Siempre lo digo: me encanta la exageración, la rimbombancia, el espectáculo puro y duro, los rayos y centellas de los F/X y la sobreactuación teatral. También me encantan los estilismos kitsch y esas direcciones escénicas a lo bestia donde nada se hace porque sí, donde todo tiene que verse como algo espectacular y grandioso. Me gusta pasarme de la raya, claro que sí. Por eso adoro estos subproductos disfrazados de superproducción, esas películas que gastan millonadas para homenajear (o llegar a convertirse incluso) a la serie B o Z. Todo eso lo tiene este Furia de Titanes. Esas armaduras resplandecientes y definidas de músculo, esos espadones (y espadazos) vigorosos y brutales, esas divas luciendo gasa y recogido clásicos, toda la suntuosidad del Olimpo donde los dioses debaten sus relaciones con los hombres mientras practican la depravación sexual a troche y moche.

Lo malo es que si usted no es tan fanático de todo esto es seguro que la película le parezca una soberana tontería o, quizá peor, una absoluta mariconada disfrazada con héroes machotes y amor pseudo-hetero-divino-sexual. La historia de Perseo es la misma de siempre (medusa incluida bla bla bla), los actores cumplen y están de buen ver, hay mucha acción, escorpiones gigantes y jefe final al que destrozar con un arma de la leche. Me lo paso mejor jugando a God of War. Pero esa hipérbole artística que realiza Leterrier sobre la cultura y el mito clásicos es insuperable. Al nivel del más épico Mankiewick o Wyler.

Bienvenidos a una de las películas más curiosas del año, que no más originales. Y digo bienvenidos porque desde el comienzo se nos invita no ya a sentarnos y ser espectadores pasivos de una historia cualquiera, sino a ser partícipes de la extraña intimidad de una pareja que tiene algunos problemas en su casa. "Paranormal activity" tiene un aire a esos realities de la MTV sobre veinteañeros, y esta es la gran lacra de la película, ya que es un estilo del que no puede despegarse en todo el metraje. Y, paradójicamente, aun a pesar de mostrarnos una supuesta realidad en todo su detalle, lo que consigue es ofrecer la sensación contraria: todo lo que ocurre está sustentado en las reacciones de unos personajes ante la manipulación cruel de esa realidad. Y esto es lo que hace que no te la tomes en serio.

Me explico: la obra de Oren Peli se asemeja más a un Gran Hermano que a "El proyecto de la bruja de Blair" porque versa sobre dos personas encerradas en una casa a las que se les provocan respuestas lógicas a ciertos trucos baratos sacados del pasaje del terror de alguna feria. Además, la histriónica interpretación de ella y la sobrada actuación de él no nos ayudan nada a meternos en su piel. Y todo eso añadido a que la historia va ganando en fantasía conforme se acerca a su delirante final. Conclusión: es una buena historia de miedo en casas encantadas que hará taparte los ojos más de una vez pero que falla en su intento de provocar la empatía del espectador con los sufridores de la pantalla. Lo mejor de todo: las escenas nocturnas de las tres primeras noches: no hay nada más terrorífico que ver cómo alguien duerme plácidamente cuando algo amenazante y asesino se pasea libremente a su lado.

Imagínese "Australia" como un pomposo concierto de año nuevo donde cada género cinematográfico fuese un instrumento. Resultaría harto complicado concordar todo eso con afinación, a pesar de que el director tuviese una mano diestra y hábil. Ni siquiera el cinéfago Bazz Luhrman ha sido capaz de llevar a buen puerto ese gran despropósito, y es que después de ver su última película se siente un tremendo desconcierto: ¿qué hemos contemplado? ¿Drama, comedia, aventuras, bélico, romántico? Es todo y nada a la vez.

