No me fío ni un pelo de Blake Edwards, que lleva una carrera que para que os cuento. Ya son unas cuantas, incluido su "Desayuno con Diamantes" (1961) y sólo se salvan de la quema la de "Días de Vino y Rosas" (1962), por el tema, y "El nuevo caso del inspector Closeau" (1964), me temo más que por culpa de Peter Sellers que de nuestro director. Mientras espero revisar las siguientes de la saga de la Pantera Rosa le toca el turno a esta afamada "¿Víctor o Victoria?", comedia romántica musical que obtuvo siete nominaciones a los Oscars en 1982 si bien sólo se llevó el premio a la mejor banda sonora adaptada. Claro que mucho ruido para pocas nueces.

En realidad, la película es un remake de una de 1933 pero no puedo afirmar si es tan floja como ésta. Me da en la nariz que sus elogios vienen sobre todo por que refleja en ambiente gay con desenfado pero sin escándalos. Por que el resto no hay por donde cogerlo, desde una Julie Andrews no hay quien se crea que es un varón, hasta la trama, que acaba de forma anticlimática, si es que realmente lo hace, o el humor, envejecido por completo. Eso sí, dosis de feminismo en forma de "mujer emancipada". Dice ella que "ahora puedo hacer cosas que antes no podía". ¡Pero qué dices! ¿No te referirás a cantar? ¿Quieres decir que estos homosexuales son unos misóginos?

"Poder absoluto" no es un bache en la carrera como director de Clint Eastwood sino una muestra real de su nivel. Salvando algún trabajo concreto que no parece ni suyo, como "Un mundo perfecto", el resto de su filmografía no vale gran cosa. Ahora bien, el hecho de que se le haya encumbrado como uno de los mejores directores de las últimas décadas, capaz de crear "obras maestras" como churros, resulta todo un arcano de la naturaleza. Me pregunto si no será por su ultraliberalismo/republicanismo, en una época en que las gentes de esta cuerda están huérfanos de referentes culturales e ideológicos en el arte, y concretamente en el cine. Me gustaría confirmar si los seguidores de Eastwood están mayoritariamente ubicados en este espectro político o si no tiene nada que ver.

Volviendo a la película, a estas alturas hemos visto decenas de thrillers con más intriga y suspense que esta "Poder absoluto". Aquí, desde ese principio, demasiado largo, aburrido e incoherente, hasta el final, la historia que nos cuenta Eastwood tiene demasiados baches como para tomárnosla en serio. De hecho, la cantidad de secuencias mal rodadas, absurdas y hasta ridículas y los giros que da el pésimo guión para mantener la trama son asombrosos (SPOILER). Parece que en todo esto el objetivo de Clint es hacer de su personaje Luther Whitney, una auténtica máquina, a costa de dejar a todo el mundo como tontos. Él, que aparece y desaparece como le viene en gana, que es imposible de encontrar o detener, sí que tiene poder absoluto y no el Presidente de los Estados Unidos.

Además, otra vez Eastwood con la misma historia. ¡Vaya peñazo! De nuevo el anciano que por una extraña razón que nunca se explica está distanciado de su hija (o su familia en general) o peleado con ella. En este caso, Luther se las arregla de modo ridículo para demostrar que, pese a todo, sigue queriendo a su hija. Mi pregunta es, ¿por qué en vez de hacer esas pamemas durante años y más años no se dedica a actuar como un padre normal y corriente? ¿Por qué no se acerca a ella y trata de reconciliarse? Es más, ¿cuál fue el motivo de su ruptura? Uno piensa que simplemente pasaba de ella pero que a la vejez se ha puesto blandito y quiere recuperar a su única familia. Como dice mi madre, a la vejez viruelas.

La presente película de "Ocean's 8" puede juzgarse desde dos puntos de vista, desde el cinematográfico, que no le interesa a nadie, incluidas aquellas personas a las que le gusta, que lo hace porque les satisface su feminismo desatado, y desde el ideológico. Aunque ahora que lo pienso ambos conceptos no dejan de estar conectados. Así, la presente obra es una copiada sin rubor de la famosa saga de "Ocean's" pero protagonizada por mujeres, para demostrar que son más listas, más hábiles y mejores ladronas que todos los hombres del planeta. Sin embargo, yo lo que veo es una chapuza de atraco, sustentado en la imbecilidad de los agentes de seguridad y la policía, porque errores cometen varios. Fijaos si es tan malo el golpe que una de las víctimas, y hasta puede que dos, se tiene que cambiar de chaqueta de una forma totalmente frívola e indecente para que pueda funcionar. Y siguiendo con esto, ¿qué es eso de que Danny Ocean (George Clooney) está muerto? Espero que no sea cierto porque de lo contrario a los que habría que darles el pasaporte es a estos guionistas tan mezquinos y rencorosos.

