El irlandés Liam Neeson se ha convertido de un tiempo a esta parte en un asiduo de películas de acción, y Non-Stop no es una excepción. Después de una sequía irrumpió como un ciclón en la producción francesa Venganza, y desde entonces no para de hacer este tipo de filmes poco complicados y con muchos tópicos del cine de acción, pero resultonas y entretenidas al fin y al cabo. En esta ocasión tenemos a un agente federal de aviación embarcado en un secuestro en pleno vuelo hacia Londres bajo unas circunstancias muy peculiares. Junto al protagonista hay un buen grupo de secundarios liderado por Julianne Moore (4 veces candidata al Oscar), Lupita Nyong´o (Oscar este año por 12 años de exclavitud) y Corey Stoll (House of Cards) que hacen que la película sea amena y digna de verse, aunque no sea la octava maravilla del mundo.

Por fin he podido disfrutar de esta película que ha proporcionado los dos actores premiados en la última gala de los Oscar, y no me extraña para nada, ya que las interpretaciones de Matthew McConaughey y Jared Letho son francamente buenas. Para mí no son mejores que otras este año, pero no me parecen premios mal otorgados. La cinta nos cuenta la historia real de Ron Woodroof, un cowboy texano mujeriego y drogadicto al que le es diagnosticado el virus del VIH en 1986 dándole un mes de vida. A partir de ese momento comienza una lucha por sobrevivir, al principio con el AZT, el único producto que la agencia médica de Estados Unidos acepta, pero luego con otros métodos menos convencionales con la ayuda de un nuevo amigo/amiga y una doctora que no se amilana ante el poder del dinero y las influencias (Jennifer Garner). Grandes actuaciones en una película no tan buena como ellas

Spike Jonze nos trae una película con un argumento ambientado en un futuro no tan lejano donde las relaciones de las personas con los ordenadores y las personalidades virtuales son tan normales como las que tienen personas entre ellas. La historia nos cuenta como Theodor, un hombre deprimido y solitario empieza a entablar una relación íntima con su sistema operativo de nombre Samantha (en la versión original con la voz de Scarlett Johansson), con todas las complicaciones que eso conlleva. La película es prácticamente una versión onanista de Joaquim Phoenix, ya que aparece en el 95% del metraje de la misma, y como en esta ocasión hace un gran trabajo, no debería suponer una pega. A su lado está la casi siempre genial Amy Adams, que pone el contrapunto necesario al filme para que no se haga demasiado pesado, aunque creo que le sobra algo de duración. Aún así, una peli recomendable por su originalidad.

El detective John McLane vuelve para afrontar un nuevo escenario de pesadilla, en este caso en el Aeropuerto de Washington, donde un grupo de terroristas han cogido a todos los aviones que andan por allí como rehenes y así poder liberar a un traficante. Esta es una secuela bastante decente, pero indudablemente no tan buena como la primera. Siguen las grandes dosis de Bruce Willis para dar y tomar en el mejor momento de su carrera. En esta ocasión Renny Harlin se ocupa de la dirección, y aunque cumple muy bien, está claro que no es McTiernan. Después de ésta, poco más destacable en su filmografía, tal vez Máximo Riesgo, con Sylvester Stallone. ¡Yipi ka yei, hijo de puta!

Tercera entrega de la saga y no desmerece en nada. Uno de los mejores ejemplos de que una tercera parte no tiene porqué ser necesariamente mala. La incursión de Samuel L. Jackson en su momento de despegue total junto al protagonismo habitual de la saga a cargo de un buen Bruce Willis dinamiza mucho la película porque no carga sobre el peso de él toda la trama. Jeremy Irons aporta también su granito de arena para que esta película en la que ejerce de malo malísimo y que se centra en unos terroristas que siembran el pánico en plena ciudad de Nueva York. En una de sus tretas, obligan a rescatar del olvido a un John McLane en horas bajas…o eso creen ellos. No llega a ser la primera, pero se le acerca bastante en valoración, un gran filme de John McTiernan en su vuelta a la saga. ¡Yipi ka yei, hijo de puta!