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Críticas de Seldon
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Críticas 245
Críticas ordenadas por utilidad
7
15 de febrero de 2017
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay una canción pop muy antigua que se titula Gypsies, Tramps and Thieves, algo así como gitanos, vagabundos y ladrones. Bueno, pues de algo parecido (si obviamos la parte de los vagabundso) va Peaky Blinders.


Peaky Blinders es una de esas series “pequeñitas” pero de calidad a la que nos tienen acostumbrados los británicos. Digo pequeñitas porque tiene un formato muy asequible: temporadas cortas, de sólo seis episodios, lo que te permite “engullirlas” dedicándoles tan solo seis horas.


En realidad es una serie de gangsters, no gangsters americanos tipo Al Capone, claro, sino gangsters británicos. Y no ambientada en los años 30, sino un poco antes, a principios de siglo, justo cuando acaba de terminar la Gran Guerra. En este sentido sería contemporánea de Broadwalk Empire, salvo que se desarrolla en la industrial, sucia, mugrienta y pobre Birmingham en lugar de la decadente y vacacional Atlantic City.


Pero pocos más puntos en común tienen ambas. Primero porque en aquella época, en Estados Unidos tuvieron que lidiar con la ley seca, mientras que en Gran Bretaña los pubs servían sin problemas pintas de cerveza para emborrachar a los obreros de las factorías. Y segundo por el tipo de personajes (y sus ambiciones). Mientras que en Broadwalk Empire se contaba la historia de un trepa con ambiciones políticas cuando ya estaba establecido y había abandonado sus orígenes humildes, aquí lo que se cuenta es la historia de una familia de gitanos que regenta un garito de apuestas en las carreras de caballos (que por supuesto se dedican a amañar).


La historia empieza poco después de que ha acabado la primera guerra mundial y las tropas británicas han regresado de las trincheras francesas, muchos de ellos bastante tocados, y no sólo físicamente. Entre los que regresan están los hermanos Shelby, un clan de gitanos que han abandonado las carretas y el vagabundear de un lado a otro y se dedican a las apuestas, a los caballos. Pero que encabezan una banda mafiosa llamada los Peaky Blinders.


Al parecer esta banda existió de verdad, y su peculiar nombre se debe a que solían usar unas gorras planas de tela, de esa en las que la visera esta unida a la parte superior formando una especie de pico semirrigido en la parte delantera. Solo que los blinders cosían, ocultas en la gorra, cuchillas de afeitar, de forma que se podían convertir en un arma en caso de necesidad con las que cortar la cara de cualquiera que les hiciera frente, o de “cegarlo” en caso de que el corte se dirigiera a los ojos.


<la trama en la zona de spoilers, por si acaso, aunque realmente no se cuenta nada inconveniente sin no has visto la serie>
Visualmente la serie está muy lograda: la mugre, la lluvia y la humedad de las calles de Birmingham se mezclan con el humo, el fuego y el ambiente casi de “infierno” de las fábricas y las acerías (sobre todo la BSA, la fábrica de armas). Y musicalmente también está muy lograda, pero no por el “realismo” de la ambientación, sino precisamente por el motivo contrario: en lugar de utilizar música de la época o que al menos tenga el aroma de la música de principios de los años 20 o finales de los 10, abiertamente la banda sonora apuesta por música moderna. Ya desde la sintonía, el Red Righ Hand de Nick Cave & The Bad Seeds pero no sólo la sintonía, sino toda la música, que incluye a gente como los White Stripes, PJ Harvey, o incluso una de las canciones del último disco de David Bowie. Para mi gusto todo un acierto, desde luego.


Además no se trata de una serie episódica, sino que cada temporada cuenta una historia más o menos cerrada, lo cual también es de agradecer, aunque tengo que reconocer que cada temporada va ganando a medida que transcurren los episodios: suele ir de menos a más.


De momento la serie tiene 3 temporadas, y probablemente (por cómo se cierra la tercera) habrá una cuarta e incluso una quinta. Lo que ocurre es que el tono de las temporadas cambia, porque la segunda temporada se desarrolla un par de años después que la primera, cuando Thomas Shelby ha prosperado, ha enriquecido a la familia y ya empieza a ganar no sólo dinero sino cierto aire de “repetabilidad”. Y lo mismo pasa con la tercera, que vuelve a situarse un par de años después de la segunda (ya en 1924 creo recordar). Una pena porque el hecho de que no esté el personaje de Sam Neill en esta temporada le resta bastante (eso y el “villano” oficial que los sustituye, el sacerdote, el padre John Hughes, que no está a la misma altura.