Por lo demás, el largometraje es en realidad un pretexto para empoderar a las mujeres pero Gary Ross hace el ridículo porque el cambio de género respecto a las de Steven Soderbergh es totalmente antinatural, no resulta nada creíble con sus personajes creados tan solo para romper estereotipos, complacer al feminismo y representar a todas las razas, sensibilidades y hasta tendencias sexuales. Pero resulta que esta banda es más falsa que un euro de madera y por eso nunca veremos nada ni remotamente parecido a esta parida en la vida real. Y no lo veremos porque hombres y mujeres no somos iguales y todo lo que mueve a los primeros a dedicarse a esta "profesión", ladrón profesional, les falta a las segundas. Por eso este mundillo ha estado, está y estará siempre absolutamente dominado por varones. Pero es que además, mientras que George Clooney y Brad Pitt destilaban un encanto arrollador, estas mujeres haciendo en teoría lo mismo, son unas auténticas petardas que carecen de atractivo. La belleza femenina está en la dirección contraria a la que enseña el feminismo.

El cine sueco tiene mucho pedigrí pero me temo que es malillo aunque puestos a elegir entre el viejo continente, los hay peores aún. En este caso nos llega la ópera prima de Lasse Hallström, un director con mucho renombre, pero del que sólo salvaría "La gran estafa" (2006) y "Siempre a tu lado (Hachiko)" (2009), esta última por que la historia ya está hecha y es hermosa. Una vez vista, su debut se acaba uniendo a la mayor parte de sus dramas soporíferos, una película que no tiene historia, sino que es una colección de sucesos inconexos, que lo mismo son esos como cualquiera otros porque lo mismo dan: nada significan y cuando trata de que sí lo haga, se vuelve peor por la torpeza con la que afronta temas capitales como la culpa, la soledad o el amor infantil. Yo no me he creído nada de lo que sale, pero especialmente la niña marimacho.

"Mi vida como un perro", que se basa en la novela de Reidar Jönsson, se convierte con rapidez en un tostón, aderezado por los viajes del protagonista a casa de sus tíos, de vuelta al hogar, luego con la abuela y vuelta a empezar. Antes de provocar aburrimiento, despierta cierta expectación por saber qué le pasa a este chico, por ejemplo, con el vaso de leche, pero no al darnos ninguna explicación, tenemos que pensar que es simplemente idiota o que se le va la olla. Mi madre definió a los dos hermanos con un contundente "vaya porquería de niños". A partir de aquí, el único interés de la obra es averiguar la época en la que se ambienta, que después de las referencias a la perrita Laika, a Eisenhower o el combate de boxeo entre Ingemar Johansson y Floyd Patterson, queda en 1959, que es justo cuando la situé al poco de empezar.

Buena pregunta para todos aquellos progres que despotrican contra la imbecilidad de la dictadura de Franco en contraposición de su divina inteligencia. Claro que como dice el dicho, "dime de qué presumes y te diré de que careces". Andrés Sopeña Monsalve escribió un libro titulado "El florido pensil" en 1994, que por cierto, leí hace algún tiempo, en el que recrea la infancia en general y el sistema en educativo español de los años 40, 50 y 60, con un tono entre melancólico, irónico y crítico. Dado el éxito de la obra, fue adaptada al teatro y ahora con Juan José Porto al cine, con resultado desigual. Es cierto que se satiriza al régimen imperante con cierta inteligencia no exenta de gracia si bien algunos equívocos funcionan mejor que otros. Pero también que me suena a trola. Sopeña no escribió una autobiografía sino que juntó textos de varios lados, recordó algo e inventó el resto para dibujar la enseñanza, a base de tópicos, que a la izquierda le hubiese gustado que se impartiera.

Si uno comprueba la "Enciclopedia Álvarez", que es la que aparece en la película, verá que no hay absolutamente nada de las tonterías que aquí se dicen. Es cierto que la que tengo yo es de 1964 pero también que si el autor nació en 1948 y "Ana Rosa" se comenzó a emitir en 1959, por fuerza hemos de ubicarnos a principios de los 60, época muy alejada de los excesos de la recién acabada Guerra Civil. Es verdad que la educación era bastante más severa que ahora pero el que se crea que la enseñanza republicana era más suave es que no se entera de nada. En realidad, la labor del franquismo en la educación fue inmensa, pese a algunos yerros, acabando con el analfabetismo o diseñando una EGB de un nivel bastante superior las innovaciones actuales. La nota simpática de la película la aporta Nadia de Santiago con 11 añitos, ¿cómo pueden los niños no quererla a ella y sí a la otra, interpretada por Ana Turpín?, que si hubiera tenido más minutos, mira que le hubiera dado vida a la película.