Estos son algunos adjetivos que se me ocurren a la hora de caracterizar esta hermosa adaptación, donde interpretación, fotografía y guión se mezclan con asombrosa naturalidad.

Este filme da fe de la múltiple capacidad evocativa del lenguaje cinematográfico y es también un buen reflejo de la naturaleza humana, tendiente siempre al peligro, a lo perecedero, a lo fugaz, auténtica esencia del drama.

Y por ello, en constante pulso con aquel otro lado más amable del ser, el amor, la bondad (hasta el borde mismo de la renunciación, de la entrega total), la ternura.

Por todo ello, es imposible asistir a la representación del "drama" sin sentir un desgarro, una fuerza interior que, desde ese mismo instante, lo transforma todo: la conciencia del espectador, el tiempo real, incluso su final.

"Onegin" no acaba nunca; al menos no en la pantalla (para su realizador), porque sería conminarlo a una existencia limitada a la imaginación, algo que la obra niega por completo.

Pero la "presunción de lo real" nos hace sucumbir a la naturaleza del drama, donde las cosas nunca son como debieran, donde el ser humano no es capaz de re-conducir su existencia.

De ahí que casi todos logremos sentirnos un poco identificados y donde reside el éxito de esta -en mi opinión- feliz puesta en escena.

Después de verla, logramos sentirnos un poco más humanos.

Considerando los géneros y temas habituales en el panorama cinematográfico actual.

Una pieza documental, que intenta deconstruir el sistema capitalista, me parece algo más que una propuesta atractiva, sin duda, quizás no para la mayoría. Realidad y crítica difícilmente van de la mano de la popularidad. ¿Los motivos? Daría tela para más de uno. Pero el objetivo de la enésima propuesta de Michael Moore es tambalear el sistema tan aclamado y defendido en el seno mismo de su imperio, donde quizás más que en ninguna otra parte más notables son sus contradicciones: pobreza, inseguridad y muy pocas garantías.

"Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago", parece ser el lema que impera en la sociedad reflejada por Moore. Si no diera pie a una pregunta fundamental: ¿Acaso en una sociedad menos democrática que la nuestra sería posible plantear semejante reto?, el documental podría ser calificado de brillante. Si tampoco tomáramos en cuenta algunos altos y bajos del guión en que se nos permite pestañear sin sentirnos pecadores.

La habilidad del realizador para acelerar el "tempo" de la narración de una manera impresionante y maravillosa, salidas ingeniosas a sus también ingeniosas interrogantes, un perceptible sentido del deber que impregna el relato en la búsqueda minuciosa de la evidencia, hilando magistralmente narración-imagen documental, atrapan desde el primer momento al espectador. Por no hablar de las soluciones técnicas que hablan por sí mismas del enorme caudal intelectual que se esconde detrás del equipo de realización.

Echo de menos: menos espectáculo (quizás en favor de ganar la aprobación del público), recortar las referencias auto-biográficas que por momentos se le van de la mano, alguna que otra escena testimonial que en mi opinión sobraba (preguntas insustanciales), y algún fallo evidente en la edición. Su principal acierto: el contenido de la obra, la valentía de la propuesta, en fin, del punto de vista.

Recomendable 100 %

Sin duda, una película para recordar. Sexo explícito no siempre es sinónimo de pornográfico, ni soez lo es de facilón. Una película como esta está cargada de verdad humana. Tal vez sea un error tratar de encuadrarla en el ámbito de lo pornográfico, únicamente porque sus actores aparecen desnudos la mayor parte del tiempo, teniendo relaciones sexuales, y las palabras no sean lo que más abunde en el guión. A través de imágenes difíciles de digerir, por su fuerte carga erótica y realismo, se adentra en el inconmensurable universo de las relaciones humanas. Los actores obedecen a la más cruda realidad tanto física como espiritual, por los dramas internos que dejan entrever, en la expresión de sus rostros, en ciertos gestos. De ese modo, se introduce un conflicto que nos anima a no separarnos de la pantalla, a buscar algo más allá de esas imágenes obscenas, pletóricas de intimidad, que nos ofrece un primer plano. La plasticidad de las imágenes, más allá de lo que podría parecer en un primer momento, dota de gran belleza lírica, y sirve de satisfactorio refuerzo al mensaje de la película. Puesto que la película es un canto cargado de realismo a la sexualidad humana, esos cuerpos imperfectos que parecen aludir al más común de los mortales buscan la constatación del mensaje en la identificación con el espectador (todos podemos ser ellos). Personal e interesante evocación de la transfiguración del deseo en algo más que la simple búsqueda de auto-satisfacción. ¿Curiosidad, tal vez? ¿Egocentrismo? Las respuestas aquí no importan, sólo plantear un conflicto que podría resultar mucho más complejo de lo que a simple vista podemos observar. ¡Qué vengan muchas como esta!