Para mi gusto las temporadas van bajando poco a poco de calidad, y convierten lo que empezó siendo una serie notable en simplemente una buena serie, lo cual tampoco es nada desdeñable.

Más en:http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com/2017/02/peaky-blinders-gypsies-tramps-and.html
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Seldon
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7
18 de enero de 2014
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es –todo parece indicarlo así- la Película del Año. La que gusta a todo el mundo, la que trata un tema serio y además contundentemente, la que tiene a uno de los actores (Fassbender) y a uno de los directores (McQueen) de moda, aquella de la que todo el mundo habla y que probablemente arrase en los Oscars, porque tiene todos esos elementos que tanto gusta para esto de los premios: una historia de injusticia, de superación personal, de tesón....

A mi particularmente me ha gustado. Me parece una buena película. Excelente a veces, excesiva en muchas ocasiones. Pero no me parece una película sobresaliente, ni una obra maestra. Voy a tratar de explicar porqué.

Cuando te tratas de acercar en el cine a un tema serio, pero “serio, serio” hay dos manera se hacerlo: una que podríamos llamar la melodramática a la manera de Spielberg y otra que podríamos llamar la dramática seca a la manera de Polanski.



Bueno también está la manera cómica. Voy a poner un ejemplo con otro tema “serio, serio” para que veáis la analogía: El holocausto y los nazis.

Si tiras por el camino cómico (apuesta muy arriesgada por cierto) te puede salir una cosa ñoña y azucarada hasta el punto de estar prohibida a los diabéticos como La vida es Bella. O bien eres un gamberro irreverente como Tarantino y te sale Malditos Bastardos.

Pero lo normal no es tirar por la vía humorística, lo normal es tirar por la vía seria, y aquí hay dos maneras de hacerlo: Una es la manera Spielberg, la manera húmeda (por la lagrimita que busca siempre en el espectador), la manera melodramática. Mucha música sensible de violines, hábiles efectos de montaje o de guión que busquen poner la sensibilidad a flor de piel.... ya sabéis a lo que me refiero. No deja de tener su riesgo. Si no eres Spielberg o aún siéndolo no te pilla muy inspirado, si te pasas o si no llegas te sale una ñoñeria edulcorada y que gente va a percibir como manipuladora y tramposa. Pero si te sale bien... amigo mío, si te sale bien tienes La Lista de Schindler.

Y la otra forma seria/dramática de tratar el tema es la que yo he llamado seca, por la violencia seca y sin contemplaciones que se muestra. Aquí no hay lagrimita fácil, aquí no hay trucos, aquí no se paran a explicarte el PORQUÉ del mal, simplemente te enseñan, con todo detalla, el CÓMO. O sea un poco lo que hizo Roman Polanski con El Pianista.

Bueno, pues si en lugar de hablar de nazis y holocausto hablamos de esclavitud, si tiras por la vía gamberra te sale Django Desencadenado, si tiras por la vía húmeda/spielberiana te puede salir algo como Amistad (en esta ocasión el amigo Steven no estuvo muy inspirado) o como Raíces, y si tiras por la vía seca, entonces te sale 12 años de esclavitud.

Si esta película la hubiera dirigido Roman Polanski se podría haber llamado perfectamente El Violinista, porque es al esclavismo lo mismo que El Pianista fue al holocausto.

La película es implacable, a veces hasta excesiva (por ejemplo en la duración, dura bastante más de dos horas) y contundente. Aquí no se trata de buscar la lagrimita fácil con música de violines, aquí se trata de enseñar, tal cual, seca, asépticamente, barrabasada tras barrabasada, maldad tras maldad, y podría haber seguido acumulando escena de maldad tras escena de maldad 2 o 4 horas, daría igual la duración, porque lo que pretende es acongojar por acumulación, y por la naturalidad con la que ocurren las cosas en pantalla: vejaciones, azotes, ahorcamientos, castigos.....

En vez de acompañar del sonido emotivo de un cuarteto de cuerda los amargos llantos de una madre esclava cuando la separan de su hija a la que venden a otro amo, simplemente uno de los personajes pregunta sinceramente sorprendido "¿por qué llora?".

