Al grano: el filme está hueco, dura demasiado, hace ostentación de una fotografía analógicamente fea y peca de exceso. Si esto es lo más que Zack puede dar, entonces ha tocado techo. Tanto recalcamiento barroco (cámara lenta por acá, plano detalle por allá, más plano a cámara lenta por acullá...) es repetitivo. Su estilo es tan claro y cansino que cualquiera se lo puede poner com si fuera una chaqueta prestada (como los tíos de "Spartacus").

O eso o es que no vale para los argumentos. Cuando el tío tiró de Alan Moore, mejor fue todo.

YEste caballero no teme ser un creador de anime en imagen (más o menos) real. Tira de "Blood", "Casshern" y de todo lo que tiene a mano, pero lo que pergeña no es más que un tótum revolútum fardón, ruidoso, arrítmico, simplón (las papanateces voice over en plan metafísico no pueden ocultar que la cosa no es más que una videojueguil búsqueda de cinco objetos-MacGuffin en distintas fases de chocante ambientación- cual Timesplitters 2, oiga- que se sustenta básicamente en la nada).

O sea: que el filme es una suerte de nuevo "Speed Racer" con ansias de producto mutante, salvajemente audiovisual e híbrido que busca ser una potente representación del estado de las cosas en cuanto a la imagen narrativa en estos días.

Cosa que logra durante un rato.

Pero no hay historia (es una excusa, no más) que sustente el exceso de estilo, por lo que la película se va desmoronando durante su segunda mitad.

Hubiera funcionado mucho mejor como una suerte de O.V.A. de una hora o como videojuego (que hubiera sido del montón, por cierto).

No sé ustedes, pero yo ya me estoy cansando de balas que vuelan, japanimadas volteretucas, jamelgas seminude con armas y estética altamente fake de origen obviamente digital.

En fin. Veremos que pasa con el nuevo Hombre de Acero...