la peluca de Freddy Prince Jr,? ¡Parece un travesti!) un guión pobre, absurdo y soso (y no me vale el cuento de que es una peli para niños porque los niños también se merecen productos de calidad) y ya para rematar la faena unos efectos especiales que provocan estupefacción y risa a partes iguales (algo curioso ya que el protagonista de la película está hecho única y exclusivamente a base de ordenador)

Supongo que si rodaron una segunda parte, es porque la primera tuvo suficiente éxito en taquilla como para que mereciese la pena repetir. Ojalá esta haya tenido poca recaudación y no nos torturen con una tercera parte…

El próximo día me leo el periódico.

Querida Kim:

Sé que vives despreciada y humillada por tu marido, que crees que no sirves para nada, que sólo piensas en la felicidad de tus hijos, pero a nadie le importa el esfuerzo que haces (tampoco trabajas mucho ¿eh? que tienes la casa hecha un asco)

También sé que da rabia que estés buscando sitio en un aparcamiento y que haya un listo que ocupe dos plazas, pero eso no es razón para que, amparada en el anonimato dejes una nota amenazante en el parabrisas.

Y claro, como la gente cada día aguanta menos, a la vuelta te encuentras con unos pandilleros que te quieren dar p´al pelo, ¿A qué ahora la bromita de la nota ya no te hace tanta gracia?

Aunque dicen que ante una situación de peligro sacamos fuerzas de la nada para poder sobrevivir, lo tuyo no es normal, no sacas fuerzas, te conviertes en “Súpermami” que con una caja de herramientas eres más peligrosa que una pandilla de maleantes con pistolas.

Cualquier mortal hubiese muerto en el minuto 15 de la película, pero tú no, tú eres la gran Kim Basinger, así que con sólo un vistazo a la foto de tus hijos sacas la depredadora que hay en ti y no sólo no huyes de tus perseguidores, si no que en un alarde de chulería les plantas cara (gracias a la caja de herramientas, claro) y les desafías.

¿Me pegarás a mí también si te digo después de todo esto, que tu película es infumable?

Por cierto Kim… ¿Qué haces con la llave inglesa en la mano?

Cinco años después de que Patrick Swayze nos encandilara a todas con sus movimientos de caderas, rodaron “Pasión por el triunfo” (de nombre original “El filo” pero ya se sabe que los traductores hacen la guerra por su cuenta)

Historia de una adinerada y prepotente patinadora que sueña con ganar el oro en las olimpiadas de invierno. Debido a su mal carácter sus parejas artísticas no pasan mucho tiempo a su lado, su manager decide entonces, contratar a un ex campeón de hockey retirado por una lesión y casi en la ruina, para que haga las veces de partenaire.

Las primeras clases son un desastre por las continuas peleas entre ambos, pero poco a poco se convertirán en inseparables y surgirá algo especial entre ellos…

¿A alguien le suena el argumento?

Como diría el gran Homer Simpson: “¡Me abuuuurrooo!”

¡Pero qué historia tan manida y qué estupidez detrás de otra.

Lo primero, a la niña lo que hay que darle es cuatro sopapos bien dados.

Lo segundo, pensar que un ex jugador de Hockey venido a menos en cosa de un año (aunque entrene 15 horas al día) se va a convertir en la Pavlova del patinaje sobre hielo es reconocer bien poco la labor de todos los patinadores que desde su más tierna infancia llevan haciendo piruetas sobre hielo.

Lo tercero: Que dos seres tan dispares en cosa de unos meses pasen del odio al amor más profundo, de una manera tan absurda, es poco menos que irrisorio,


Quedáis advertidos, yo seguiré prefiriendo ver a Patrick Swayze diciendo frases eternas como “Nunca permitiré que te arrinconen Baby”

Pocas personas pueden conseguir lo que Meryl Streep ha logrado, será por eso que los directores aún siguen contando con ella, a pesar de imponerse en el cine, un modelo de mujer de treinta años recién salida de la fashion week londinense. 60 años llevados con elegancia, orgullo y serenidad. Sin operaciones de nariz, sin labios hinchados, con sus patas de gallo y tan guapa como siempre, si no más.

Es por ello (y obviamente por su don para la interpretación) que cualquier película en la que participe es sinónimo de al menos, credibilidad, que no es poco.

Ya se puede convertir en la jovial y cantarina Donna de Mamma Mía, o en una implacable periodista en “Leones por Corderos”, ya puede ser la estricta monja de “La duda” o la tierna y apasionada ama de casa de “Los puentes de Madison” sea lo que sea, Streep consigue veracidad, consigue empatía, que nos creamos el papel, que no miremos a la actriz, que veamos sólo el personaje.

En esta ocasión se enfunda el disfraz de madre divorciada, demasiado cansada e infravalorada como para plantearse ningún futuro amoroso, con una familia de hijos independientes y un ex-marido ligón casado con una exuberante neurótica.

Unos vinos por aquí, unas copas por allá y violá una noche de pasión con su ex, que se volverá algo difícil de sobrellevar sin que nadie de la familia se entere.

Meryl Streep nos demuestra que hay vida más allá de los 50, que se puede seguir siendo sexy a pesar de ser madre (y casi abuela) y que ella misma es maravillosa.

“No es tan fácil” se perfila como una comedia amable, divertida, entretenida y (no lo negaremos) con un regustillo moralizante (quien mucho abarca…) de esos que le encantan a Hollywood, lo que no le resta ni un ápice de encanto.

No puedo terminar la crítica sin hacer mención especial a John Krasinski artífice de muchos de los grandes momentos de la película, simplemente genial.