Es abrumador ver la naturalidad con la que los personajes viven la maldad, tanto los que la ejercen, como los que la sufren. Te hace pensar en cómo era esa sociedad y esa época: para una esclava era normal ser examinada desnuda antes de que su amo la comprase, o que se encaprichase de ella para calentarle la cama. Y para el amo también era la cosa más normal del munod. No había nada de malo en ello, ni legal ni moral ni religiosamente hablando.

Esta acumulación tarde o temprano causa su efecto a algunos se los causa antes y a otros después. Por ejemplo en El Pianista, la película que estoy usando como analogía recurdo que me impresionó una escena en la que los nazis hacían una incursión en el gueto subían al piso donde vivía un anciano en silla de ruedas y lo arrojaban por la ventana. Así de natural, así de simple, sin diálogos, sin música, sin siquiera cambiar el encuadre de la cámara que se limita a enfocar desde la calle, a la puerta de entrada y al balcón.

<sigo en Spoiler sin desvelar nada >
<si te apetece, pásate por http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com/2014/01/12-anos-de-esclavitud-si-la-llega-hacer.html>
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Seldon
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7
20 de mayo de 2013
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que La noche de los muertos vivientes estableciera en 1968 las bases del género se han hecho muchas películas de zombis. Por supuesto había películas que trataban este subgénero del Terror, pero esta fue la que estableció algo así como el canon, las reglas básicas.

El problema es que el género no da para mucho, es difícil hacer algo original en lugar de limitarse a contar otra vez el típico Apocalipsis Zombie, y muy fácil caer en una lista de secuelas que vayan alargando la historia, o simplemente hacer un remake más moderno y con más sangre y tripas.

Pero también hay notables excepciones, películas que, ateniéndose al canon, son buenas y lograron aportar algo original. Quizás el mejor ejemplo de este caso sea 28 días después. The Walking Dead es uno de estos casos, es decir, no vamos a mezclar géneros, vamos a atenernos a la ortodoxia, y vamos a hacer una de zombis clásica... y además que sea buena.

La historia comienza de forma muy parecida a la de 28 días después: Rick Grimes, un ayudante del sheriff de una pequeña ciudad de Georgia es herido en un tiroteo cae en coma y cuando despierta en el hospital, solo y desorientado, se encuentra en medio del Apocalipsis, en pleno fin del mundo: los muertos se resucitan sedientos de carne humana, sólo puedes matarlos definitivamente destrozándoles el cerebro, y si te muerden... bueno, pues estás muerto y convertido a su vez en zombi. Vamos, lo típico.

De estas primeras escenas del hospital, las de la angustia de no saber que ha pasado mientras estaba en coma, que se va a encontrar, ni dónde están su familia y amigos, hay algunas muy buenas, como la de la puerta cerrada con cadenas con la tétrica inscripción: “No entrar, muertos dentro”.

Pero claro, es difícil mantener la historia sólo con eso. Así que poco a poco nos van introduciendo la trama principal: el compañero de Rick, Shane, también ayudante del sheriff como él, ha sobrevivido, ha salvado a Lori, la esposa de Rick, y a su hijo Carl, a los que ahora cuida y protege.

Pero como todos creen muerto a Rick, Shane y Lori se sienten mutuamente atraídos y éste se ha convertido casi en el nuevo padre de Carl.

Así que la tensión está servida para cuando Rick los encuentre.

Esta es la trama principal, pero claro, con eso tampoco se mantiene una serie larga, así que nos van introduciendo nuevos personajes, con caracteres muy distintos, desde apocados y miedosos, hasta tipos violentos que se desenvuelven como pez en el agua en este nuevo mundo.

Los supervivientes se van agrupando, y la serie nos cuenta la historia de una pequeña familia que se ha formado en torno a Dale, un viejo entrañable y afable que estaba de vacaciones con su autocaravana cuando se desató el infierno sobre la tierra.

Ahora esta pequeña familia va errando por los bosques y las carreteras cercanas a Atlanta, mientras tratan de esquivar y sobrevivir a los caminantes, que es como llaman a los zombies que vangan sin rumbo y sin más propósito que conseguir comida.
La serie tiene todo lo que puedes esperar de este tipo de productos: multitudes de zombis pútridos de los que hay que correr para que no te atrapen, buenas dosis de cráneos reventados, tripas al aire y demás casquería fina, historias entre los personajes, algunos violentos por naturaleza, otros dialogantes y pacíficos, algunos líderes natos (con las previsibles tensiones que se crean entre ellos) otros simples seguidores,...


