Normalmente, sería demasiado tópico decir que el cine euopeo disfruta de los silencios para añadir una no siempre conseguida tensión dramática a sus historias. Sin embargo, en una película que versa sobre la vida en un monasterio, este tipo de silencios, unidos a la destreza y buen ojo con el que la música (y sus letras) se acoplan perfectamente a la trama, logrando una armonía perfecta que saca la emoción a flor de piel; es más que un acierto por parte de Xavier Beauvois.

El guión, a su vez, no desmerece en absoluto la calidad técnica del film, pues descubre personajes humanos, débiles y luego fuertes en la adversidad, y en una perfecta progresión. Lambert Wilson resulta más que excelente, no sólo por su actuación, sino por el lujo de los demás personajes que lo rodean. Aún así, algunas de las escenas finales pueden dar la impresión de que la película se hace larga, y no vemos el momento de que termine. Hasta que llega el final, y, de nuevo, el silencio, y de nuevo, la música; que desde luego no nos deja indeferentes, y nos hace salir de la sala con un muy buen sabor de boca.

Excelente película, una de las entradas mejor invertidas en bastante tiempo. Disfrútenla en cuanto puedan.