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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
6
Western. Acción Un embajador japonés, acompañado de dos samuráis, se dirige a Washington en el Transcontinental Express para entregar al Presidente de los Estados Unidos un valioso obsequio del Emperador: una rica espada de samurái. En el mismo tren van Link "el Zurdo" y su banda de forajidos con la intención de asaltar el vagón correo, que tranporta un valioso cargamento. (FILMAFFINITY)
19 de marzo de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
He de decir que me esperaba bastante más de esta obra, siendo la única razón por la que la he visto uno de mis actores favoritos: Toshirō Mifune. La trama comienza con el robo de un tren sabido por toda la nación que es transportador de una mercancía muy importante, incluyendo, los obsequios del embajador de Japón hacia el presidente de Estados Unidos, a través de una alianza de dos bandas de forajidos, una encabezada por El Zurdo (Alain Delon) y otra regida por Link Stuart (Charles Bronson) que, tras traicionar por parte de todos los componentes del hurto a Link y asesinar a uno de los dos samuráis que acompañaban el embajador, Link y el samurái restante, Kuroda Jubie (Toshirō Mifune), se embarcarán por medio de la tradición japonesa del honor, y la tradición del forajido Link del dinero, en una empresa en búsqueda de El Zurdo en tono de venganza. Lo primero que quiero remarcar es la nula necesidad del director (Terence Young) de banalizar e incluso ridiculizar la cultura japonesa y, especialmente, la cultura de los samuráis, a lo largo de toda la película casi mostrando un espíritu asquerosamente patriótico y carente de sentido, todo ello concluido en el desenlace que funciona casi a modo de clemencia por parte del director al comprobar la inmundicia que ha girado en torno a la figura del samurái a lo largo del metraje, cosa que no entiendo el por qué de la prestación de una de las figuras más importantes del cine japonés en una película que muestra algo tan burdo con ese desparpajo. Lo segundo que me gustaría remarcar es la aleatoriedad de filmación que ha estado presente durante toda la cinta; planos y enfoques con muy poco sentido vistos desde un punto de vista cinematográfico, haciendo constantes intentos de conseguir un estilo propio que se queda en planos opacados por los elementos de la escenografía y con un guión que no ayuda en absoluto a engrandecer la capacidad interpretativa de los actores principales, dejándolo todo a irreverentes conversaciones que no aportan mucho al desarrollo del argumento ni a la evolución de los personajes. Lo tercero y último que no me ha gustado es la fotografía que, teniendo tantos escenarios donde rodar en cualquier parte un wéstern con una fotografía acorde a la época y los hechos, el director parece que se ha bajado a la pradera bajo su casa para comenzar a rodar. El virtuosismo que muestran tanto Charles Bronson y Toshirō Mifune en pantalla es realmente digno de admiración pese al disparate de guión que les ofrecen; demuestran que son auténticas bestias escénicas y juntar ambos, con unos registros tan adversarios en la misma película y que funcionen en conjunto, es realmente loable, no así la pésima Ursula Andress (Cristina) que, teniendo un personaje odioso, la interpretación de la actriz lo convierte en repugnante. Esta cinta resulta curiosa desde un punto de vista antropológico al chocar dos culturas tan opuestas en una época histórica tan identificable que, a pesar de no ser nuevo (un ejemplo bastante anterior es El bárbaro y la Geisha de John Huston, 1958), resulta en una aventura realmente entretenida que deja un sabor agridulce en su desenlace que, debo decir, me ha provocado lágrimas, y eso es con lo que me quedo. Muy entretenida aventura, aunque podría haber sido infinitamente mejor y el título de la cinta se debe a un único y sencillo plano (debía decirlo).
Tiggy
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