La primera temporada es sencillamente brillante: sólo 6 episodios, pero manejando muy bien la tensión, las sorpresas y los cliffhangers al final de los capítulos para dejarte anhelando ver el siguiente. Pero claro, jugaban con cierta ventaja: allá por 2010 el director de cine Frank Darabont (el de La milla verde, Cadena perpetua, o La niebla) se puso al frente del proyecto y desarrolló la serie para la cadena AMC (cuya serie estrella es otra de gran éxito: Mad Men) actuando como productor, guionista de algunos episodios, e incluso director del primero de ellos. Y eso se nota.

De hecho estos 6 episodios tuvieron tanto éxito que la AMC decidió renovar por una segunda temporada ya más normal, de 13 episodios de duración. A priori pensé que era la receta perfecta para estropear algo bueno: ya sabéis, alargar, repetir situaciones, etc.

Pero no, sorprendentemente la serie se mantiene y lo hace en excelente forma, apenas ha perdido con el tiempo. Y eso que es difícil, porque en cada capítulo te pasas más o menos el 80% del tiempo pensando “¿pero cómo es posible que estos tíos sigan vivos?”, (porque de hecho van cayendo personajes, como mandan los cánones) y el tiempo restante desarrollan las historias particulares y los enfrentamientos o acercamientos entre ellos.
Pero normalmente al final de cada episodio hay una sorpresa, una situación de tensión que te deja colgado a la espera del siguiente, al estilo de lo que lograba hacer Perdidos.

<<sigo en spoiler por falta de espacio sin reverlar nada>>
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Seldon
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7
2 de febrero de 2015
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Knick no es una serie de época al uso (aunque se desarrolla muy a principios del siglo XX), ni un drama médico (aunque efectivamente si hay que clasificarla dentro de un género sería el dramático, y se desarrolla en un hospital). Es una mezcla extraña y bastante original de ambas cosas.

Estamos en el año 1900, en Nueva York, y el Knick del título es el hospital Knickerbocker, que aunque existió de verdad no es exactamente el mismo en la serie, sino más bien “esta inspirado por” o “basado en”. La serie se desarrolla en una época en la que las ambulancias van tiradas por coches de caballos y en las que sus conductores cobran por paciente que traen al hospital (o sea que más les vale traer pacientes que paguen las facturas). Una época en la que la electricidad es todavía casi una atracción de feria y el hospital se ilumina con luces de gas. En la que las anestesias en las operaciones se consiguen durmiendo al paciente con éter y en la que el riesgo de que éste se quede en la mesa de operaciones es bastante alto, o prácticamente cierto por cosas como una cesárea en caso de un parto complicado.

The Knick no es exactamente un hospital de caridad, porque tiene pacientes de pago, pero si que atiende mayoritariamente a obreros y gente de clase trabajadora, entre otras cosas porque las clases más acomodadas de Nueva York empezaron por esa época a mudarse al uptown. Así que básicamente el Knick sobrevive gracias a sus benefactores ricos.

Sin embargo, al frente de los cirujanos del hospital está el doctor John Thackery (interpretado por Clive Owen, lo mejor de la serie) al que todos llaman "Thack". Thack es un cirujano de mucho talento, muy respetado entre sus colegas y muy innovador, perfeccionando, o directamente inventando nuevas técnicas quirúrgicas. Además es bastante arrogante. No es que sea como el Doctor House, pero digamos que no le aguanta tonterías a nadie.

Pero además de todo eso (y esto es otra similitud con House) es drogadicto, en este caso adicto a la cocaína que se inyecta durante el día, y al opio, que fuma por las noches en los tugurios más infectos de Chinatown, mitad prostíbulos mitad fumaderos de opio.

Pero Thack tiene jefes, el Knick sobrevive gracias a sus benefactores y estos (la junta) han puesto al frente de la “obra social” del hospital a Cornelia Robertson, la hija de uno de ellos. Cornelia es una mujer moderna para su época y entre ambos no hay problemas hasta que decide contratar al doctor Algernon Edwards, un médico jóven y erudito formado en Europa, y que se crió con Cornelio porque es el hijo de la cocinera de los Robertson… y además es negro.

