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España España · Santiago
Críticas de kobus
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
9
3 de noviembre de 2007
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fincher es uno de los mejores directores que Hollywood ha dado en los últimos años a pesar de su escasa filmografía, tanto por sus películas argumentalmente hablando como por su técnica a la hora de rodar, y tras haber puesto toda la carne en el asador, ha sabido realizar su mejor película. Fincher ya había tratado el mundo de los asesinos en serie en “Seven”, pero lo primero que diferencia a ésta de “Zodiac” es que la segunda está basada en hechos reales, o tal y como pone en el primerísimo momento del film, en investigaciones policiales; y esto es lo que define a su última película como una de las más realistas hasta la fecha. Eso fue uno de los detalles que más me gustaron: la fidelidad con la que Fincher reflejó la realidad de la historia de este asesino que aterrorizó a la población de la zona de San Francisco entre finales de los años 60 y los 70, enviando cartas a periódicos con mensajes cifrados y argumentos menospreciando la labor policial para resolver los numerosos crímenes de los que se hizo responsable. También es la historia de una obsesión, la del caricaturista Robert Graysmith (Jake Gyllenhaal), y no por resolver el caso, sino por saber, simplemente, quien es Zodiac; que le llevará finalmente a escribir el libro a partir del cuál está escrito el guión del film. La sensación que tuve al salir del cine tras ver “Zodiac” fue muy parecida a la que me vino también al acabar de ver “JFK: Caso abierto”, tal vez por la frustración que consigue transmitir por no saber resolver el caso que se investiga, por la trama o, simplemente, porque ambas están maravillosamente narradas con una faceta hiperrealista, aunque de maneras muy distintas. Y en eso se basa el mayor acierto de Fincher en lo que a esta película se refiere, en la gran capacidad que demuestra el director para narrar unos hechos ocurridos en la realidad (con una fidelidad hacia ella impecable, como ya he nombrado antes), con un ritmo que te engancha de principio a fin, que aunque dé numerosos saltos en el tiempo para ser capaz de contar el principio y el “final” de la historia te mantiene en vilo durante toda la investigación policíaca-periodística, “capitaneada” por unas grandes interpretaciones; la mejor la de Robert Downey Jr., pero sin hacerle sombra a sus otros dos compañeros de reparto Mark Ruffalo y el ya citado previamente Jake Gyllenhaal.También el papel de algunos secundarios, como Anthony Edwards y a un impecable Elias Koteas son dignos de ser nombrados."Zodiac" se trata de un thriller psicológico, una trama de investigación que se ve mezclada con unos toques de un suspense magistral en muchas secuencias que,en ocasiones, llega a causar una sensación de pánico en el espectador de la que se libra unas horas después de que el film finalice;y no debido a un inexistente uso de la violencia y la sangre excesivo sino debido a inquietantes situaciones. Excelente banda sonora.
kobus
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3
23 de julio de 2009
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Open Water" parte de una premisa comercial que viene dada sobre todo por dos de las películas de terror más rentables y más taquilleras de todos los tiempos: "Jaws" y "The Blair Witch Project", siendo la primera un ejemplo de suspense y destreza cinematográfica y la segunda un 'film' que consigue por lo menos dos buenos momentos de suspense. Pues bien, en "Open Water" no he encontrado nada que se asemeje a ninguna de esas características propias del cine de terror y suspense, o por lo menos ningún elemento que me haya recordado cuál es mi mayor fobia animal: los tiburones (todo gracias al bueno de Spielberg y a los siete u ocho años que tenía cuando vi su magnífica "Jaws").
Resulta molesto el intento de poner en tensión al espectador, y no lo digo por que la película esté grabada en formato digital, sino por el empleo que los realizadores hacen del citado formato: hay hasta planos operados con foco automático, algo que, con todos mis perdones y por lo menos para mi, hace que me salga de la trama.
No me siento aislado en el océano, que supuestamente es aquello que busca la película sumado al terror que pretenden desprender los cutres aletazos de los tiburones en la superficie del mar. Me imagino al equipo (que supongo que sería reducido) detrás de las cámaras mientras graban o al editor uniendo planos de escualos que podrían ser de cualquier documental acuático con planos de los dos personajes principales sin ningún tipo de énfasis dramático. Por lo tanto me atrevería a afirmar que la puesta en escena es mala, y si nos vamos a la acción que tiene lugar en tierra firme, esa malísima puesta en escena alcanza límites insospechados.
Otro aspecto a destacar es el modo en que el guión y la realización nos cuentan como la tripulación del barco se olvida de la pareja protagonista... ¡eso es la base de la historia! No sé si en realidad habrá sido tal y como la cuentan, pero lo que sí sé es que está fatal narrado y que los actores que pertenecen a la tripulación son muy malos.
