Unos amigos deciden irse de vacaciones, de manera que viajarán en coche. En la autopista evitan un gravísimo accidente gracias a la premonición de uno de ellos. Esto les librará de morir, pero la muerte tiene un plan y ellos no pueden escapar de él.
Después del repentino éxito que tuvo la primera parte de esta película, donde un grupo de jóvenes salvan la vida al evitar coger un avión cuando uno de ellos tiene una premonición, no era de extrañar que desde el estudio se pusieran manos a la obra para desarrollar una secuela. Esta vez cuenta con mayor presupuesto, y también con un cambio de director. Aunque trate por todos los medios conseguir el mismo impacto que tuvo la primera, no lo llega a alcanzar. Comparando ambas películas tendremos el resultado de ver como la primera era bastante imaginativa e innovadora, pero con un presupuesto que no permitía demasiados efectos especiales. Ahora sin embargo tendremos menos imaginación, pues lo que vamos a ver es una repetición de lo que ya hemos visto. O como mucho una ligera ampliación de las situaciones, bueno seamos sinceros, muertes por accidentes inverosímiles. Esta menor creatividad estará tapada con un mayor número de efectos especiales, que dotan a esta segunda parte de más sobresaltos por minuto que su predecesora. Lástima que esta mayor cantidad de impresiones sean tan mal aprovechadas. El componente más terrorífico que sí estaba en la primera, aquí lo añoraremos. La muerte entonces parecía avanzar, era como un personaje más que se deslizaba por la pantalla y acechaba a sus presas. Aquí también aparecerá, pero le falta al director convencernos de ese peligro inminente. Estaremos más ante un elemento mecánico, un ritual sin emoción que simplemente conseguirá impresionarnos por lo elaborado del montaje.
En ambas los diálogos son irrelevantes, algo bastante habitual en las películas de terror adolescente. Que junto con un desarrollo algo insípido hará que no nos preocupemos de quien es el siguiente de la lista, solo no estar parpadeando para perdérnoslo. Los actores tienen poco espacio para lucirse, y el que tienen no lo aprovechan excesivamente. Ninguno sobresale por encima de los demás, aunque tampoco es lo que se busca. No creo que nadie piense ver esta película por la interpretación de sus actores. Con interpretaciones como estas no puedes estar contento, pero no me atrevo a decir si esto es falta del director o por la poca experiencia de los actores.
Aunque no sea totalmente imprescindible, ver la primera parte ayudará enormemente a comprender que está ocurriendo en esta segunda. Pues las continuas referencias, hacen que ambas estén íntimamente ligadas.
Si buscas un thriller envolvente, lleno de misterio te has equivocado de película. Aunque si encontraste interesante la primera parte, creo que es bastante recomendable esta segunda.

Dos pilotos a borde de un prototipo de avión bombardero, están a punto de realizar unos ejercicios en el desierto de Utah. Llevan consigo un par de bombas nucleares, que aunque no van a ser usadas, son perfectamente capaces de detonar. Lo que debería haber sido un simple entrenamiento, se convierte en una pesadilla. Recuperar las bombas se convierte en la máxima prioridad para el gobierno.
El guión lo entrega todo por la acción. Tiene unos inicios, con el suficiente gancho para mantenernos atentos a la pantalla, pero conforme se desarrolla la trama, ves que lo único por lo que se preocupó quien escribió el guión fue poner a nuestros protagonistas en todas las arriesgadas situaciones que pasaron por su mente. Un bocado muy a gusto de los amantes de la adrenalina, pero vacío si buscas una historia que la sostenga. Al menos se le puede otorgar el perdón por no ser tan previsible como otras, aunque la cantidad de coincidencias que se producen para poder mantener la acción en marcha es excesiva. Solo con la cantidad de veces que nuestros protagonistas pierden de vista a los enemigos en un lugar tan amplio como el que están, para luego encontrarlos sin apenas esfuerzo como si estuvieran a la vuelta de la esquina te fascina lo sencillo que es escribir guiones e ir colocando a la gente donde quieres sin justificar nada.
El director es el conocido John Woo, auténtico experto de las películas de acción de Hong Kong. Esta era su segunda película en Hollywood con un presupuesto mucho mayor que su anterior trabajo, y así empezó a labrarse su fama allí. Con un ritmo que apenas si decae, se consiguen disimular algunos graves errores del argumento, solo por otra parte justificables, para añadir si cabe más emoción al conjunto. Los efectos especiales son correctos y se usan con un claro interés de llevar la situación al límite.
