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Voto de Chagolate con churros:
5
Drama. Comedia Albert es el sádico dueño de un restaurante. Su fuerte carácter y las tiránicas formas que aplica en el trabajo hacen que todos los empleados estén sometidos a un continuo régimen de esclavitud, incluida su esposa, Giorgina, a quien ridiculiza. (FILMAFFINITY)
16 de julio de 2010
20 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Encuentro en las propuestas de Greenaway una falta de honestidad con el espectador, como queriendo dar por sentado, que el director busca en exclusiva la visualidad de una propuesta sin mensaje, cuando ciertamente existe una crítica política implícita en el contenido. Crítica a las clases acomodadas de Reino Unido de la Thatcher que ve el realizador como impías y derrochadoras. Por tanto, tanto barroquismo y estilización abrupta, queda encorsetada ante el contenido, que es al fin y al cabo, lo que el realizador quiere infundir.

Pocas objeciones puede tener una puesta en escena espectacular si con ello busca lo excesivo (como es el caso) que consigue con éxito arrastrar al espectador a un mundo incómodo y bizarro; trasgrediendo, todo hay que decirlo, casi todas las reglas cinematográficas y creando la historia a base de dicha puesta en escena y su poder visual.

La capacidad de Greenaway por embadurnarse de infinitas referencias culturales y ambiente chabacano lo coloca en una arista de vertientes afiladas, completamente incompatibles. Ahí vemos la alusión de película de culto que se atribuye a la obra. Aunque bien es cierto que más que un producto, “El cocinero, el ladrón...” es un ideario de lo recurrente en su filmografía. Así pues, la misma verdad tiene el espectador que acaba arrastrado a este decadente restaurante, como el que huye de esta propuesta tan soez.

Rodada en su totalidad en escenarios, Greenaway dinamiza una obra que parecía nacer estática. Abre el escenario con voluptuosos travellings laterales pero igual que la música y el cromatismo de la escena, acaba por acaparar más importancia de la que realmente merecía. A mí me fatiga, primero porque el tono operístico me irrita y segundo porque lo recurrente (mismos planos, mismo tono interpretativo de ciertos personajes, misma partitura musical,...) me hastía. Y con ello no quiero decir que encuentre momentos de gran fisicidad, de una imagen comprometida hasta el punto de poder y querer agarrarla (como los encuentros entre pasillos y cambios de color del vestido de Mirren (Georgina) pero la crítica que existe en la película acaba diluyéndose.
Chagolate con churros
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