Luhrmann bebe del cine épico de David Lean y Sidney Pollack, arrastra la comedia romántica femenina de George Cukor, y le pega unas gotitas de aventura/western estilo John Huston. Como es un tipo clásico pero muy vanguardista y además bastante filogay encaja con entrañable homenaje un guiño a Victor Fleming con un "over the rainbow" exasperante. Pero también es un truhán con estilo, que sabe engalanar su escaparate a la perfección y el resultado es condenadamente bello. "Australia" es como esos falsos chapines de rubíes: uno se queda embobado con su brillo pero sólo te sirven para chocarlos y volver a casa; sin embargo, su aparente peso resulta ser liviano y confortable y no te arrepientes de haberlos adquirido.

Hermosísimos planos (perfilados con pantalla azul), potaje de géneros y sobreactuaciones memorables. Como en todas las películas de Luhrmann, el exceso se hace patente con mayor saña en su diva protagonista, la Kidman (y que conste que soy fan de ambos, del exceso y de ella). Pero sólo por ver su impresionante vestuario merece la pena el esfuerzo de las casi tres horas. Eso, y la crucial escena de la estampida.

Rob Reiner siempre me ha parecido un director con talento y muy inteligente. Hace lo que quiere con cada film y lo coloca justo donde le piden. Es una apuesta segura para hacer una decente taquilla y una interesante recaudación en el dvd. Pero esto lo ha relegado al plano de aquellos que saben mucho de todo y poco de nada. Es decir, ha tocado todos los géneros, pero ninguno con excesiva brillantez.

"Ahora o nunca" es una comedia melodramática previsible pero cómoda y reconfortante. Sabes que te va a dar lo que pidas, sin sorpresas, y se disfruta sin exigencias. Tener a Nicholson y Freeman da puntos y aunque sea sólo por el lujazo de verlos juntos hasta el crítico más recalcitrante bajaría los humos. Nicholson está excelente, como siempre, sobre todo en los alegatos finales. A Freeman le sobra una insulsa voz en off que amarga la salsa de la trama.

Es otra de esas historias sobre disfrutar la vida, apurar el tiempo cuando ves que la muerte se te echa encima. El problema es que este carpe diem retardado no se puede gozar, según nos cuenta Reiner, sin tener una buena billetera o, en su defecto, una entrañable y frondosa familia que te ame. El guión hubiera funcionado mejor si desgranase esa felicidad que se encuentra en las cosas más pequeñas y mundanas, en echar un vistazo al cielo todas las mañanas inhalando un gran suspiro, por ejemplo, y no en visitar el Taj Mahal o las Pirámides. Ya que, por desgracia, la mayoría de los ancianos enfermos no pueden permitirse semejantes lujos.

Todo ello hace que la película se disfrute, pero siempre desde la distancia.

Meirelles ya demostró sus enormes cualidades como adaptador literario en "El jardinero fiel", convirtiendo el thriller político de John LeCarré en algo más. En "A ciegas" hay algo que falla. Porque aunque te queda la sensación de haber visto una correcta película, en ningún momento nada llega a traspasarte la piel. El argumento encierra muchísimos puntos de debate y análisis y se percibe la dificultad de los guionistas de abarcarlo todo. Como los mismos protagonistas, Meirelles y su equipo han estado "nadando en leche", moviéndose en un terreno demasiado denso.

Y es que trasladar en imágenes "Ensayo sobre la ceguera" no es tarea fácil. La crítica social y política que subyace en la trama se dispara demasiadas veces en la película y eclipsa el desarrollo de personajes. Sólo Julianne Moore (espléndida) y algún secundario (Danny Glover) te dan algún resquicio de emoción humana. El resto lo percibes sin implicarte, lo observas como espectador pero siempre desde la distancia, a pesar de las tremendas y repulsivas situaciones que se muestran. La fotografía en destellos blancos y tonos azulados es redundante. El resultado es que se observa más como relato de ciencia ficción que como drama humano.

Aun con todo, no provoca sensación de arrepentimiento y algunos momentos son interesantes. Fernando Meirelles dirige muy bien, pero con mesura.