En definitiva un fracaso de film, que podría tener muchas más posibilidades de realización y narrativa, ya que en "Open Water" el mayor error recae en una fallida sencillez y un incorrecto empleo del formato digital, utilizado para dar más veracidad a la historia.
kobus
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9
20 de octubre de 2007
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gus Van Sant, también guionista de esta indudable obra maestra ganadora de la Palma de Oro de Cannes, se adentra con una forma magistral de narración en el día en que dos chavales enormemente desequilibrados mataron a un gran número de gente en el insituto americano de Columbine.
Esa excelente manera de narrar que posee Gus Van Sant en el film se debe, principalmente, a su maravilloso trabajo como guionista y director del film. En cuanto al libreto, se debe destacar, por ejemplo, la estructura medianamente atemporal con la que se nos presenta a los personajes que vivirán, de una forma u otra, la cruda matanza que se vivió esa mañana: la cámara pasa por el mismo sitio ( temporal y espacialmente hablando) en algunas ocasiones según los personajes que se encuentren en esa localización, dándole así distintos "puntos de vista". No deja de llamar la atención la tranquilidad con la que se vive todo hasta que los dos chavales irrumpen en el instituto; y es que así fue, ya que la rutina cotidiana se vio interrumpida por la sangre; lo cuál es esperado con muchas ansias por el espectador, ya que Sant corta en el momento preciso ( temporal, no espacial) para que no se desate la masacre hasta el final del metraje, es decir, el momento preciso.
Salta a la vista el papel del director a la hora de experimentar y hallar una gran solución en la técnica del lenguaje conematográfico en esta película, hallazgo creado a partir del guión técnico y del guión literario. Con esto no me refiero a otra cosa que a los travellings empleados por Sant en el film: la gran mayoría de los planos empleados constituyen planos-secuencia, en la que la cámara sigue a los personajes durante un largo tiempo, realizando así una magnífica presentación de los mismos.
Definitivamente, esta historia podría haberse contado de muchas maneras, pero estoy convencido de que la de Gus Van Sant ha sido la acertada, y con la que demuestra que es toda una personalidad en el mundo del cine, y no sólo por el hecho de haberse llevado un par de Palmas de Oro ( película y director) por este film, sino, simplemente, porque sabe hacer buen cine.
¡Imprescindible!
kobus
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8
9 de noviembre de 2007
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta imprescindible cinta nos cuenta la inocencia, la madurez y en resumen, los cambios que sufre alguien a lo largo de su vida, aquí representados por el proceso para convertirse en un monje budista de un niño que vive sólo con su maestro en un apartado y tranquilo valle. Dichos cambios o etapa explican de donde proviene el título de esta obra de arte surcoreana: cada uno de ellos está representado por una estación del año, empezando por la primavera y acabando en ella misma, lo que le da cierta estructura cíclica a la historia. Cada estación significa una prueba o una barrera que el protagonista debe superar para consagrar su alma, pasando por la inocencia o el amor hacia una mujer, hasta el individualismo que un monje budista debe llevar para vivir en paz consigo mismo y con su entorno. Con lo cuál nos encontramos, sin duda alguna, ante una película que resalta ciertos aspectos básicos de la religión budista a través de una simbología muy clara y constante a lo largo de todo el metraje. Y esa simbología juega un papel fundamental, ya que tanto las imágenes como las palabras empleadas remiten a unos determinados símbolos que resaltan el significado del camino que el protagonista debe seguir para llegar a su objetivo final, alcanzado de nuevo en la primavera. Los símbolos van desde las propias estaciones en las que se encuentra dividido el film, hasta pequeños-grandes detalles, como por ejemplo los animales, la mujer de la cuál se enamora o las propias piedras, que no significan otra cosa que las propias cargas que todos tenemos a lo largo de nuestras vidas: las mismas cargas que el protagonista pone en una serpiente, una rana y un pez cuando es pequeño son las mismas que se pone él para subir a la parte superior del valle. A pesar de todo, se trata de una película que se comprendería mucho mejor tras informarse y enriquecerse con cultura budista, hablando tanto de los símbolos como de las imágenes. Estamos ante una metáfora de la vida vista a través de la consagración de un buda y contada con una labor técnica excepcional. Se podría llegar a decir que se trata de un recital de poesía en la que la naturaleza y el hombre se unifican para dar pie a una gran historia y a unas magníficas imágenes. A pesar de haber sólo un emplazamiento para todo el transcurso de la cinta (el valle), el cambio de estación y el propio valle dan una extensísima variedad de posibilidades en los campos de realización y dirección fotográfica; y con esto me refiero sobre todo a los majestuosos grandes planos generales de la última parte del film, o las propias secuencias desarrolladas en el lago, desde las puertas de la orilla (otro clarísimo símbolo) hasta el pequeño templo situado en medio del mismo; pasando por una amplia gama de colores y contrastes que cada estación le da a las imágenes, que son detalles que captan incluso la atención de aquel que no es muy amante de el mejor arte que existe: el cine.
kobus
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