Aun cuando todos los personajes envueltos en esta película son completamente planos y sin ningún desarrollo, hay que reconocer que la interpretación de John Travolta como el desencantado Mayor resulta la mejor de todas. Me recuerda a la que más adelante haría el mismo actor en Swordfish. Entre la locura y la genialidad. Christian Slater, sin embargo está demasiado lleno de tópicos. No es fácil destacar, cuando tienes un personaje tan simple. Pero es que tampoco parece preocuparse el actor por añadir al papel algo de su parte que le de color, que añada profundidad a su personalidad. Es el perfecto héroe que todo el mundo espera ver y que es tan insuperable e inalcanzable que resulta irreal. Por su puesto no puede faltar el clásico romance que adorna este tipo de cintas. Para el caso tenemos a Samantha Mathis, actriz poco conocida que estará a la altura de lo que se espera de ella, incluso creo que hubiese merecido un poco más.
Película más pensada para el consumo rápido y pronto olvido, que para otra cosa.

Existe un proceso experimental con el cual una persona es capaz de adentrarse en la psique de otra. Esta técnica está siendo utilizada para tratar a enfermos en coma. Cuando el FBI captura a un perturbado asesino en serie que rapta a mujeres para verlas morir ahogadas y es incapaz de encontrar a su última víctima, piensan en esta técnica para adentrarse en su mente y obtener la información.
El desarrollo de la película tiene ciertos paralelismos con El silencio de los corderos, pues en ambas es necesario obtener contrarreloj información de la mente de un desequilibrado personaje. La vuelta de tuerca aquí será tener que hacerlo introduciéndose en su mente. Esto nos permite añadir al tema principal que es el thriller otro género como es la ciencia ficción. De la correcta mezcla de estos dos géneros conseguimos más de lo esperado, pues la ciencia ficción nos coloca en un mundo ajeno al habitual. Donde toda posibilidad cabe y el thriller nos genera ese ambiente para mantenernos siempre alerta, desconfiando del lugar donde estamos, pero con una necesidad para seguir buscando lo necesario. Sin duda la mejor parte de la cinta es el viaje surrealista que encontraremos cuando nos sumerjamos en la psique de este tipo.
Dos mundos diferenciados genera el director. En el real el director solo muestra buenas maneras y ya está. No encontraremos nada espectacular allí. Sin embargo el mundo interior que construye el director en la cabeza del criminal es a la vez fascinantemente singular y tan extraño como caótico. Visualmente está muy cuidado. Con todos esos elaborados trajes, ese detallista mimo por cuidar el aspecto de lo que vemos, ese aprovechamiento de los efectos por ordenador para adornar y que se integran perfectamente con el resto de la cinta. Aunque por momentos tanta carga artística resulta tan surreal que llega a despistar a quien lo ve. La inspiración del director para armar estas escenas viene sobre todo por el trabajo de artistas como Damien Hirst, Brothers Quay, Odd Nerdrum y H.R. Giger. Todo complementado con una música a la altura artística del resto de la película.
El mejor actor de todos es sin duda Vincent D'Onofrio al cual no reconocí en un primer momento, pero que me dejó fascinado por su actuación. Vince Vaughn y Jennifer López nos obsequian con papeles alejados de los habitualmente interpretados por ellos. Su rendimiento es bastante bueno, pero tanta importancia le dan a la vida del asesino que olvidan profundizar en la personalidad de sus propios personajes.
Se le puede acusar de prestar mucha atención al estilo y ofrecer poca sustancia. No tanto de ser una película compleja, aunque hay que estar atento para no perderte.

La vida en un campo de concentración es muy distinta a la vida que un soldado tiene en el campo de batalla. El teniente Thomas W. Hart, que nunca a entrado en combate, sino que ha estado en el cuartel general es capturado por los alemanes, es interrogado sin piedad y enviado a uno de estos oscuros lugares. Un lugar donde mantener el orden y sobrevivir, obliga a tomar difíciles decisiones.
La película es la adaptación al cine de la excelente novela escrita por John Katzenbach. Aun contando con la presencia de dos importantes estrellas que apoyaran el éxito de este producto, no consiguió recuperar lo invertido en el cine. Probablemente porque la gente, anticipara más acción. Como una película más al estilo de Salvar al soldado Ryan o Hermanos de Sangre, y sin embargo se encontraron con un correcto drama con juicio incluido. Una cinta donde el honor no se gana luchando contra el enemigo, sino haciendo lo correcto.
