Es indudable el talento que posee esta directora, los cinéfilos del mundo sabrán apreciar ante el visionado de cualquiera de sus cintas que estamos en presencia de un cine distinto (gracias al cielo). Su arte y forma de hacer películas está cada vez más refinado, ella lo ha perfeccionado y expresado mejor y mejor en cada una de sus films . En Zama, su obra más trabajada y trabajosa, se combina la pasión de Martel por el exquisito texto de Di Benedetto con el cine como canal de expresión total. Los resultados son inmejorables, la película es un deleite para los sentidos (pero no es sencillo, hay que leer gestos e insinuaciones, entender sonidos extraños y asincrónicos, apreciar bellísimos planos y fueras de foco, presenciar escenas bizarras e inquietantes, todo un conjunto de detalles creados por Martel que los amantes del cine sabrán apreciar). La historia en resumidas cuentas habla de la espera eterna de un funcionario de la colonia española por su traslado a mejor destino, y cómo esta situación lo va degradando paulatinamente. En el interín Martel nos regala algo que no olvidaremos, si tenemos la suerte de dejarnos llevar en el viaje y no ahuyentarnos ante lo incomprensible o inexplicable, nos sumergiremos en la psiquis y el cuerpo de Don Diego de Zama (inmejorable Giménez Cacho, hace un trabajo monumental), nos transmitirá sus padecimientos y sus dudas, y nos deleitaremos con el cine. No es una película de masas, no es para el espectador desprevenido, pero no importa, algunos descubrirán en esta película una joya y la disfrutarán cada segundo del metraje, y eso es suficiente.

Un hermoso cuento que nos muestra de manera sublime la lenta pérdida de la inocencia infantil ante un entorno de cruda y dura realidad. Su director en plan casi documental, refleja una niñez feliz, vivenciada libremente, en estado bellamente salvaje y fresco, potenciada por una autoridad parental cuasi ausente. Nos divertiremos mucho siguiendo las andanzas de un grupo de niños adorables e irreverentes, y a una madre cariñosa pero un poco irresponsable y desclasada, que no deja de ser víctima de la realidad que le toca vivir, a la que enfrenta como puede (no sabemos porque vive como vive, pero podemos imaginarlo). Sin golpes bajos, sin casi darnos cuenta por la fluidez de la narración, lo infantil va caminando libremente por la cuerda floja, escenificada en un colorido y caluroso motel de la Florida. Solo un conserje con cierta integridad, que aspira a no mucho más que cumplir bien con su trabajo, se encarga de poner algún que otro límite a tal desenfreno.

Drama y suspenso en una historia de familia rota, es a lo que apuesta esta talentosa directora. El relato se va desarrollando en pequeñas grageas, se cuece a fuego lento, se desgrana con paciencia, y juega en un marco permanente de ambivalencia. Excelentes actuaciones de todo el elenco, los espléndidos protagonistas principales (Lola y Omar) aportan credibilidad y fuerza natural a sus personajes. Muy recomendable.