En general, las películas de Eastwood suelen ser un valor seguro. Algo que sabes que, de un modo u otro, no decepciona en absoluto. Sin embargo, este film, sin llegar a la decepción, resulta descafeinado dentro de la impresionante filmografía del director.

El guión no tiene la fuerza que se le presupone, aunque bien es cierto que Eastwood trata de levantarlo en la medida de lo posible, con ciertos toques de dirección de ésos de los que casi no se encuentran. En mi opinión, sobran escenas que sólo sirven para alargar la película, puesto que no otorgan mayor relevancia ni profundidad a ninguno de los personajes; los cuales, en general, son interpretados de forma correcta, sin más. A pesar de esto, es más que destacable la actuación de Cécile de France, quizá llevando ella sola el peso de la única de las tres historias que merece la pena (a pesar de los muy buenos momentos de la historia de los gemelos, que consiguen hacernos disfrutar y hasta reír en alguna que otra escena)

Por lo demás, el final me resulta demasiado tópico y pillado por los pelos, y la película no llega a las expectativas de trascendencia que se le otorgaban antes del visionado. Una película de Eastwood nunca es mala (de momento y confiemos en ello), pero sí se puede decir que ésta es la más floja de las que he visto. Paguen la entrada, pero no esperen milagros.

Lo cierto es que, en general, no suelo tener prejuicios para con ningún género, subgénero, serie o como diantres se llame a las miles de etiquetas que ponemos y renovamos en la crítica cinematográfica. Sin embargo, debo reconocer que el western no es mi fuerte, salvo honrosas excepciones.

Fui a ver la película, pues, con algún que otro prejuicillo insolente asomando la nariz de vez en cuado, en plan chinita de zapato. Cuando llevaba sólo unos minutos de metraje, recordé algo que me hizo zozobrar: ¡Yo había visto la versión protagonizada por Jonh Wayne! Y lo que es peor, ¡no me gustó!

Pero entonces vi a Steinfeld, a Bridges y a Damon y pensé "¡Qué demonios!". Encontré un film con un guión nada despreciable, cuya adaptación superaba con creces a la anterior. Encontré una concepción de los personajes bastante bien cogida y trabajada (sobre todo en el caso de la niña), y una trama que se sucedía sin caer en el aburrimiento. Quizá el final me resultó un poco pillado porque sí, pero no terminaba de desmerecer la calidad de la película.

Vayan a verla, no se arrepentirán. Incluso si no suelen soportar el western enconrtarán una película etretenida y bien hilada, con ciertos toques de humor y violencia de ésos que les gustan a los Cohen, pero con coherencia y pulcritud. Así podrán decir con toda naturalidad y buen sabor de boca: "He visto un western".

Normalmente, sería demasiado tópico decir que el cine euopeo disfruta de los silencios para añadir una no siempre conseguida tensión dramática a sus historias. Sin embargo, en una película que versa sobre la vida en un monasterio, este tipo de silencios, unidos a la destreza y buen ojo con el que la música (y sus letras) se acoplan perfectamente a la trama, logrando una armonía perfecta que saca la emoción a flor de piel; es más que un acierto por parte de Xavier Beauvois.

El guión, a su vez, no desmerece en absoluto la calidad técnica del film, pues descubre personajes humanos, débiles y luego fuertes en la adversidad, y en una perfecta progresión. Lambert Wilson resulta más que excelente, no sólo por su actuación, sino por el lujo de los demás personajes que lo rodean. Aún así, algunas de las escenas finales pueden dar la impresión de que la película se hace larga, y no vemos el momento de que termine. Hasta que llega el final, y, de nuevo, el silencio, y de nuevo, la música; que desde luego no nos deja indeferentes, y nos hace salir de la sala con un muy buen sabor de boca.

Excelente película, una de las entradas mejor invertidas en bastante tiempo. Disfrútenla en cuanto puedan.