Normalmente las obras que son capaces de darlo todo para evocar un sentimiento incluso si eso requiere sacrificar la narrativa suelen ser mis grandes favoritas y las que más me han influído.

Este metraje entra en esta categoría. La narrativa es eclipsada por un simbolismo religioso que funciona a distintos niveles. Puede ser tan simple como el arma en forma de cruz que uno de sus protagonistas carga a sus hombros o mucho más compleja, como la relación entre la niña y el huevo.

A este simbolismo hay que sumarle la deliciosa ambientación, quizá la más similar a estar dentro de un sueño que he tenido nunca con una película. Sus sombras cargadas y su atmósfera etérea no solo ayudan a potenciar el sentimiento religioso y espiritual del filme, sino que además sirven como declaración de intenciones instantánea.

Basta con escuchar las primeras notas de su banda sonora, ver por primera vez a sus personajes o dejarse llevar por el densísimo ritmo de la obra para entender la desolación y la incertidumbre de su autor, Mamoru Oshii, quien se ha rodeado de profesionales que claramente comprenden su visión y su mensaje y traen junto al mismo una de las obras más bellas que jamás he visto.

No había otra forma de cerrar una de las obras más influyentes de todos los tiempos.

Este final alternativo no deshace nada del final original, sino que lo complementa para aportarnos una experiencia con un clímax para cada uno de los puntos fuertes de esta serie. El existencialismo y la divinidad se enlazan en uno de los momentos más introspectivos de su protagonista, cuyo constante pesimismo tendrá brutales consecuencias a gran escala desde el incio del metraje. La alegre música contrasta con la devastadora letra que la acompaña y a bella iconografía es la antítesis a lo que la misma representa, y esta ambivalencia agridulce define a la perección la experiencia de ver The End of Evangelion.

Su visión de la depresión es genuína. Incluso cuando los personajes pretender cambiar, no es suficiente para alterar sus propios traumas. Sus taras mentales son más fuertes que ellos mismos, y la pregunta de si el hecho de que estén dispuestos a mejorar aunque no lo consigan es un mensaje esperanzador o no queda a interpretación del espectador.

Narrativamente puede ser confusa, pero esta película no se hizo con el propósito de explicar el por qué del universo de Neon Genesis Evangelion, sino para reforzar que la historia contada no es más que un pretexto para evocar ciertas emociones que en mi caso no me dejaron indiferente.

Esta es una serie de la que podría estar hablando horas, así que intentaré hacerlo breve.

Evangelion es sin quererlo una de las obras de animación japonesa mejor construídas de todos los tiempos. La serie se ha encontrado con diversos accidentes y adversidades que habrían tumbado a cualquier producción, pero el potencial tan absurdamente grande de esta serie ha hecho que cualquier dificultad se convierta en una de sus mayores fuerzas. La falta de presupuesto ha ayudado a que el estilo de la obra se volviese más pausado en los momentos oportunos y más martilleante (con planos que se repiten constantemente) en los momentos más intrínsecos de sus personajes. Tomar semejante adversidad y hacerla formar parte del estilo es una decisión muy inteligente teniendo en cuenta el ambiente místico que toda la obra posee, donde la lucha del hombre contra Dios están a la orden del día. Esta carga de proporciones titánicas forma el escenario idóneo para permitir que sus personajes replanteen su existencia y sus relaciones personales,

En el ámbito personal, encontrar una obra que haga una representación tan increíblemente precisa de lo que es tener un pensamiento negativo persiguiéndote durante una crisis ansiosa fue sobrecogedor. Lo que me atrajo en principio a esta serie fue su espectacular diseño, pero el componente humano fue el que hizo que me quedase para convertir a este anime sin dificultad alguna en una de mis obras favoritas.