La historia se enmarca en el típico y manido conflicto entre un veterano, que conoce perfectamente como funciona el campo de concentración donde están, sabe que mueve a la gente y en que se pueden llegar a transformar los soldados que allí habitan con un novato que debe aprenderlo todo a marchas forzadas, pues a su falta de experiencia en el campo de batalla debe sumarle unos ideales que solo un recién llegado puede tener. Por desgracia a la película no le faltan errores que merman la credibilidad de la misma. Para empezar vemos a unos soldados encerrados, que no parecen sufrir todo lo que cabría esperar. El comandante del campo parece en ocasiones demasiado amable aun cuando pensemos que tiene intereses ocultos. No menos extraño es el ensañamiento con los oficiales de color, pues parece que sus propios compatriotas los tratan peor de como lo hacen los nazis. A todo esto hay que sumarle un suspense casi nulo con una historia más previsible de lo que es recomendable.
El director se equivoca al entregar una cinta con un ritmo tan lento y pausado. Es de agradecer que el trabajo de fotografía y los encuadres estén tan bien hechos y estudiados, pero cuando tienes una película que transcurre mayoritariamente en un mismo lugar, la necesidad de añadir velocidad e intensidad a la narración es clara, ya que por obligación sueles tener que repetir emplazamientos y eso aburre. Así pues la falta de dinamismo al contarnos que pasa ahonda en el problema de quien esperaba que la cinta tratara más sobre la guerra en sí misma y no sobre personas encerradas en un campo de concentración.
La interpretación tanto de Colin Farrell como la de Bruce Willis es extraordinaria. Sin duda lo más acertado de la película. Se creen su personaje y tramiten la suficiente confianza a quien les ve, para que no nos fijemos en lo inverosímil de lo que ocurre, un juicio en un campo de concentración.

Esta película de aventuras cuenta con grandes aciertos y no menos amargas decepciones. Lo primero que deberemos hacer para pasar un buen rato es aceptar que esto es una película. Y que tanto la credibilidad de algunas escenas como el correcto y riguroso seguimiento de la historia conocida sencillamente brillan por su ausencia. La necesidad de hacer esto no es precisamente baladí y no seguir estas sencillas instrucciones se convertirá en una losa que pese durante todo el metraje. Envenenando el desarrollo de la historia. Para nada sirve idear una trama que abarque lugares tan dispares y exóticos como unas montañas yermas y heladas, una selva tropical, un desierto de dunas interminables para luego tratar de hacernos creer que nuestros protagonistas son capaces de atravesar todo este rango de climas a pie en apenas unas semanas. Todo parece demasiado forzado en este aspecto y muestra la acuciante necesidad de mejorar el guión. Duele también la forma tan pintoresca de representar a las distintas tribus. La tribu del protagonista, todos con pelo rasta. Los villanos como si fueran moros. Las tribus que encuentra por su camino sacadas directamente de algún parque de atracciones. La cinta empieza como una manida historia de amor, pero consigue evolucionar hacia una interesante película de aventuras, tal vez algo exagerada y bastante predecible, pero al menos disfrutable.
El uso de los efectos por ordenador son a la vez necesarios y uno de los mejores alicientes que encontraremos en ver esta obra. Son muy espectaculares, aunque le pesa la misma falta de credibilidad que al resto del conjunto. La cinta tiene potencial para ser un trabajo excelente, pero por desgracia no lo es. Resulta un tropiezo, que no un fracaso, del director, Roland Emmerich. Este señor es responsable de otros grandes éxitos como Stargate, Independence Day, Godzilla, El día de mañana y otros. Nos obsequia con preciosas vistas aéreas, grandiosos planos de esas singulares localizaciones, pero sientes que todo está vacío porque la película falla estrepitosamente en crear una carga emotiva que nos arrastre.
Los actores envueltos en esta producción son en general poco conocidos. Ni por asomo consiguen meterse en su papel, ofreciéndonos poco más que la capacidad de recitar sus líneas del guión. Esto unido a un diálogo flojo y forzado no ayuda a desarrollar mejor la historia. Baste como ejemplo de lo pueril que puede llegar a ser el guión y los diálogos lo que le dice el protagonista a un dientes de sable atrapado. No me comas cuando te libere.
Entretenida, pero ni épica ni grandiosa película de aventuras. Tal vez tuvieron problemas de presupuesto o sencillamente de tiempo. Pero poner mejores villanos, o al menos que asusten, y menos fantasía narrativa le hubieran beneficiado a la película.