Mientras que el resto de sus colegas simplemente lo menosprecian y lo ignoran por puro racismo y por prejuicios (¿dónde se ha visto un negro en un hospital para blancos?¿acaso no hay ya hospitales para negros?), Thack también lo hace, pero por otros motivos: primero es un hombre pragmático y sabe que ningún blanco, por pobre que sea va a querer ser operado por un negro, y menos si el blanco no es pobre, lo que puede repercutir en que el Knick pierda pacientes y los ingresos bajen aún más. Y segundo y más importante porque Thack menosprecia a todo el que no tiene talento, y el doctor Edwards no ha demostrado tenerlo y parece estar ahí sólo por ser amigo de la familia del benefactor. Claro que tampoco le dan a Edwards la oportunidad de demostrar su talento, así que se tiene que buscar la vida.

Esta es digamos la trama principal de la serie: los problemas de Thack con su adicción y los problemas de Edwards intentado ganarse su respecto. Y todo ello salpicado de “casos” en los que se muestra como era la cirugía por aquella época, las limitaciones que tenía, y las técnicas que se estaban probando e inventando más o menos sobre la marcha. Y aquí la serie la verdad es que no se anda con chiquitas y no teme mostrar desde el principio (literalmente desde la primera escena) sangre, vísceras e incisiones con bisturí: supongo que por verosimilitud, pero el caso es que la cámara no se aparta “castamente” cuando el cirujano practica una incisión en un paciente y mete las manos dentro del vientre hasta la muñeca. Así que si sois un poco aprensivos estas escenas os pueden echar un poco para atrás al principio.

Pero no os dejéis engañar. No es una serie gore, y una vez “marcado territorio” de esa forma, esas escenas ya van perdiendo importancia, y la serie se centra en lo que importa: las tramas de los distintos personajes.

Porque además de la trama principal hay muchas más tramas secundarias, y también interesantes: una red de abortos forzosamente clandestinos en aquella época, los problemas económicos del hospital siempre rozando la bancarrota, los problemas familiares de los doctores Gallinger o Chickering, los vicios caros (y los problemas financieros que conllevan) del gerente del hospital, etc.


En definitiva, una serie atípica, muy interesante, que puede que tarde en engancharte, pero que gana con el paso de los episodios hasta convertirse en una buena serie. Ya hay anunciada una segunda temporada de otros 10 episodios para el año que viene,… veremos que tal.

Más en: http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com.es/2015/02/the-knick-dr-house-de-principios-del.html
Seldon
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5
11 de abril de 2013
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Black Mirror es una serie británica de ciencia ficción, y aunque efectivamente se le nota lo segundo (lo de británica, por la ambientación, el estilo y la manera en que está rodada) no parece ni lo primero ni lo último.

No parece una serie porque en realidad no lo es. Está formada por dos temporadas de tres episodios cada una, pero los episodios son completamente independientes, no comparten ni argumento, ni personajes, tienen un todo distinto cada uno, y ni siquiera se desarrollan en un “universo” común. Realmente son como pequeñas (de unos 45 minutos de duración) películas para TV independientes entre sí.

Y no parece ciencia ficción porque aquí no hay naves espaciales, ni robots, ni viajes en el tiempo,... y sin embargo, es ciencia ficción. En general los episodios ocurren en un futuro muy cercano (te da la sensación de que los avances tecnológicos que se muestran en pantalla podrían estar disponibles a la vuelta de la esquina) e incluso algunos podrían ocurrir en el presente. Porque la CF es un género fundamentalmente de ideas, de preguntarse “¿Que pasaría si....?¿Cómo sería el mundo?¿Cómo viviríamos?

Y esto es lo que hace la serie. Realmente lo más interesante de cada episodio no es la historia que cuenta en si, sino el debate que abre o puede abrir. Porque lo que tienen en común todos los episodios es nuestra relación, un poco (o más bien bastante) enfermiza con la tecnología, con los medios de comunicación, con las redes, etc. y como por una parte somos totalmente dependientes de ellos y por otra los efectos perniciosos que pueden llegar a tener según como las usemos.

No voy a meter demasiados spoilers ni a revelar el final del episodio, pero si quiero contar de que va cada uno, revelando el planteamiento inicial de su argumento, así que avisados quedáis....


Si te intersa, puedes consultar: http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com/2013/04/black-mirror-cf-de-la-buena.html
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Seldon
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