En este mundo tan extraño
las mercancías van y vienen ilimitadas
las aves vuelan adonde quieren como si nada
las personas; ilegales, escondidas, hacinadas

En este mundo en que vivimos
una línea artificial
decide los destinos
de cada cual
Separa lo que la naturaleza
no se ha atrevido a separar
Una línea que condena
la vida de todo cuanto existe
a ambos lados de la barrera
de forma desigual

En este mundo
se antepone el himno a la música
Domina la bandera
y no el viento que la menea
Se prefiere el papel del dinero
a la carne en movimiento
a los ojos, al conocimiento
Prevalece el olvido
a los recuerdos del recorrido
la materia a los sentimientos
el contenedor al contenido

En definitiva
la muerte a la vida

(in this world)

En fin
Se trata de una película realista
que coloca al espectador
en el lugar del protagonista
Durante ese rato somos refugiados
al abrigo de la sala de cine
y consigue de forma (casi) objetiva
transmitir la subjetividad emocional
de Yamal y los demás

Así pues, recomendable obra imperfecta
sobre un gran problema de fondo
de solución más que incierta
al menos (en este mundo) que conocemos

A través de una mujer que es, francamente, muy potente (tanto, que podría perfectamente inscribirse para las próximas Olimpiadas y ganar de calle a sus dopadas competidoras, eso sí, en alguna prueba de media-larga distancia; y eso no es nada comparado con todo lo que esta increíble chica de pelo rojo es capaz de hacer, y ya pueden temblar en los casinos y demás salas de juego), a través de ella, digo, se nos presenta ante nuestros ojos una propuesta extraordinariamente innovadora e interesante, además de sugerente. Lo bueno de la película es que no sólo llama la atención y es atractiva en la forma, sino que también resulta atrayente en cuanto a las ideas y planteamientos que se tratan o se adivinan en ella.

Desde los créditos iniciales, la experiencia de ver esta película se nos presenta muy fresca y original, con una marcada personalidad propia. Tanto la forma en que se tratan las escenas y acciones, como la manera de relacionarlas entre ellas, dan lugar a este formato formidablemente extraño, junto con la estética utilizada (que pienso es acertada), así como la música, que encaja muy bien con todo lo anterior y además confiere a la historia si cabe todavía mayor sensación de movimiento frenético y galopar vertiginoso, al igual que el tiempo, también muy presente en el largometraje.

Es, entre otras cosas, un recordatorio de lo valioso que es el tiempo, y lo relativo de su avance. Se pueden realizar muchas otras reflexiones, tales como la aletoriedad que rige muchos hechos y acciones, y cómo puede esto llegar a ser determinante para algo; invita a reflexionar/preguntarse sobre la dualidad casualidad/causalidad, y otros derivados como el archinombrado “destino”. Además, y como complemento a lo anterior, nos viene a decir que el amor puede ser igual de relativo, o tan aleatorio, o igual de casual que las variables anteriores..., o no. El resultado es un entramado de personas, entrelazadas y conectadas por delicados hilos que son movidos por infinidad de factores, de modo que, en definitiva, sólo queda correr, correr hacia delante a por el objetivo más cercano, aprovechar el tiempo hasta el último segundo, y correr, seguir corriendo para no quedarse quieto en ningún momento, y correr para huir y para todo lo contrario, para finalmente, cuando algo te detiene, pararte a pensar en la incomprensibilidad de las cosas que existen. Y así, llegar por último a una conclusión: seguir corriendo otra vez en cuanto te sea posible.

Una de las características más importantes de las que considero que son necesarias para valorar como muy buena una película es la capacidad que tiene un film en cuestión para producirme sensaciones y emociones, en fin, para provocarme reacciones, pensamientos; que llegue a SENTIR la película. Y precisamente es ésta cualidad en concreto la que más pesa en Funny games. La historia que cuenta no es precisamente muy novedosa; la forma de contarla, sí. Posee efectos y matices que resultan sugerentes y atractivos. Pero, dejándolos a un lado, lo impactante de la película es el realismo terrorífico que describe; realismo que se diluye en algunos momentos, pero a pesar de ello no restan fuerza al conjunto.

Se trata del miedo que provoca la violencia gratuita, sin motivo alguno aparente, y por extensión, expresa la angustia que experimentamos en nuestras vidas cuando dependemos de manos ajenas y no somos capaces de controlar ni guiar nuestro destino, de modo que naufragamos a la deriva con el miedo que supone la incertidumbre total. Escena tras escena caeremos irremediablemente en las garras de esa tensión y ese desasosiego que, finalmente, desembocará en un desenlace no menos taquicárdico. Tras ver la película, uno se queda con una profunda sensación desagradable, o más bien desoladora, que anima a puntuarla negativamente. No obstante, es más tarde, mientras se va asimilando, cuando te das cuenta de que si ha sido capaz de dejarte así, es por algo. Porque es muy buena película. Y porque a partir de ahora te preguntarás qué harías en aquella situación, y seguirás sin entender qué sentido tiene la violencia, y caerás en la cuenta de que algunas cosas, simplemente, no tienen explicación racional. Y temblarás si alguien te pide unos huevos.

Babel, una muy buena forma de empezar el año. Ha sido la primera película que he visto en 2007, y de toda ella me quedo con el final, para mí profundamente emocionante y lírico, tanto por sus imágenes, como por la música que se adhiere a ellas y las connotaciones que sugieren. Podríamos decir que empiezo por el final, jeje. Pero es el conjunto de esta obra lo que me convence, por sus excelentes interpretaciones, fotografía, música, dirección; por las historias que cuenta, que siempre te colocan en el lugar del otro, encarnado por personas muy dispares en apariencia pero más semejantes de lo que se piensa, unidas por los mismos sentimientos. Impotencia. Angustia. Desesperación. Incomunicación. No se trata de un ejercicio que pretenda demostrar ni darse importancia; en mi opinión, son diferentes ventanas que se abren y se comunican en el mundo, como otras cualesquiera. Son reflejos de un espejo. Son personas que de alguna manera se encuentran solas, indefensas ante la oscuridad y el vacío de la incomprensible existencia, y de una sociedad fría, injusta y rígida; y al mismo tiempo necesitan calor y comprensión, una mano que apretar, un cuerpo al que tocar, un alma a la que abrazar. Se sienten insignificantes ante esta inmensidad que les desborda y supera.

Son, necesitan, sienten. Somos, necesitamos, sentimos.

Caótica Ana es una película fascinante. Es un grito desgarrador de la mujer, de todas las mujeres, de ahora y de antes, de siempre. Un grito contra la opresión, contra la violencia, y por la libertad; libertad que creemos sentir al ver volar ese pájaro, o la que empuja el barco de vela a través del océano; la libertad del artista, la que impulsa el comportamiento de Ana, interpretada por una enorme Manuela Vellés.

Se trata de una película bella visual y musicalmente, también en su fondo. Posee muchos grandes momentos, como esa voz de Antonio Vega, esas puertas que por fin se abren y enseñan lo que se escondía detrás, esa manera de mostrarnos la naturaleza y la ciudad, tan atractiva… Y nos viene a decir que nadie puede matarnos, nadie puede acabar con nosotros, ni con nuestros anhelos. Nunca morimos, ni nacimos. La vida es un continuo cambio, y siempre a mejor. Y debemos revelarnos, luchar por lo que creemos, por cambiar lo que sabemos que puede y debe mejorar, tanto en nuestro entorno como en nosotros mismos.