No me gustan las críticas que cuentan la película, por eso no voy a dar pistas. Sólo quiero firmarla, porque me dejó un buen sabor de boca. Sin duda, es de esas pelis que te vienen a la mente de vez en cuando en determinadas situaciones y si de casualidad andas por España.

Si el título les pareció atrevido, esperad a ver la película, porque no lo es ni más ni menos. ¿Y luego? Amor y sexo... y azares de la vida, y amor filial, amor-pasión, amor-renunciación, y todo lo que lo encierra.

¿Qué harías si crees hallar al amor de tu vida una noche cualquiera? ¿Lo dejarías escapar? Y si se fuera... ¿intentarías retenerlo de cualquier manera? ¿Y si se queda? Sería la otra cara de la moneda. ¿Cuánto se gana y cuánto se pierde? ¿Es el amor hacia una persona irremplazable? ¿Y su pérdida significaría una caída sin fin? Por otro lado, ¿es el amor apasionado el más alto exponente del mismo? Aquel que todo lo cura... como diría el poeta.

Estas, entre otras interrogantes plantea la película. Pero va aún más lejos en la toma de partido dibujando un escenario de cuerpos entrelazados, oscilando entre lo genesíaco y lo pornográfico, que obedecerá a la tesis del director. Pero a estas alturas del cuento un desliz se le permite, y que conste que no es a cualquiera.

Lo pornográfico está bien en tanto refleja de un modo sutil la manera de representar la sexualidad hispana, aunque susceptible también de críticas en tanto contribuye a su estereotipación. Pero su fuerte carga realista, amén lo poético, se erije en tabla salvadora.

Sí, poesía hay y mucha. Congelen la imagen del padre contándole un cuento a su hija, o el chat entre el padre y la amante en la isla, o la escena de la playa que abre la película... Por cierto, muy acertado el tema de Serrat en el salón de Lucía: "Ay, amor, sin ti no entiendo el despertar". ¿Cuántos no estremecimos al escucharla? Espectacular Najwa y Tristán Ulloa. Nunca vi una madre tan apasionada ni un padre tan sexy... ¡Transgresor es, y mucho, Medem!

En fin, que me encantó esa mezcla entre voracidad y ternura que perfila con manos de artista este director. Y que es una película para ver con los sentidos. ¿Se atreven?

Es una película altamente recomendable para los aficionados al género erótico-dramático. Su erotismo deriva del alto grado de dramatismo que absorbe a los protagonistas y a los personajes más cercanos a ellos, con los que interactúan tangencialmente, pero que son fundamentales para hacer avanzar la historia principal.

Una historia que trata, una vez más, de la complejidad de las relaciones humanas. En este caso, la complejidad proviene de la traición amorosa en el seno mismo de la familia, y del egoísmo de terceras partes involucradas no dispuestas a colaborar.

Eso, si lo miramos desde cierto ángulo; si lo hacemos desde un ángulo distinto podría tratarse de un intento (más) desesperado de una persona (da igual del género que sea) por "salvarse" emocionalmente, sabiendo desde el principio, o quizás intuyéndolo, que es un intento de antemano fallido. Y en ese camino por salvarse las tablas a las que se aferra cual náufrago son seres humanos, y es ahí donde la historia se complica...

Llama la atención la frialdad que desprende la atmósfera de la película, una contención que parece en todo momento a punto de hacerse pedazos, pero quienes se van haciendo poco a poco añicos (excepto una persona) a medida que avanza la historia son los propios personajes. Al director le interesa representar, sobre todo, esa caída sin fin del personaje principal, que parece no terminar nunca, y de hecho no lo hace.

Aquí el erotismo sirve de catalizador para agrandar aún más el vacío emocional de los personajes, hasta que este resulta insoportable, y alguien tiene que caer. Al final, nos vamos del cine con una lección aprendida.